ix 𝗜 capítulo nueve

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Podía sentir su corazón latiendo contra el de ella, rápido, no muy constante

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Podía sentir su corazón latiendo contra el de ella, rápido, no muy constante. Fragmentos de conversación a su alrededor, sus cuerpos derritiéndose en la melodía de una canción inquietantemente triste. Suavemente, deslizó su mano sobre su hombro, Franco sobre su cintura. Con sus caras próximas, comenzaron a bailar.

Se preguntó si era posible quedarse así para siempre. Abrazados, tan cerca, absorbiendo la suave fragancia que parecía ser parte de ambos. La forma en que la miró, como si fuera la única mujer que había visto en su vida, le hizo entender por qué era tan fácil despertarse cada día sintiéndose más y más enamorada de él.

A Franco le parecía que estaban demasiado lejos. Seducido, se acercó a ella. Sus ojos permanecieron fijos el uno en el otro mientras él la atraía lentamente hacia él.

La canción hablaba de un amor que se fue para nunca volver, un amor que era imposible de olvidar. De repente, a Sara la invadió el temor de que Franco la abandonara. No estaba segura de poder soportarlo. Estaría perdida sin él, sin sus besos, sin sus caricias.

Con la cabeza apoyada en su hombro, buscó a Sofía Quevedo. Parecía casi perfecta, sentada junto a sus hermanos, bebiendo una copa de champán. Entonces se fijó en Rosario. No les quitaba los ojos de encima. Sus palabras resonaron en su cabeza como un viejo disco rayado: «Mucho cuidado con Sofía Quevedo. Huelo ese tipo de mujeres a kilómetros de distancia. Van por la vida en la piel de un inocente corderito y, cuando menos te lo esperas, sacan las garras y atacan».

Como atraído por su inseguridad, Franco presionó sus labios contra su boca. Cuando sus lenguas se encontraron, Sara olvidó de repente todos sus miedos y dudas. Tal vez estaba siendo tonta al desconfiar de la fuerza de su amor cuando él nunca le había dado motivos para hacerlo. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello mientras se entregaba a disfrutarlo.

Él tomó su rostro entre sus manos, dedos ligeros y acariciadores. Cálida como una vela encendida, Sara sintió que se derretía con su toque. Con Franco había vivido su primer amor, el más desolador, el que le hacía desear que las horas que estaban juntos se prolongaran. Su amor había llegado de la forma más inesperada, abrumador. Y por mucho que trató de negarlo, su corazón no pudo ocultarlo.

— ¿Está todo bien, mi amor?—preguntó Franco, inclinando un poco la cabeza para mirarla a los ojos—. Te noto como retraída.

Sara consideró negarlo, pero él la conocía demasiado bien. Rápidamente se daría cuenta de que estaba mintiendo. Aun así, no quiso mencionar su conversación con Rosario.

—Estaba pensando y preguntándome… —tragó saliva para armarse de valor—, ¿por qué no me contaste sobre el incidente con la señorita Quevedo?

Franco la miró fijamente. Probablemente tratando de encontrar una conexión entre esa pregunta y la incomodidad que de repente parecía abrumar a su esposa. Cuando sonrió, Sara sintió ganas de darle un puñetazo.

LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙Where stories live. Discover now