xxi 𝗜 capítulo veintiuno

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Franco no pudo dormir en toda la noche

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Franco no pudo dormir en toda la noche. Sarita y él habían tomado extremos separados de la cama; tan cerca pero tan lejos. Trató de consolarse con el hecho de que ella no se había ido a dormir a una de las habitaciones de invitados. Tal vez eso significaba que, con un poco de tiempo, estaría dispuesta a perdonarlo.

Sin embargo, había sido su silencio lo que terminó siendo un calvario. Franco hubiera preferido recibir gritos, reclamos; cualquier cosa que le hiciera saber lo herida y traicionada que se sentía. Sin embargo, durante la cena y el resto de la noche, ella no dijo una palabra.

Cuando bajó a desayunar a la mañana siguiente, el ambiente en el comedor era tan lúgubre como un cementerio. Juan y Norma le estaban sirviendo el desayuno a Juan David, quien parecía sorprendentemente tranquilo y silencioso, como si, a pesar de su corta edad, fuera capaz de notar que algo no andaba bien. Jimena miraba distraída a la pared, mientras giraba el tenedor en el plato con una mano. En cuanto notó la presencia de Franco, Sara no tardó en hacer lo mismo.

Suspirando y tras murmurar un breve "buenos días", Franco ocupó su lugar habitual en la cabecera de la mesa. Le pidió a Quintina que le sirviera jugo de naranja, mientras él comenzaba a untar tostadas con mantequilla. De repente, se dio cuenta de la silla vacía junto a Jimena y, con el ceño fruncido, preguntó:

— ¿Dónde está Óscar?

Jimena, nerviosa, dejó caer el tenedor en el plato, sorprendiendo a todos a su alrededor. Miró a cada uno brevemente antes de volver a concentrarse en lo que quedaba de su desayuno, mientras fingía no haber escuchado la pregunta de Franco. Juan puso cara de pocos amigos y comenzó a murmurar juramentos por lo bajo.

—Ese idiota casi se arrastra en la madrugada—respondió Juan, sosteniendo el cuchillo entre sus dedos con más fuerza de la necesaria. Norma se acurrucó junto a él y comenzó a frotarle el hombro cariñosamente para calmarlo—. Manolo y Miguel lo encontraron tirado en los establos, babeando como un tonto y apestando a alcohol. Todavía no se ha despertado, pero en cuanto lo haga, ¡juro que lo mataré!

— ¿Pasó algo que debamos saber?—Franco le preguntó a Jimena, confundido. Óscar no acostumbraba a beber más de lo necesario. Seguramente tuvo una buena razón.

—Discutimos—respondió ella con simpleza, evitando dar muchos detalles.

Sarita se aclaró la garganta sugestivamente. Franco alzó su mirada azul hacia ella y la miró fijamente. No solo Óscar y Jimena estaban pasando por un mal momento. Dio un mordisco furioso a su tostada, maldiciendo una vez más lo estúpido que había sido al ocultarle a Sara la verdad sobre su beso con Sofía.

Norma, cuya atención había recaído en Jimena después de escuchar su confesión, no pudo evitar notar el malestar latente entre Franco y Sara. El problema de vivir juntos era que resultaba muy fácil sentir cuando las cosas no iban bien.

­—Sarita, ¿me acompañas un segundo a la cocina, por favor? —Norma puso a Juan David en el regazo de Juan y comenzó a levantarse de la silla. Tenía la intención de llevar a su hermana a un lugar apartado para preguntarle qué pasaba cuando Óscar cruzó el umbral de la puerta.

LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙Where stories live. Discover now