Confianza

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Al bajar del pegaso Angelus se dió cuenta de que a la princesa le rugía el estómago y dijo:

-Princesa deberíamos comer algo es tarde y debes estar hambrienta, pedí a los cocineros que nos llenasen una cesta con fruta y algunos platillos.

-Sí comamos, esto de volar me abrió el apetito.

Comieron unos platillos dulces y alguna fruta, sentados sobre una manta en el cesped, después de comer la princesa se tumbó para contemplar el cielo y dijo:

-¿Ves esa nube con forma de pájaro?Pues ahí es donde está mi padre, lo sé por que una vez me dijo qie si alguna vez no estaba mirase al cielo y cuando viese una nube con esa forma sería él cuidandome.
Angelus se la quedó mirando y sonrió.
Después de eso la princesa calló en un profundo sueño y al despertar vio que se encontraba en su habitación. Salió a la sala de estar donde encontró a Angelus frente a la chimenea que estaba encendida, ella preguntó:

- ¿Angelus como llegué aquí?, solo recuerdo estar tumbada en el prado contemplando las nubes. Angelus le respondió:

-Te quedaste dormida princesa, así que te cogí en brazos y te monté en el carruaje, luego te llevé a tu habitación parecias estar muy cansada.

A la princesa eso le pareció muy amable y caballeroso de su parte y le dió las gracias, juntos se quedaron sentados mirándose y comenzaron a hablar de sus vidas Angelus le dijo que su madre, la reina, lo contrató para que aparte de compañía le prestase consuelo si lo necesitaba o cualquier cosa pues ella sabía que un ángel era un ser puro incapaz de hacerle ningún daño.
Gaia se quedó atónita pues no se había percatado que él era un ángel real, pues no creía que pudiesen ser tan hermosos y parecer tan humanos, además hay algo que no entendía así que preguntó:

-Pero si eres un ángel real ¿donde están tus alas? tenía entendido que eran hermosas y grandes.

-Así es princesa, mis alas son blancas y muy grandes pero solo las dejo ver cuando es realmente necesario, pues nos está prohibido exponerlas en público, pero si lo deseas mañana te las mostraré creo que puedo confiar en ti, ¿no?

-Sí por supuesto no le diré a nadie nada te lo prometo. Dijo la princesa emocionada.

Al día siguiente Angelus quería cumplir lo prometido a la princesa, así que la llevó al prado verde y una vez allí solos se quitó la camisa blanca que llevaba, la princesa le preguntó avergonzada:

-¿Es necesario quitar tu camisa?
-Sí, de lo contrario la rompería y no quieres eso ¿verdad?

La princesa negó con la cabeza, seguidamente vió como de Angelus empezaron a brotar unas Alas cada vez más grandes, eran hermosas, blancas, y sedosas,
ella se acercó y las tocó.
Angelus le dijo:

-Eso me gusta, me hace acordar cuando era pequeño y mi madre me las acicalaba todas las mañanas.

Un amor prohibido pero diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora