Han pasado tres meses desde que entré en el internado, más o menos. Y he pasado más tiempo en el aula de castigados que en clase. La verdad es que prefiero estar aquí con los chicos de siempre que dando clase con cualquier profesor amargado de este internado.
La razón por la que me encuentro aquí por tercera vez en el día es porque ayer me peleé con Emma. Ya he aguantado suficiente y no podía callarme más tiempo. Me ha insultado y me ha dicho que nunca encontraré los trozos de retrato que ella misma escondió. Así que empecé con una torta en la cara y terminé arrancándole algún que otro pelo de su cabellera dorada.
Cuando el señor Malone me pidió explicaciones, no pude decirle nada, ya que no me creería. Y por eso estoy aquí ahora mismo. Él cree que encerrarme en un aula por horas va a hacer que me arrepienta de mis acciones y que madure. Qué quivocado está.
Claro que esto tiene sus consecuencias. A cualquier persona le parecería una mala idea pasar casi una semana encerrada en el aula de castigados. A mi, sin embargo, no me parece tan malo.
Aquí paso las horas jugando a las cartas con Owen y Daniel, dibujando en la pizarra con Isa (que, aunque ella diga que es muy fácil yo todavía no se ni dibujar un círculo), o pintándole cosas en los brazos a Hugo.
Ayer Isa y yo le pintamos con rotulador permanente penes por todos los brazos, y hoy Hugo trae mangas largas. Hoy Isa y yo nos hemos echado unas risas cuando lo hemos visto asfixiado de calor en la cafetería.
- Hasta la hora de cenar - Dice una voz irritada de mujer al otro lado de la puerta que no consigo reconocer.
Izan entra con una media sonrisa y saluda a Owen y a Daniel.
- ¿Qué haces aquí? - Le pregunta Owen.
- Jack ha tirado la silla del profesor por la ventana mientras había salido a hacer unas fotocopias - No puedo evitar reirme.
- ¿Y qué has hecho tú? - Pregunto.
- Decir que fui yo - Dice entre risas.
- Qué gilipollas eres... - Dice Daniel riéndose.
- Lo se, pero bueno, al fin y al cabo - dice alzando las manos - estaba guardándole las espaldas a mi amigo, no me lo podéis replicar.
- Eso también es cierto - Interviene Isa sonriendo, que estaba dibujando un alienígena en la pizarra.
Los chicos siguen jugando a las cartas y yo sigo sentada, pensando en todo y en nada a la vez. Izan se acerca a mi, arrastrando una silla y se sienta en ella.
- ¿Hasta cuándo estás aquí hoy? - Musita.
- Todo el día, hasta la hora de cenar - Le respondo, con el mismo tono de voz.
- Genial, entonces no te importa que salgamos de aquí - Dice sonriendo.
- Izan, hay cámaras de seguridad, nos pillarían y acabaríamos aquí otra vez - Digo recostándome en el respaldo de la silla.
- Tranquila, se una salida fácil, nadie tiene por qué saber nada. Bajamos por la fachada fácilmente sin entrar en el edificio; fuera no hay cámaras de seguridad.
- ¿Estás seguro?
- Segurísimo - Me dice levantando las cejas. Creando esa expresión que crea cosquillas dentro de mi estómago y me hace sonreir.
Me levanto y muevo la mesa un poco para colocarla justo debajo de la cristalera. Me subo igual que la otra vez y ayudo a Izan, aunque tampoco necesita mucha ayuda, parece que ha subido al tejado mil veces. Antes de ponerme de pie asomo la cabeza por el hueco del techo y digo:
- Volvemos antes de cenar, ¡no os vayais sin nosotros!
- ¡Vale! - Exclaman los chicos a la vez.
- Adiós - Dice Isa sin apartar la vista de su dibujo.
Izan me da la mano y me ayuda a levantarme. Le suelto y me sacudo los pantalones. Él hace lo mismo.
Andamos por varios minutos hasta llegar al otro extremo del internado.
- Yo bajo primero - Dice Izan a la vez que se sienta en el borde del tejado. Yo le imito.
Se da la vuelta y apoya el pie en una ventana mientras se agarra al tejado.
- No pensarás bajar saltando de ventana en ventana, ¿verdad? - Digo asustada.
- No tranquila, tú solo haz lo que yo - Dice sentándose en el borde de la ventana.
- Esta ventana da al cuartito de la limpieza, nadie te va a ver si te sientas aquí, ven - Me dice y me siento con él en el borde - Ahora agárrate a la escalera y baja, después de mi.
Él baja primero y mientras vamos bajando peldaño a peldaño me va explicando.
- Esta escalera la construyeron para acceder al tejado fácilmente, pero cuando el internado tenía dos plantas; al construir la tercera se olvidaron de seguir con la escalera, por eso ahora para salir de aquí hay que saltar a la ventana primero.
- Vaya, ¿también eres guía del internado? - Digo riéndome.
- Hay muchas cosas de mi que no sabías - Me responde con tono misterioso y una media sonrisa.
Él da un salto y cae en la hierba, yo hago lo mismo.
Después de un rato caminando hacia ninguna parte, llegamos a la parte de atrás del bosque de eucaliptos.
- Oye.
- Oigo - Respondo.
- ¿Has entrado alguna vez en la cabaña?
- Que va... ¿entramos?
- Claro - Responde con una sonrisa y yo se la devuelvo.
Cruzamos el bosque de eucaliptos rodeando los árboles y llegamos a la cabaña. Izan abre la puerta a duras penas, ya que la madera estaba hinchada y mugrienta.
- Esto fue antes una estación de tren, por eso hay unas vías aquí al lado, también abandonadas.
- Guay - Respondo al entrar.
- Bueno, en realidad, lo que queda de ella, mi tío me dijo que se desmontó en la crisis de los 80 y esto fue lo que quedó, una pena la verdad.
Izan enchufa una lamparita que hay encima de un escritorio y abre una ventana que da a la parte de detrás, mirando hacia el bosque.
Entra la suficiente luz como para ver que hay telarañas en el techo y que está todo empolvado.
Hay documentos y cristales rotos esparcidos por el suelo. Un armario de metal con las puertas abiertas, vacío. A su izquierda hay un par de sillas de madera, llenas de agujeros, las polillas se la han comido. Avanzo un poco y veo un baúl en la esquina, más al fondo, en la penumbra. Lo abro y salen varias arañas de dentro, un escalofrío recorre mi cuerpo y me alejo un poco, pero la curiosidad me vence y me vuelvo a acercar al baúl.
Voy sacando cosas: cables, más documentos, cajas de cartón vacías, tazas y libretas con el símbolo de la estación... pero hay algo al fondo que me llama la atención.
- ¡Mc cuidado! - Grita Izan - ¡Tienes una araña!
- ¿Dónde?
- ¡Ahí, en el brazo! - Dice señalando mi brazo izquierdo.
- Ah, vale - Digo con tranquilidad al ver que la araña ni si quiera alcanza el tamaño de mi uña. Cojo la araña y la tiro.
- Las arañas me dan mal royo, deberíamos de irnos...
- Espera.
- Mc, está anocheciendo - Dice sacando la cabeza por la ventana -, se hace tarde.
- No no, espera.
- Mc...
- Izan... deberías ver esto.
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ONLY WORDS (editing)
Teen FictionDurante estos 17 años de vida siempre he creído que todo lo que las personas dicen son tan solo palabras sin importancia. Palabras sin sentido ni argumento. Palabras que se dirigen directas a la boca sin recorrer mente y alma antes. Pero la vida me...