xvi 𝗜 capítulo dieciséis

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«Tenga mucho cuidado, señorita

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«Tenga mucho cuidado, señorita. No sabe dónde se está metiendo.»

Mientras analizaba con vehemencia la figura seria y casi inmóvil de aquel hombre junto a la puerta del bar, las palabras de Cristóbal seguían resonando incansablemente en la mente de Rosario. Se preguntó entonces con qué propósito mal intencionado las habría pronunciado. ¿Era una amenaza? ¿Había escuchado su conversación con Panchita y tenía la intención de advertir a su patrón de los planes de Rosario?

Dudaba mucho que fuera esto último porque Ernesto no había dado muestras de desconfianza e incluso aceptó, sin aclaraciones indebidas, su excusa por haberse marchado tan repentinamente de la hacienda Quevedo la noche en que descubrió el oscuro secreto de Sofía y Pablo. Fijaron fecha para una nueva cita y ahí se cerró todo.

Entonces, si el objeto no era chantajearla o amenazarla, ¿qué derecho creía él que tenía para decirle lo que podía o no podía hacer? Decidió averiguarlo por su cuenta y mientras Panchita comenzaba su número para la presentación de esa noche, le tocó el hombro a Ernesto y le preguntó:

— ¿Cuánto tiempo dices que trabaja Cristóbal contigo?

—Alrededor de tres años—respondió él, quien, como ella, se había visto obligado a alzar la voz para hacerse oír por encima de la música a todo volúmen y las conversaciones de los clientes.

— ¿Sabes a qué se dedicaba o de dónde viene?

—En general, no presto mucha atención a esos detalles—Ernesto tomó un cubo de queso marinado que habían servido en la barra y se lo metió en la boca—. Me basta con que sean buenos empleados y que sepan ser discretos.

«Discretos, por si un día descubren a dos hermanos besándose, no digan nada», pensó Rosario, y nuevamente la invadió la duda de si Ernesto era cómplice de lo que Pablo y Sofía hacían frente a sus narices.

Su mirada se desvió una vez más hacia Cristóbal. ¿Él lo sabría?

—Es una pena que tus hermanos no hayan pisado todavía por primera vez el Alcalá—decidió cambiar de tema, ya que tantas preguntas sobre lo mismo podrían parecer sospechosas—. Pensé que como ahora eres socio, aprovecharían las horas de ocio para visitarte.

Ernesto sonrió como si le acabaran de contar un chiste que, aunque no muy gracioso, tenía su mérito por ser divertido.

—Sofía es un alma libre, pero no soporta clubes así. Y dudo que Pablo reconozca la palabra “ocio”, aunque la buscara en el diccionario.

— ¿Pasan ellos mucho tiempo juntos?

—Lo normal para dos hermanos que comparten techo.

—No pude evitar darme cuenta de que ella parece interesada en Franco Ryes—Rosario, consciente de que empezaba a allanar un terreno peligroso, se dijo a sí misma que si quería descubrir el misterio de esa familia tendría que obligarse a correr ciertos riesgos.

LOS HEREDEROS〘franco reyes & sara elizondo〙Where stories live. Discover now