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Han pasado tres semanas desde el robo del retrato del Marqués de Northam y la espera se hace eterna.

- ¿En qué año terminó la segunda guerra mundial?

Todos te miran como si fueses un ladrón... como si fueses el ladrón. Incluso ese hombre que vaga por los pasillos con un carrito de la limpieza, ese que está en todas partes, que vayas donde vayas te lo encuentras.

- Señorita McKenzie, ¿en qué año terminó la segunda guerra mundial? - Dice el profesor alzando el tono de voz.

Siento cómo ese hombre me vigila, cómo los profesores me vigilan, e incluso siento cómo los internos me vigilan. Es todo tan agobiante.

- Mc, Mc ¡¡Eh, Mc!!

- ¡¿Qué?!

- El profesor te está hablando... - Dice Izan susurrando.

Ahora sí que siento como todos me vigilan. Todas las miradas puestas sobre mí. Todo está en silencio y lo único que escucho es alguna que otra risita.

- Le volveré a preguntar, ¿en qué año terminó la segunda guerra mundial?

- No lo se, profesor - Respondo. Es la verdad y si me invento la respuesta quedaré peor aún.

- Muy bien... - Dice acercándose a mi y me tengo que secar el sudor de las manos en mis vaqueros - Entonces le haré otra pregunta mucho más fácil: ¿se puede saber en qué estaba pensando en vez de atender a la clase de historia?

Iba a decirle la verdad, que estaba pensando en el retrato del Marqués, pero no podía. Todos pensarían que he sido yo la ladrona cuando no es así. Tengo que buscar una escusa... rápido Mc, piensa...

- No tengo por qué decirle en qué estaba pensando - No se me ocurrió nada mejor - Por algo se llaman pensamientos, ¿no? Quiero decir, son mis pensamientos, y si quisiera decirlos en voz alta dejarían de serlo - Y entonces es cuando meto la pata hasta el fondo.

A toda la clase le desaparece la sonrisa de la cara, incluido Jack, que siempre sonríe. Y el profesor me mira desafiante por unos segundos, unos larguísimos segundos llenos de incomodidad y silencio. Los segundos más largos de mi vida diría yo.

- ¿Me acaba de contestar? - Dice por fin.

- Me ha hecho una pregunta - Respondo - ¿Qué pretendía que me quedase callada?

- Muy bien, señorita bocazas... - empieza a decir y se acerca mas aún, tanto que se apoya en mi mesa y casi puedo oler su apestoso aliento a ajo podrido - entonces, ¿acaso me está diciendo que quiere quedarse toda la tarde en el aula de expulsados?

- ¿Cómo? - Digo rápidamente - ¡Yo no he dicho nada de e...!

- Muy bien, si eso es lo que quiere - Me corta.

- ¡No es lo que...! - Intento explicar y me vuelve a cortar.

- Cuando termine la clase se vendrá conmigo al aula de castigados.

Ya ni si quiera merecía la pena intentar que el profesor cambiara de opinión. Solo tenía que esperar a que mis mejillas volviesen a su color habitual.

~ ~ ~

Sigo al profesor hasta el aula de castigados, donde me dice:

- Que te lo pases bien, señorita bocazas - Y me cierra la habitación con llave.

Me doy la vuelta y me echo en la puerta durante unos segundos. Al cabo del rato me doy cuenta de que hay más gente aquí. El aula es bastante grande, por lo que cabrían cuarenta personas y se podría seguir respirando. Hay varias mesas y sillas y una pizarra como en las clases normales; además de varios pósters: uno de la tabla periódica, otro de las partes del cerebro humano y otro de un mapamundi político.

ONLY WORDS (editing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora