Franco no sabía cuánto necesitaba esa ducha hasta que el agua caliente llegó a todos los rincones de su cuerpo. Las últimas semanas habían sido estresantes entre mantener el control de la propiedad y trabajar en la oficina. Todavía tenía varios tratos por cerrar, y no queriendo agobiar a sus hermanos con problemas financieros, decidió encargarse de todo él mismo, incluso si eso triplicaba su carga de trabajo. Al fin y al cabo, él era el dueño de toda esa fortuna, y parte de recibir la herencia de doña Eduvina también implicaba un alto grado de responsabilidad. Pensó que podía manejar la carga, pero el par de bolsas oscuras debajo de sus ojos azules no parecían creer lo mismo.Se miró en el espejo y automáticamente su demacrado reflejo confirmó lo agotado que se sentía. Los músculos de sus brazos se crispaban con cada movimiento, aunque no poseía una fuerza excesiva, y su cuerpo no era más que el de cualquier terrateniente que llevara una vida corriente u ordinaria. El cabello rubio podría ser lo único realmente llamativo de él, a excepción de su mirada, que denotaba una nobleza que solo se ve en pocas personas.
Como no había querido despertar a Sarita, las ventanas de su habitación seguían cerradas y las paredes sumidas en una oscuridad casi aterradora (aunque Franco dudaba que algo pudiera ser aterrador en cualquier lugar donde ella estuviera presente). Con la toalla envuelta alrededor de su cintura, se apoyó contra la puerta del baño y la miró en silencio como solía hacer todas las mañanas. En un día normal, su esposa habría sido la primera en levantarse, lista para cumplir con sus quehaceres, pero Franco la disuadió de tomarse al menos una semana libre. Le costó convencerla, pero al final ella acabó aceptando.
No había nadie más merecedor de unas vacaciones que doña Sara Elizondo de Reyes. Desde que habían regresado de su luna de miel, hacía tres meses, la chica no había parado de trabajar como loca, yendo de un lugar a otro y siendo siempre la más dispuesta a dar un paso al frente cuando se le requería. Franco no sabía qué haría sin ella y realmente no tenía interés en averiguarlo.
— ¿Pretende mirarme toda la mañana, señor?—su voz sonó un poco fuerte y grave como resultado de las largas horas de sueño, pero su tono fue lo suficientemente dulce como para hacer sonreír al menor de los hermanos.
—Simplemente admiro lo increíblemente afortunado que soy— respondió—de tener una esposa tan hermosa como usted.
— ¿Cree que ya no huelo a sudor de caballo?—bromeó.
—Tal vez un poco. Pero aún así, todavía la amo.
Sara se quitó la almohada de debajo de la cabeza y se la lanzó a Franco con tanta fuerza que terminó golpeándolo de lleno en el pecho. Él no dudó en responder al ataque y se arrojó encima de ella, colocándose entre sus piernas mientras usaba sus manos para atrapar las de ella a cada lado de su cuerpo. Las risas de ambos llenaron la habitación a punta de carcajadas, como dos niños pequeños divirtiéndose jugando.
—Pido una tregua—Sara besó suavemente a Franco en los labios y luego le rodeó el cuello con los brazos—. A ver, dime, ¿qué piensas hacer hoy?
A pesar de que no podía sentirse más cómodo entre sus brazos, Franco dejó escapar un suspiro al recordar una vez más el largo día que le esperaba.
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LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙
Fanfic🐎 𝗜 Franco Reyes y Sara Elizondo disfrutan de sus primeros meses de matrimonio y están más felices que nunca. Todo parece ir muy bien hasta que la inesperada llegada de una nueva familia terrateniente a San Marcos empieza a sembrar dudas en la may...