6

95 11 5
                                    

Tiro las maletas dentro de la habitación. Ni me he fijado en qué parte de ella las he dejado.

Volvemos a cruzar el pasillo con infinitas habitaciones por el que anteriormente habíamos entrado. Todo está tranquilo, no parece que haya nadie en este internado.

Sólo veo que estoy recorriendo este inmenso pasillo como si nunca acabase. Lo estoy recorriendo de la mano de Izan. Eso es lo único que sé de él, que se llama Izan.

Ese momento que creía infinito en el que me encontraba iba llegando a su fin. Resulta que no habían "infinitas" habitaciones. Nada es infinito. Se que todo llega a su fin tarde o temprano. Como este pasillo.

— ¿A dónde vamos? —logro salir de mi éxtasis y mi hundimiento entre pensamientos.

— A muchos lugares —dice con una sonrisa algo pícara sin dejar de mirar al frente.

Llegamos al recibidor donde, hace tan sólo unos minutos, nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Izan me suelta la mano y me pone su brazo delante de mí apartándome y dejándome tras de sí, a modo de protección. Él mira a un lado y a otro.

— ¿Qué pasa? Me estás asustando...

Él me hace un gesto de silencio llevando su dedo índice a sus labios. Cada vez me asusto más.
¿Por qué no quiere que nadie le vea? ¿Dónde me lleva? Estoy desorientada...

Me da una señal avisándome de que ya puedo pasar. Cruzamos el recibidor y la puerta de entrada a paso rápido. Al cruzar me detengo y esta vez soy yo la que le tira de la mano.

— ¡Eh, espera! Todavía no me has dicho a dónde me llevas.

— Tranquila, confía en mí, cuando lleguemos te lo cuento todo, te lo prometo —dice mirándome fijamente a los ojos y levantando las cejas de tal forma que dibuja una sonrisa en mi cara.

— Vale —me convence.

— ¡Sígueme! —él empieza a correr por lo que yo le sigo el paso.

Cruzamos la estrecha carretera de tierra, el campo de césped y trigo y la cabaña junto a las vías del tren abandonadas que, en algún tiempo atrás, fue una estación de tren.

Llegamos al bosque e Izan se cruza de piernas a la sombra de un eucalipto.

— Aquí es —dice sonriendo.

Yo decido sentarme junto a él apoyando mi espalda en el tronco. Respiro hondo. Todo está sereno. Solo puedo escuchar un canto que proviene de unas golondrinas risueñas y el leve rozamiento de las hojas de los árboles.

— Es precioso —suelto.

— Lo sé.

Tras unos segundos con los ojos cerrados le miro. Parece que él lleva más tiempo mirándome, y aún no ha quitado esa leve y agradable sonrisa de su rostro.

— Creo que tienes algo que decirme.

— ¡Ah, si! Perdona —Izan entiende mi indirecta y empieza a explicarme— tenemos hasta la hora de comer.

— No se puede salir del internado, ¿es eso, no?

— Realmente... Bueno, no lo sé —dice avergonzado—. Nunca presto atención cuando dicen las normas el primer día. Pero no es por ese motivo.

— ¿Entonces...?

— Digamos que me tienen fichado. Siempre soy yo el que...

— Te entiendo —le corto y los dos sonreímos.

— Creía que me ibas a enseñar el internado.

— Y así es, pero prefiero enseñarte este sitio primero. Es precioso.

— ¿Y cómo llegaste aquí? —cuestiono interesada.

— Te refieres al bosque, ¿verdad? —yo asiento rápidamente— pues... Vengo cuando quiero escapar de este internado.

— ¿Tan mal está? A mi me ha parecido muy acogedora mi llegada a él —los dos reímos por mi comentario.

— No es eso, es que... —se produce un silencio.

— ¿Es que...? —le invito a seguir.

— Verás, no te quería decir esto porque es tu primer día y no te lo quiero hacer peor.

— ¿Peor? Ya te he dicho que me está resultando bastante bueno — ambos volvemos a reír.

— Prefiero no decirte nada...

— Me prometiste que ibas a contármelo todo, ¿recuerdas?

— Vale... Pues entonces te diré que encontré este lugar porque de vez en cuando me quiero alejar de mi tío.

— No te entiendo —digo mirando sus ojos cristalinos como si tras ellos hubiera un rompecabezas que hay que descifrar.

— Es el creador y organizador de este centro. Suele estar en la recepción. Por eso no quería que me viera salir contigo.

— ¿Conmigo? ¿Ahora soy yo el problema?

— No, tranquila, el problema aquí soy yo, por eso si me ven contigo saliendo del internado te ficharán a ti también. Y no quiero eso. He salido mil veces de este internado pero ya no saben qué hacer conmigo y mi tío se hace el sueco cuando me ve salir por la puerta, él sabe que voy a volver, por lo que me voy a quedar mucho más tiempo aquí. Este internado nunca cambiará mi forma de ser. Se que es duro al principio y más teniendo a tu tío como capitán. Y tú siendo nueva no quiero que te pase lo que me pasó a mi.

— ¿Qué te pasó?

Se vuelve a producir un silencio e Izan mira al césped en el que se había sentado.

— ¿Izan...?

— Lo siento, no quiero...

— Bueno, no importa, si no me lo quieres contar no te voy a presionar —le regalo una sonrisa sincera y él me la devuelve.

Izan mira su reloj.

— Es tarde, vámonos. Volveremos aquí cuando quieras, no te preocupes.

Los dos salimos corriendo tal y como habíamos llegado.

Cruzamos la pesada puerta dejándome pasar a mi primero, como la primera vez. Pero esta vez si estaba el recepcionista. Yo iba a seguir tan normal, pero al ver la cara de piedra que se le quedó a Izan, recordé que el recepcionista era su tío. Y sabía que no le esperaba nada bueno.

~ ~ ~

Hey!

Solo quería pasarme para deciros que espero que os esté gustando mi historia. Perdón por haber tardado tanto en subir pero he estado muy liada estos días.

Haceros oír en los comentarios. Cualquier opinión o duda es bienvenida.

Seguid leyendo,

Paula.

ONLY WORDS (editing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora