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A las ocho en punto, cuando llegué al vestíbulo, había más chicas de lo habitual merodeando por allí, y al dirigirme hacia Harry pude notar que las demás me miraban con rencor

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A las ocho en punto, cuando llegué al vestíbulo, había más chicas de lo habitual merodeando por allí, y al dirigirme hacia Harry pude notar que las demás me miraban con rencor.

—¡Hola! —me saludó en cuanto me vio acercarme—. ¿Nos vamos?

—Sí, sí —dije alegremente—. ¿Dónde es la fiesta?

—En el despacho de Slughorn —contestó Harry, guiándome por la escalinata de mármol.

Ya estábamos llegando al despacho de Slughorn y el murmullo de risas, música y conversaciones iba creciendo. El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda. La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad que, vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz.

Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

—¡Harry, amigo mío! —exclamó Slughorn en cuanto lo ha visto llegar—. ¡Pasa, pasa! ¡Hay un montón de gente que quiero presentarte!

Slughorn llevaba un sombrero de terciopelo adornado con borlas haciendo juego con su bata. Agarró con fuerza a Harry por el brazo, como si quisiera desaparecerse con él, y lo guio resueltamente hacia el centro de la fiesta; Harry terminó por separarse de mí.

Me quedé mirando a mi alrededor, sintiéndome completamente fuera de lugar debido a que no estaba acostumbrada a asistir a fiestas. Por un momento pensé en regresarme a mi habitación, arroparme en mi cómoda cama y leer aquel libro de criaturas mágicas que todavía no terminaba; no obstante, minutos más tarde, Argus Filch apareció en la fiesta arrastrando a Draco Malfoy por una oreja.

—Profesor Slughorn —dijo Filch con su jadeante voz; le temblaban los carrillos y en sus ojos saltones brillaba la obsesión por detectar travesuras—, he descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta, pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?

Draco se soltó con un tirón.

—¡Está bien, no me han invitado! —reconoció a regañadientes—. Quería colarme. ¿Satisfecho?

—¡No, no estoy nada satisfecho! —repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante—. ¡Te has metido en un buen problema, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvieras un permiso especial? ¿Eh, eh?

UNTIL THE END; Draco Malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora