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Cómo confundir tus besos y caricias...
Cuando se volvió tan sobresaliente los cambios en nuestro amor.
La forma, los toques y palabras al oído, ya no eran con la misma armonía, al menos los tuyos ya no eran así.

Era de madrugada, mi cuerpo dolía, y apenas tomé conciencia, noté el espacio vacío en la cama.

Hace unas horas del día anterior, simplemente decidiste tomarme y yo acepté de la forma más ilusa que pudo calificar mi cabeza. Porque creí que sería diferente esta vez.

No como ha empezado ser desde que volvimos a retomarlo en aquella tarde que te encontré cuidando del huerto.
Sabía que había algo nuevo, algo acumulándose en ti pero que habías sido discreto en ocultar.

Mis puños se cerraron tras oler la peste de cigarrillos que emanaba nuestro cuarto, mismo al que olía a tu fragancia y un tanto a la mía, ahora estaba sucia por el incremento de tu adicción a esos malditos palitos de papel llenos de nicotina e intentos de dejarte en un estado menos deprimente y... Oh mierda, nunca creí odiar el único lugar al que llamé en verdad hogar.

El humo seguía, y cruzaba las paredes desde la punta del cigarrillo que ibas quemando, hasta chocar con la puerta que daba al pasillo.
Estabas a unos metros de mí, habías abierto la ventana de la habitación pero no fue de ayuda. Simplemente me miraste con indiferencia cuando notaste que estaba despierto.

–¿No vas a decir nada? Te dije que no fumaras esa mierda.. Al menos no en mi presencia– Dije sentándome con incomodidad aún sobre el colchón.

Bufó, lo hizo lo suficiente fuerte como para botar más humo de su nariz y boca.

–Shoko también lo hace– Dijo deslizando las palabras y volviendo su vista al cielo estrellado.

No lo apagó.

–Yo no me acuesto con Shoko ni vivo en su recámara– Solté esta vez bastante molesto ya levantándome con la intención de llegar hasta el sillón donde el pelinegro estaba descansando.

Pero él fue más rápido, y con fuerza apagó el cigarro en el cenicero de la mesita a su lado, y con brusquedad se levantó y se encaminó hasta tomarme de la cintura.

Ambos nos quedamos mirando en silencio, Suguru no me soltó y tampoco disminuyó la potencia con la que sus manos me estaban tomando.

Sus ojos, tan oscuros que ya no brillaban con la misma luz, no se apartaron de los míos, aquel aspecto tan triste que recorría su rostro, aquel cambio en su comportamiento que lo obligaba a tratarme con desinterés, aquel desentendimiento en nuestra relación...

¿Cómo podía ayudarlo? ¿Cómo podía ayudarnos? ¿Que debía hacer? ¿Cómo salvarlo con tan poco a mi favor?
No sabía absolutamente nada de lo que le estaba pasando a Suguru.

Tragué saliva antes de preguntar.

–¿Podemos hablar?–
Solté sin demora.

–¿Sobre qué?– levantó las cejas en un intento de cambiar su ánimo.

–Pues de quién, sería la pregunta correcta– continué– Sabes, he notado... bastantes cambios en ti desde el inciden..–

–Satoru, estoy bien– cortó de repente, mostrando la sonrisa más mentirosa que ha podido darme en estos dos años que estoy con él.

–Pues no parece, Suguru– Me sobrepuse a sus palabras con intención de continuar pero el pelinegro no quiso seguir con eso.

–¡Qué estoy bien Satoru!– se exaltó esta vez llevándome hasta la cama.

Sabía que trataba de hacer, sabía a donde quería llegar, y tal vez no lo hubiera detenido si mis caderas no dolieran cuando intentó quitarme el pijama.

–Detente, Suguru–
Aunque lo volví a repetir no hizo caso a mi orden.

–¡Por favor!– Dije apartando sus manos que ya iban por quitar mi ropa interior.

Suguru se detuvo, pero no se bajó de encima mío.
Sus cabellos sueltos caían sobre mi pecho descubierto, y cada vez entendía menos de esto.

–Ahora qué– Dijo entre suspiros– ¿Ya no voy a fumar, si? Sólo fue por esta noche– Quiso besarme pero aparté mi rostro y otra vez la incomodidad se apropió de Geto.
–Ya me disculpé, ¿qué más quieres? Solo dame un respiro, maldita sea–

–Sólo quiero que te apartes, Suguru.  No estoy de ganas, y aún me duele, por favor. Tu olor es sofocante– Supliqué tratando de librarme del pelinegro pero me tomó de las muñecas y entrelazó sus piernas con las mías, haciendo que el dolor vuelva a molestar.

–¿Desde cuándo eres tan delicado, eh?– suspiró, y apegó su rostro al espacio entre mi hombro y cuello.

–Qué mierda dices– hice un movimiento brusco golpeando su mentón.

–¿Por qué te quejas? ¿No puedes parar al menos por hoy?– había levantado su cabeza por reflejo tras mi golpe.
No parecía dentro de sus casillas.

Vaya, ni siquiera por hablarme de esa forma pude darme cuenta que esto ya no era por mi culpa.

–¿De todo me quejo?– solté una de mis manos y lo tomé de la camisa de su sueter– Si tú no fueras tan despreocupado y extraño conmigo yo no diría nada de esto!–

–¡Ni siquiera te veo en todo el maldito día! ¡No me he quejado ni una sola vez de ti! ¡¿Pero me apartas, y después dices que yo soy el que actúa extraño?!– Gritó cerca a mi oídos.

–¡Porque ahora lo único que vez en mí, es tener sexo, Suguru!
¡Eso no era así!– mis ojos comenzaron a bebilitarse al igual que mi voz.

Estaba harto, también cansado, pero no podía parar.

–Si seguiríamos igual... Tú.. tú no me harías daño– Volví a hablar esta vez tapando mi rostro.

Suguru me soltó, y con un simple "Está bien" Concluyó la conversación.

Con delicadeza me vistió y arropó. Pasó sus dedos sobre mis cabellos y rostro, dejó que lo abrazara, pero fue con cierta lejanía a lo que siempre solía demostrar.

Ni siquiera pensaba dormir aquí, lo noté cuando se levantó después de unos minutos y salió de la habitación con la excusa de que debía resolver un asunto.

Todo esto se había vuelto una mierda.




Aunque mis huesos quisieran negarlo, quitando aquel pensamiento de mi mente, un odio fue almacenado en tu ser, uno que casualmente fue en su totalidad dirigido hacia mí. Como si yo fuera algún tipo de amenaza que atentara contra tus creencias o nuevos ideales.

Por casualidad te escuché hablando con una rubia el otro día, sus propuestas eran fantasiosas, pero al llegar tu momento de hablar, la crueldad e indiferencia con la que cargaban tus palabras. Asesinar, aniquilar, eliminar a todos los humanos por el bien de los hechicerom... Fue la gota que derramó el vaso para comenzar a desconfiar en ti.

- Your Feelings - (GetoxGojo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora