vii. Life is bittersweet

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Todos los tributos ya habían sido entrevistados por Caesar, pronto sería mi turno. Empecé a repasar mentalmente todas las indicaciones que me habían dado en estos dos días. Sentarme recta, hablar alto y claro, ser carismática y hablar como si lo hiciese con Katniss.

Oh, cómo la echaba de menos. Ella me hubiese animado mejor que nadie en este momento, porque conoce mis puntos fuertes y débiles mejor que yo misma o cualquiera persona sabelotodo del Capitolio.

Mi nombre fue mencionado en megafonía, era mi momento de brillar. Me levanté del asiento situado en uno de los escenarios secundarios y avancé hasta estar al lado de Caesar. Le estreché la mano y nos sentamos, acompañados por el ruido del público.

- Bueno Adhara, el Capitolio debe ser un cambio muy grande comparado con el Distrito doce, ¿Qué es lo que más te ha impresionado desde que estás aquí?

Miente.

- Nada, era tal y como me lo había imaginado.

- Cuándo apareciste en la ceremonia inaugural - cambió rápidamente de tema, no le gustaba la respuesta que le había dado -, se me paró el corazón, literalmente. ¿Qué te pareció aquel traje?

- El traje era magnífico, aunque me daba miedo quemarme. - El público soltó una sonora carcajada. ¿Tan gracioso era lo que había dicho?-. Cinna es un completo genio por esa creación, y yo me siento agradecida por poder ser su musa.

- Todos pensamos lo mismo ¿No es así, público? - y todo el mundo exclamó, Caesar tenía el control total de ellos. - ¿Y ese maravilloso on-ce de las pruebas? ¡Impresionante!

- Ni yo me lo creo Caesar - puse mi mano en mi boca como si le fuese a contar un secreto -, creía que iba a suspender.

- Nos estás matando - bromeó -, detalles, detalles.

- Material confidencial.

- Una pena. Entonces volvamos al momento de la cosecha, ¿Que fue en lo primero que pensaste al salir voluntaria?

El tono del presentador se suavizó, dejando atrás el tono de broma que había adoptado antes. Él quería la historia triste, y yo se la iba a dar.

- Muchas cosas pasaron por mi cabeza, pero lo primero fue mi madre. Le hizo prometer a... mi padre de que me protegiese de los juegos, que no acabase igual que ella, y aquí estoy - una pequeña lágrima se escapó, al igual que cuando la señora Everdeen la mencionó. Rápidamente la aparté, no quería arruinar el trabajo de mis estilistas.

- A todos nos afectó su trágica muerte, no estas sola - Caesar posó su mano en mi rodilla, en un intento de darme las condolencias.

Claro que a vosotros también os afectó, seguro que os quedáis pensando todas las noches en que hubiese pasado si ella no hubiese salido, o si hubiera ganado. Era lo que deseaba gritarle al mundo, pero en su lugar susurré un simple gracias y mi tiempo se acabó.

El siguiente en salir fue Peeta, aunque debo de admitir que no escuché toda su entrevista, ya que estaba demasiado concentrada en no llorar. Volví a prestarle atención cuando Caesar le preguntó si tenía una novia en casa, a lo que Peeta contestó con un simple meneo de cabeza.

- ¿Un chico guapo como tú? Tiene que haber una chica especial. Venga, como se llama.

- Bueno, hay una chica - respondió, suspirando -. Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy seguro de que ella no piensa en mí de esa manera.

¿Quién será?

- ¿Tiene a otro?

- No, es más de las chicas autosuficientes, eso es lo que más me gusta de ella, no tiene miedo.

¿Katniss? ¿Sydney?

- Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh? - le animó Caesar.

- No va a funcionar. Ganar... no ayudará, en mi caso.

Entonces es Katniss fijo.

- ¿Por qué no?

- Porque... - todo el público aguantó la respiración, incluida yo -. Porque está aquí conmigo.

Las cámaras corrieron hacia mi rostro para dar la exclusiva de mi reacción, mientras yo intentaba procesar todo lo ocurrido. ¿Yo? ¡¿YO?! ¡De todas las chicas del mundo tenía que ser yo! Apreté los puños todo lo que pude y miré hacia el suelo, esperando que este me tragara y me llevara de vuelta a la pradera.

- En fin, nadie puede culparte por ello, es difícil no enamorarse de esa jovencita. ¿Ella lo sabía? - Y las cámaras volvieron a enfocarme.

- Hasta ahora, no - me atreví a mirar un momento a la pantalla, para verme a mi ruborizada.

- Bueno, te deseo lo mejor Peeta Mellark, y creo que hablo por todo Panem cuando te digo que te llevamos en el corazón.

Y el público explotó en un sonido ensordecedor que ni el propio himno pudo apaciguar. Los tributos nos pusimos en fila y nos fuimos a nuestras respectivas plantas. Una vez en la planta doce, encontré a Peeta y le pedí explicaciones a mi manera. Le dí una bofetada que de la fuerza, torció el gesto; instantanemante me arrepentí y lo abracé.

- ¿Por qué lo has hecho? - demandé, contra su hombro.

- Quería garantizarnos patrocinadores.

- Ahora voy a parecer débil por tu culpa.

- Te ha hecho parecer deseable, Adhara. Los trágicos amantes del Distrito doce va a ser vuestro pase para que uno gane los juegos. - añadió Haymitch.

Podía notar las lágrimas borbotear en mis ojos, queriendo salir, así que me dirigí a mi habitación y estuve allí desahogándome hasta que alguien entró y se sentó en el borde de la cama, a mi lateral. Por el peso pude deducir que era Haymitch o Peeta.

- Peeta me ha contado lo de vuestra alianza con los profesionales. Ha sido un buen movimiento, pero tendrás que salir cagando leches cuando vayan quedando pocos tributos, y siempre duerme con un ojo abierto. - Lo ignoré esperando que se fuese, pero no coló -. Effie quiere despedirse.

Me incorporé a la vez que me restregaba el rostro haciendo que desapareciera la más mínima prueba de que había estado llorando. El repiqueteo de los tacones de Effie me avisó de que ya había entrado.

- Oh, Adhara - me sujetó el rostro entre sus delicadas manos capitolinas -, ha sido un honor patrocinarnos este año, Peeta y tú habéis sido los mejores tributos que han pasado por mis manos en años - se sorbió la nariz y terminó -. Espero verte el año que viene como mentora.

- Yo también lo espero Effie, yo también.

. . . .

La noche antes de los juegos sufrí la peor pesadilla que había tenido en años. Estaba de vuelta en la trastienda de la panadería Mellark, donde toda la familia me apuntaba con un dedo acusador mientras yo solo repetía una frase entre sollozos:

No fue mi culpa

La pesadilla se acabó cuando el patriarca decidió acabar con mi vida en el sueño, ahí fue cuando me levanté gritando a todo pulmón. En menos de un segundo después del grito, alguien abrió la puerta de mi habitación.

- ¿Estás bien? - preguntó un Peeta muy alarmado.

- Solo era una pesadilla.

- Parecía que te estaba matando.

- Lo estaban. - contesté con ademán de quitarle importancia a la situación.

Peeta esbozó una simple sonrisa.

- Buenas noches - andó sobre sus pasos, pero yo lo interrumpí.

- ¿Peeta? - el mencionado se dió la vuelta - ¿Te puedes quedar? No quiero tener más pesadillas.

- Claro.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now