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Siempre estaría un paso atrás...

Porque no era lo suficiente para nadie, ni siquiera para mí mismo.

Siempre tan inútil como aquellos que no mueven ni un dedo.

Todos mueren, y solo cae sangre sobre mi rostro mientras me alejo.

Si pudiera cambiar su futuro... Acabar con el sufrimiento que nos obliga a ser olvidados como uno más de la pila de cadáveres que yacen sobre las tumbas regadas por todo mundo.

Un nuevo despertar para los mal vistos de la sociedad.

Aquellos humanos... Cómo quisiera extinguirlos, acabar con cada uno de ellos hasta sentirme satisfecho y por fin tener derecho a descansar en un lugar seguro para los hechiceros.




















_Cuatro horas antes:_


















Sobre el techo de la habitación, reposaba el cálido atardecer que invadía el interior con tonos anaranjados por el verano de aquel agosto.

Ya iba más de un año desde la muerte de Riko Amanai, mismo tiempo que el pelinegro había estado aguantando y reduciendo cada pensamiento antes de explotar por completo.

Igual, eso no importaba ahora, en este momento lo estaba disfrutando en realidad. Se había casado con Satoru y cuando cumplieran su mayoría de edad lo volverían a hacer de forma legal, estaba en su tercer año de preparatoria, iban bien sus misiones y su relación con el albino, se sentía contento y agradecido con su vida hasta ese momento.
Tenía ya pensando como vivirá junto al menor fuera del instituto, tener una propia casa, alejados de todos, sólo paz y su propia compañía.

Y aunque a veces se mantenía irritado apaciguando las voces chirriantes que no lo dejaban dormir con cierta frecuencia, no era lo suficientemente incómodo como para malograr su día a día dentro de la escuela.

Pero, había algo.

Un vacío, uno que no pudo llenar desde que murió Amanai. Y cueste a todo el intento de cerrar ese pensamiento retorcido y dejarlo ahogarse, sólo se extendió a escondidas de todos, como un secreto que solo conocía él y su mente que siempre lo contagiaba de ideas abrumadoras.

Esas pesadillas... En las que no podía controlar su cuerpo y hacía daño al peliblanco...

¿Algún día se volverían realidad?

Más que cualquier otra emoción, el miedo de que algo malo malo fuera a suceder nunca se calmó.

–Geto~–  la manos de un caliente Satoru pasaban con fuerza sobre la cabellera del moreno.

Ambos habían estado desde la mañana en esa maldita cama, sólo para satisfacer sus necesidades, y también porque era uno de esos días en los que no había absolutamente nada que hacer a parte de coger.

El nombrado levantó sus dos cejas esta vez observando al menor, prefirió eso a tener que quitar de su boca el miembro del albino.

–No lo hagas tan rap- ah~– Su cuerpo se tensó al sentir la lengua del mayor masajear su miembro con potencia.

Gojo estaba totalmente echado sobre el colchón mientras que Geto aún trataba de acomodarse sobre el trozo estrecho de la cama, y a la vez jugando con los pezones de su chico.

De un momento a otro la espalda del pálido comenzó a arquearse cuando Geto cambió la dinámica e intensificó el momento enterrando con fuerza el pene en su garganta y después sacándolo mientras lo succionaba.
Le gustaba mucho succionar el pene de ese chico.

- Your Feelings - (GetoxGojo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora