xiv. Impotence

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Haber podido unir fuerzas con Peeta había sido un peso menos sobre mis hombros, aunque ese peso parecía que intentaba volver. Estuvimos recorriendo la orilla del río buscando un buen refugio para pasar esta noche, porque Peeta parecía no mejorar - las vendas de Haymitch habían ayudado bastante, pero no lo suficiente para que su fiebre bajara - y mi experiencia me dice que será mejor ahorrarle el sufrimiento, aunque me cueste admitirlo.  

- No se ya como ayudarte, Peeta.

La desesperación e impotencia se adueñaron de mi después de haber intentado de todo para bajar su temperatura, además del hecho que el único refugio que habíamos encontrado era una maldita cueva. Parecía que el destino se estaba riendo de mi.

- No importa, Addy - posó su mano ardiente sobre la mía fría por haber estado sumergida en el agua del río -. Ya me encuentro mejor.

- No hace falta que te hagas el valiente.

Peeta intentó mantener contacto visual conmigo, aunque aparté la mirada dos segundos después. No quería mirarle en ese estado, quería que mi último recuerdo sobre él fuera un Peeta alegre y lleno de vida, no como ahora. 

- Puedo hacerte una pregunta . - asentí ligeramente con la cabeza mientras daba respiraciones profundas - ¿Son de un accidente o las has echo tú?

El tacto de sus dedos rugosos dentro de mis mangas no era para nada agradable, y menos cuando empezó a acariciarlas como si se trataran de las cuerdas de una guitarra. Rápidamente aparté el brazo y me incorporé lejos de su cuerpo, de cara a las piedras como si ellas me fueran a dar la respuesta a su pregunta. Me despojé de toda la ropa hasta quedar en camiseta interior, dejando así los cortes al aire. 

Cuando por fin encontré las palabras adecuadas volví a mi sitio de antes.

- Cuando mi padre murió me quedé sola en el mundo, vivir perdió todo el sentido para mi. Nadie se preocupó de mi, solamente lamentaban que una chica tan joven hubiera sufrido tanto, pero no hacían nada para solucionarlo. Y esos comentarios cansan, son... - la voz se me quebró a mitad de la frase - insoportables. Me sumí en una espiral de dolor y sufrimiento interminable; no comía, no dormía, y por no hablar de las horribles pesadillas. Hasta que un día dije basta, no podía seguir viviendo así, y la única solución que encontré fue la muerte. 

Pude notar como su mirada cambiaba de curiosidad a lamento en unos segundos. Estuvo a punto de hablar, pero mi historia no había terminado todavía. Agarré su mano derecha y la volví a posicionar sobre los cortes.

- Estos cerca de la muñeca son de aquella vez, suerte que si había alguien que se preocupó por mi - sonreí al recordar lo heroica que fue Katniss para ignorar toda aquella sangre y llevarme hacia su madre. Fui moviendo su mano conforme le indicaba -. Los siguientes son de cuando me da un bajón, los hago para sentir algo. Sentirme viva supongo. Y estos cerca del codo son los últimos, del día de las pruebas.

Soltó su mano de mi agarre y la subió hasta mi mejilla para apartar las inminentes lágrimas que no paraban de escapar de mis ojos. Intenté mantenerme fuerte, por él, por Katniss y Primorse, por el Distrito doce, por Rue, pero no pude. Juro que lo intenté, pero eran ya demasiados años de tristezas encerrados y el estado decadente de Peeta había sido la gota que colmó el vaso. Me dejé caer sobre su pecho y, una vez en aquella falsa comodidad, lloré como si volviera a aquella época. Lloré como si mi madre acabara de morir frente a todo Panem y mi padre hubiera sido aplastado por rocas, como si el único chico que ha mostrado interés en mí se estuviera muriendo frente a mi y yo no pudiera hacer nada, como si me estuviera perdiendo a mi misma. 

- Ahora me tienes a mi - susurró, y no por gusto, sino porque se estaba quedando sin energías.

- Pero por poco tiempo.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now