xviii 𝗜 capítulo dieciocho

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Después de tomar esa ducha, Sarita, sintiéndose más liviana y relajada, regresó a la sala donde la esperaba Franco

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Después de tomar esa ducha, Sarita, sintiéndose más liviana y relajada, regresó a la sala donde la esperaba Franco. Ambos tomaron asiento en el sofá y comenzaron a beber el jugo que Quintina les había preparado, mientras charlaban de trabajo, caballos y planes para el futuro.

Habían perdido la cuenta de cuánto tiempo habían estado así cuando vieron a Oscar entrar por la puerta principal y acercarse a saludarlos. Mientras se quitaba el sombrero y lo colocaba sobre la mesa de centro, el recién llegado empezó a estirar el cuello en todas direcciones como si tratara de encontrar algo. Sarita se dio cuenta y dijo:

—Si buscas a Jimena, no está en la casa. Ella y el señor Boticceli salieron a caminar por la hacienda.

— ¿Ese estirado está aquí?—Oscar preguntó tan abruptamente que ni su hermano ni su cuñada dejaron de notar la hostilidad en su voz—. ¿Qué es lo que quiere?

—Bueno, me imagino aprendiendo más sobre el entorno de Jimena—Franco se encogió de hombros—. Quiero decir, van a trabajar juntos, ¿verdad?

—Eso aún está por verse.

—A mí me ha gustado mucho. Y creo que el interés que tiene en el trabajo de mi hermana es maravilloso.

—No te ofendas, Sarita, pero me parece que no es lo único que le interesa.

— ¿A qué te refieres?

Óscar negó con la cabeza.

—A nada.

Franco, que conocía muy bien a su hermano, rápidamente se dio cuenta de qué era lo que le molestaba tanto del famoso diseñador. Convencido de que los celos de Óscar tarde o temprano le causarían problemas con Jimena, trató de advertirla que se controlara. Pero el muy terco ya se había apresurado a salir por la puerta, presumiblemente en dirección a las pesebreras.

Óscar cruzó toda la hacienda hasta que vio a Juan dando indicaciones a los vaqueros. Cuando se acercó a preguntar por su esposa, no se sorprendió al escuchar que ella y Fabio Boticelli habían estado cabalgando por los terrenos cercanos durante unas dos horas. Pronto la sangre en sus venas hirvió y su pulso se aceleró.

—Relájate, hombre, aquí vienen—Juan palmeó su hombro y señaló el camino que se extendía a lo largo del sendero. Jimena y Fabio se acercaron charlando animadamente sobre sus caballos.

Óscar vio la sonrisa en el rostro del diseñador y sintió el impulso de borrarla a golpes. Estaba claro que el interés de ese sujeto por su esposa iba más allá de la admiración por sus diseños, pero ella era demasiado ingenua para verlo. Sin embargo, Oscar conocía perfectamente a los hombres como él. ¿Por qué si no le importaría tanto el trabajo de una completa desconocida, sin fama ni prestigio en el mundo de la moda?

Cuando los recién llegados desmontaron de sus caballos para que los vaqueros pudieran llevarlos de vuelta a los establos, Oscar se acercó a ellos.

— ¿Me pueden decir dónde estaban?—preguntó, poniendo los  brazos en sus caderas.

LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙Where stories live. Discover now