El bar Alcalá nunca volvió a ser el mismo tras la muerte de Armando Navarro.
Habían perdido clientes, los tragos estaban insípidos y ni siquiera la luz de la bella y talentosa Rosario Montes había vuelto a brillar con la misma intensidad. A pesar de todos los enfrentamientos entre ellos, la cantante extrañaba a su marido y su duelo era protagonista cada vez que se apagaban las luces y la banda comenzaba a tocar.
Las personas que iban allí lo hacían con la intención de divertirse, no de escuchar los lamentos de una viuda. Entonces, cuando los ánimos comenzaron a decaer, también lo hizo el dinero en la caja.
Esa mañana, Rosario encontró a su gran amiga Panchita López sentada en una mesa, dinero en mano, mientras el resto de bailarines y empleados se encargaban de alistar el local para la presentación de esa noche. La expresión de su rostro no presagiaba nada bueno, y Rosario lo pensó dos veces antes de acercarse y preguntar qué estaba pasando.
—Ay, amiga—empezó a lamentarse Panchita—, cada vez cuento menos—agitó un par de billetes en el aire, mientras Rosario arrastraba una silla y caía sobre ella—. Si seguimos así, dudo que hagamos suficiente caja para pagarles a todos a fin de mes. Nos veremos obligadas a despedir personal.
Rosario apoyó los codos en la mesa, agarrándose la cabeza con las manos. Un suspiro de frustración sacudió su garganta.
—A ver, ¿y qué me propones que haga?—su tono sonó más hostil de lo que le hubiera gustado—. Me dejé la piel para contratar a la nueva cantante y no he conseguido que el público se olvide de la desquiciada de Pepita Ronderos. ¡No hacen más que quejarse!
—No, si hay que reconocer que la chica nueva no está nada mal, pero la chispa y el carisma de Pepita son difíciles de imitar.
—Quién sabe lo que está haciendo esa loca—resopló—. Probablemente cantando y bailando en algún bar de Europa, mientras nosotras aquí nos quedamos sin opciones.
Panchita se frotó los ojos y puso los billetes junto a la pila de dinero sobre la mesa.
—Y tu ánimo no se levanta ni un poquito, ¿verdad, amiga?—le dijo a Rosario.
Ella respiró hondo.
—Se me retuercen las tripas al pensar en lo que diría Armando si viera su bar en el estado en que quedó.
Panchita negó con la cabeza. Su antiguo jefe amaba ese bar casi tanto como a la propia Rosario. Le entristecería mucho saber que el fruto de años de trabajo estaba a punto de irse por el desagüe.
—Amiga, sé que no te gusta la idea—estiró el brazo hacia adelante para apretar la mano de Rosario—. Pero creo que ya es hora de que consideremos encontrar un nuevo socio para el bar. Alguien que invierta suficiente dinero para salvarnos de la bancarrota.
—Creo que tal vez tengas razón—admitió la cantante por más que quisiera morderse la lengua para no aceptar semejante salida—. ¿Pero quién? Los hacendados de este pueblo no escatiman en dejar caer sus billetes en las faldas de las bailarinas, pero a la hora de la verdad no quieren que se les asocie con un lugar como este. Estúpidos engreídos.
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LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙
Fanfiction🐎 𝗜 Franco Reyes y Sara Elizondo disfrutan de sus primeros meses de matrimonio y están más felices que nunca. Todo parece ir muy bien hasta que la inesperada llegada de una nueva familia terrateniente a San Marcos empieza a sembrar dudas en la may...