Capítulo 10: Estado de embriago

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Bajo del coche que tomo "prestado" de Jeremy. No es mi culpa que deje sus llaves donde sea.

Casi me da un infarto cuando a un par de calles antes del bar donde se encuentra Alexa se pueden ver las cintas que prohíben el paso, culpa de que al parecer se ha formado escarcha en la calle.

Maldiciendo mil veces estaciono el auto y bajo de este luego de colocarme una mascarilla. No quiero que mañana hayan noticias indeseadas sobre mí en redes.

Rezando porque no hayan descubierto a la castaña avanzo casi corriendo hasta que llego a la dirección dada.

En la puerta veo a un guardia y le informo por quien vengo.

Poco después veo salir a un hombre con una cortada en el labio y un ojo morado, mientras un señor trajeado sujeta a Alexa quien parece ebria, y no tiene un solo rasguño.

Me acerco a ella y la sujeto de la cintura, pegándola a mi cuerpo para evitar que caiga, por suerte tiene una mascarilla que cubre su rostro y no les dio por bajarla.

— Esta chica ha roto dos mesas y una vitrina de vinos caros —dice quién parece ser el jefe.

— ¿Cuánto es? —cuestiono.

— 10 mil 543 dólares, sumándole los daños corporales a mis guardias —dice y ruedo los ojos.

Hago una transferencia desde mi cuenta privada a la del hombre.

— Por cierto, yo que usted cambiaría a sus guardias —advierto—, no son capaces de hacer su trabajo.

Tras mis palabras me alejo de ahí.

— Dylan —La voz quejosa de Alexa se hace presente mientras la arrastro, enfurecido—. Dylan, ¡suéltame! —exclama y en un movimiento brusco se zafa de mi agarre, cayendo sobre su trasero al suelo con un gemido de dolor.

— ¿Ves lo que haces? ¿Ni siquiera puedes beber en paz? ¿Sabes el escándalo que pudiste ocasionar? —reprendo.

— A ti que te importa —golpea con su mano la mía, la cual extendía buscando ayudarla a ponerse de pie—, ve a buscar a tu puta y a mí déjame en paz.

Se pone de pie y avanza trastabillando, casi cae a causa de que pierde el equilibrio y yo la agarro antes de que eso suceda, aún confuso por sus palabras.

— Putos zapatos —expresa entre dientes quitándose los altos tacones.

Ruedo los ojos al verla poner los pies en el piso.

— Siempre eres tan descuidada, Bambi —murmuro colocándome al frente de ella y la cargo a mi espalda mientras ella pasa los brazos sobre mis hombros.

Siento un Deja Vú ante la escena que vivía.

— No me llames así —recrimina en un susurro, con su voz cansada y patalea—. Bájame.

— No seas terca, además, ¿a qué te referías con "mi puta"? —pregunto aprovechando la versión habladora y borracha de Alexa.

Ella bufa y me da un coscorrón por lo que me quejo.

— Eres un imbécil —No puedo evitar sonreír ante esto—. Me refiero a la tipa esa con la que te besaste en casa, ¿por qué no estás con ella? ¿Ya te dejó satisfecho?

Me detengo ante sus palabras y me quedo procesándolo. Una sonrisa curva mis labios ante mi idea.

— Bambi, ¿estás celosa?

— ¡Qué no me digas así imbécil! —chilla golpeando mi espalda y pego un pequeño brinco acomodándola sobre esta para seguir caminando.

— No me respondiste —acuso.

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