9. "Tormento".

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Cuando Deanerys despertó se vio a sí misma encadenada en una celda. Estaba en la prision de su reino. No entendía porque hasta que un dolor fuerte proveniente de la parte trasera de su cabeza apareciera y la hiciera quejarse en voz alta.

—¡Oh! La princesita ya despertó de su siesta.

Un hombre castaño, como de treinta y algo de edad, con una sonrisa no amistosa. Se acercó a la pelo blanco que se encontraba en la celda.

—¿Por qué estoy aquí?

—Por ser una zorra.

En algún punto le había parecido simpático pero escuchando su respuesta la buena amistad que Deanerys se imaginó se fue al caño.

—¿Por eso?

Preguntó con simpleza. La sonrisa de aquel hombre solo se creció.

—Con los hijos de la reina.

Deanerys se quedó viendo si la expresión de sujeto cambiaba y no, no lo hizo.

—Espera ¿qué?

Una tercera voz se escuchó en el fondo.

—¡Tráiganla!

La reconoció, esa voz la detestaba. Alicent Higthower. El hombre obedeció a la voz rígidamente, sacándola a empujones de allí para llevarla a una especie de habitación gigante que Deanerys reconoció como el salón de las torturas.

La reina la vio y fingió una sonrisa más una alegría, Deany sabía que era hipocresía.

—Deja el acto.

Su sonrisa se esfumó y se hizo la desentendida.

—¿Qué acto querida?

—Ya sabes, la falsedad se te nota desde lejos.

La reina empezaba a caminar hasta llegar a unos metros de su nieta.

—Bueno, te castigaré, me quitaste a mi hija y empezaste a manipular a mis hijos, ni Aegon ni Aemond quieren la corona y todo por una puta como tú.

—¿Tienes la necesidad de llamarme así? Digo nada más porque si hablas diciendo insultos no me quiero rebajar a hablarte del mismo nivel.

La reina eso detestaba de ella, que la hiciera sentir inferior, pequeña, nadie.

—¡Cállate! —Alicent gritó pareciendo explotar, dio unas cuantas respiraciones para volver hablara pero esta vez en un tono más calmado—. Mereces una tortura digna de tu nivel.

Deanerys arqueo una ceja en su dirección.

—¿De verdad lo harás?

Alicent quería matarla pero eso levantaría grandes sospechas.

—No lo haré yo pero lo ordenaré.

Deanerys tomó un gran suspiro, viendo todo el lugar, las posibles salidas. Las cadenas en sus muñecas pesaban.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Como medio día.

¿Medio día?

—¿No te preocupa? Ni siquiera has iniciando con la tortura.

Sinceramente Alicent está muy segura de que ya la deben estar buscando pero le daba igual, después de su castigo la dejarían tirada por ahí.

—Larys puede empezar.

De repente la única pelo blanco de la habitación sintió un ardor y dolor horrible en su espinal dorsal, que la hizo caer de rodillas, giró su rostro y se dio cuenta de que la habían dado un latigazo.

La reina ya se habían sentado, con una sonrisa maligna en su rostro.

—¿Qué quieres de mí?

—¿Yo? Nada, solo te quitaré lo único lindo que tienes. Una linda espalda.

La reina había oído como su hijo mayor le comentaba al menor que la espalda de Deanerys era hermosa. Deanerys solo pudo pensar que fue Aemond, solo él le ha tocado la espalda.

—¿Me quieres hacer fea?

Asintió y Deanerys chasqueó la lengua con sus dientes.

—Calculaste todo mal, las cicatrices se me verán increíbles y sexys.

La reina solo pudo levantarse de su puesto y irle a legar una cachetada.

Deanerys no hacía nada más que reírsele en la cara.

—Serás el dracarys que más disfrutaré, lo juro.

La reina ahora se sentía intocable, pues el rey le había dado demasiada libertad. Un momento de duda por saber si su nieta si la mataría cruzó por su cabeza.

Hubo un momento de silencio cuando una puerta se abre y se cierra. La reina se para rápido viendo entrar a su padre.

—¡Dioses! Me habías asustado, padre.

Su padre solo se dedica a ver con desprecio a la pelo blanco la que cuando lo mira gira los ojos.

—Otro verde...

El veneno en las palabras de Deanerys se sienten.

—Les quiero confesar algo, señores —la chica más joven en la habitación agacha la mirada haciendo caer a las personas en su teatro personal—. Odio el color verde, se los juro, cuando mi madre reine no tendremos nada de verde aquí.

Ella se ríe sola, sabía que su tío Daemon se reiría con ella también.

—Tu madre nunca reinará, Aegon es el heredero.

Deanerys hace un ruido con su garganta.

—Según tengo entendido mi abuelo quería un varón sin embargo no contigo, lo quería con el único amor de su vida, mi abuela Aemma.

El nombre de la mencionada hizo ecos en la mente de Alicent, por más que quería ocultarlo, nunca pudo hacer que el rey olvidara a su amada.

—¡Le estás faltando el respeto a tu reina! ¡Cállate!

El viejo de Otto Higthower abre su boca para hablar, nada bueno claramente.

—¿Y usted es? No lo reconozco en el registro de personas a la que obedezco.

El señor se puso rojo de la ira, la insolencia de esa jovencita solo le recordaba a una persona.

—Larys.

Cuando la reina terminó de mencionar dicho nombre otro latigazo tocó el cuerpo de Deanerys. Las lágrimas salían sin que ella las intentara sacar. El dolor era insoportable.

—¡Dioses!

—Los dioses no te ayudarán ahora, zorra.

—¡Ni a ustedes cuando los asesine!

Otro latigazo arrasa con Deanerys, haciendo gemir de dolor. Mordió tan fuerte sus labios que les empezó a salir sangre.

Cuando Deanerys estaba en el suelo, viendo todo borroso entró un preocupado Aemond, yendo hacia ella.

—¡¿Qué le hicieron?! ¡¿Acaso están locos?!

Eso fue todo lo que logró escuchar Deanerys antes de desmayarse, inconsciente. Aemond agarra su cuerpo, cargándola, viendo que en sus manos queda sangre.

—No hijo, sr Lorys la irá a dejar.

Él la aferraba a sus brazos pero no tuvo remedio. Él le había asegurado que su abuelo y madre no harían nada en su contra, fue una vil mentira.





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Mucho estrés me generan Alicent y Otto.

¿Creen que Aemond sabía sobre la tortura?

¿Habrá venganza?

Secreto Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora