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Han pasado unos meses desde el incidente en la torre de Astronomía. Las clases en Hogwarts se retomarían a pesar de las dificultades, pero aun así yo no pensaba asistir este año porque me uniría a Harry Potter para ayudarle a buscar los Horrocruxes faltantes.
—Hola, Ron —saludé al chico cuando llegué a la carpa donde se celebraría la boda de Bill y Fleur. Desde la entrada se veían en su interior hileras e hileras de frágiles sillas, asimismo doradas, colocadas a ambos lados de una larga alfombra morada; y los postes que sostenían la carpa estaban adornados con flores blancas y doradas.
—Hola —saludó Ron, quien se hizo a un lado y sonrió de forma perspicaz cuando un chico pelirrojo se acercó a nosotros—. Te presento a mi primo Barny.
—En realidad yo...
—Lo sé —dije suavemente al momento en que veía como mis abuelos hablaban con el señor Weasley—. El padre de Ron nos dijo quien eras.
—A este paso mi padre terminará contándoselo a todos —suspiró, ocasionando que Harry y yo soltáramos una pequeña risa—. Por cierto. ¿Por qué traes una maleta? ¿Acaso piensas regresar a Hogwarts?
—Oh, no, nada de eso —mencioné tranquilamente—. Solo lo he traído porque uno nunca sabe con lo que podríamos encontrarnos.
Ambos se han mirado extrañados al no comprender lo que sucedía. Pensaba explicarles, pero en ese momento un mago de aspecto sumamente excéntrico se nos acercó para preguntar cuál era la mesa que le correspondía.
—Xenophilius Lovegood —se presentó—; mi hija y yo vivimos al otro lado de esa colina. Los Weasley han sido muy amables invitándonos.
—Usted debe de ser el padre de Luna —dije con una pequeña sonrisa—. Encantada de conocerlo. Soy amiga de su hija; Ainara Scamander.
—¡Oh, la chica Scamander! Oh, sí, Luna me ha hablado mucho de ti —dijo con los ojos brillantes de la emoción—. Dice que usted comprende perfectamente a las criaturas mágicas y no mágicas.
—Algo así. Todavía estoy aprendiendo —dije soltando una pequeña risa para luego mirar alrededor—. ¿Ella no ha venido con usted?
—Sí, sí, pero se ha entretenido en ese precioso jardín saludando a los gnomos. ¡Qué maravillosa plaga! Muy pocos magos se dan cuenta de lo mucho que podemos aprender de esas sabias criaturas, cuyo nombre correcto, por cierto, es Gernumbli gardensi.
—Los nuestros saben unas palabrotas excelentes —comentó Ron—, pero creo que se las han enseñado Fred y George.
En ese momento Luna Lovegood llegó. La chica llevaba una túnica igual que la de su padre y, como complemento, un gran girasol en el pelo.
—¡Hola, Harry! —saludó.
—Me llamo Barny —repuso el muchacho, desconcertado.
—Ah, ¿también te has cambiado el nombre? —preguntó ella alegremente.