doce ⸻ un quemado en la escuela.

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Mi cabeza descansa sobre el brazo de Sam mientras su otro brazo me rodea la cintura, hace minutos que deje de escuchar las voces afuera

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Mi cabeza descansa sobre el brazo de Sam mientras su otro brazo me rodea la cintura, hace minutos que deje de escuchar las voces afuera. Sam me acaricia el cabello de una forma tan delicada que estoy apunto de dormirme entre sus brazos, hasta que las luces en la habitación empezaron a parpadear, nos miramos desconcertados y salimos de la habitación.

— Que raro — murmuró Terra.

Las luces también estaban parpadeando en la sala. Parecía que no era solo en la habitación.

— ¿Es una bajada de tensión? — preguntó Stella.

Aisha frunció el ceño ante la idea.

— ¿Eso es posible en la escuela?

— No debería ser posible. Alfea es un puesto remoto. La electricidad se obtiene a través de la magia — explicó Terra — Debajo de la escuela hay pozos de energía que diseñó...

— Voy a saltarme la clase de historia para ir a echar un vistazo — interrumpió Sam.

Lo jale del brazo para evitar que saliera de la habitación.

— Espera. No vayas ¿Que tal si algo esta pasando afuera?

— Por eso iré a revisar, tranquila, volveré en unos minutos.

Antes de que pudiera decir algo más, me dio un último beso antes de atravesar la puerta principal con su magia. Algo no se sentía bien, podía presentirlo.

Terra prosiguió con su explicación.

— Por supuesto, los pozos fueron diseñados por hadas de agua y aire que trabajaron conjuntamente. Cuando se llenan con suficiente magia, es como una batería...

Sam atravesó el muro y se desplomó en el suelo de la sala gritando de dolor. Tenía una herida enorme en su abdomen y estaba cubierto de sangre, mucha.

— Hay un quemado en la escuela — jadeó Sam.

Stella y Aisha seguían intentando encontrar cobertura y deambulaban de un lado a otro por la habitación. Mientras yo sujetaba con fuerza a Sam que sufría de espasmos. Las lagrimas me nublaban la vista, me sentía inútil de no poder ayudar a calmar su dolor.

— La infección se manifestara pronto, si no le damos Zanbaq empeorará. Tenemos que salir de aquí — Terra se puso de pie de un salto y fue hacia la puerta.

Estaba al borde de un colapso nervioso, cuando de pronto, alguien llamó a la puerta energéticamente. Stella y Terra se pusieron alertas.

Justo entonces la madera de astilló y los restos de la puerta se abrieron de golpe, era Sky, había derribado la puerta a patadas. Bloom estaba a su lado.

— ¡Necesitamos ayuda! — gritó Terra.

En ese momento, Bloom y Sky, se dieron cuenta de la escena en el suelo.

— Vamos a llevarlo al patio — ordenó Sky — Todo el mundo está ahí.

El patio parecía un campo de guerra, o al menos un lugar de preparación para una guerra. Dowling estaba ordenando a las hadas de fuego que sellasen las puertas. Silva daba órdenes a los especialistas, que estaban equipándose con más armas.

— Casi hemos llegado — anuncia Terra.

La cafetería del patio, donde comían todos los días se había convertido en un punto de dispensación de hierbas sanadoras. Un equipo de hadas cortaba Zanbaq, destilaba aceite, preparaba vendajes y atendía a los pacientes. El padre de Sam y Terra estaba entre todos ellos, vendando la herida de un especialista.

— ¿Papá? — lo llamo Terra.

Su padre levantó la mirada y los vio sosteniendo a Sam, que apenas se mantenía consciente. Palideció de inmediato, abrió la boca, pero, por un instante, fue incapaz de articular alguna palabra.

— Necesito Zanbaq — pidió el señor Harvey a una hada — Ahora.

Dejamos a Sam con delicadeza sobre una mesa vacía. Sam había perdido todo color en la cara, había sangre por toda su ropa. El señor Harvey se estremeció al ver las heridas de su hijo y después volteó enojado hacia Terra.

— ¡Ha perdido muchísima sangre! ¿Por qué no me lo has traído antes?

— Nos encerraste, papá ¿Recuerdas? — soltó Terra en forma de reclamo.

Todas las hadas del patio aplaudieron cuando la señorita Dowling anunció que la reina Luna estaba en camino con refuerzos. Sin embargo, no podía quedarme entre el gentío. Un dolor de cabeza agudo me invadía, sentía desesperación por no poder ayudar a Sam pero a la vez los susurros en mi cabeza me habían nublado la mente, no podía pensar en nada y me estaba matando.

Rosalind no me dejaría en paz hasta que nos encontráramos, mi padre me lo advirtió, así que me escabullí entre los estudiantes deseando que Sam estuviera bien. Tendría que encontrar una manera de ayudarlo pero no podría hacerlo ahí.

Mientras me alejaba tambaleándome, encontré la mirada de Bloom, una expresión de culpa en su rostro.

Mis pasos se detuvieron frente al invernadero, al entrar una brisa helada me invadió, aquel cálido lugar había perdido toda chispa que lo conservaba, con ello las plantas se marchitaban a mi paso. Los susurros me guiaron hasta el fondo del invernadero donde Beatrix y una señora con mirada fría y demandante me esperaban. Rosalind.

ENCHANTED, fate: the winx sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora