xv. One less

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Todo estaba muy tranquilo, demasiado para ser un banquete en la Cornucopia. Repasé todos los árboles de alrededor antes de disponerme a dar un paso al frente y entrar al claro donde se encontraba la salvación de Peeta. Con el arco cargado en mano, corrí todo lo rápido que la venda en la pierna me permitió hasta llegar a la mesa donde ya solamente había tres bolsas, la chica del cinco se había adelantado con creces.

- ¡Doce! 

Toda la felicidad que había sentido al llegar de las primeras se esfumó nada más escuchar la voz de la maldita Clove a mi espalda, probablemente esperando a que me gire para lanzarme otro cuchillo. ¿Cuántos cuchillos tiene esta mujer?

- Peeta está en aquellos arbustos esperando - mentí, todavía dándole la espalda -. No te recomiendo pelear ahora.

- Probablemente Cato lo haya encontrado a estas alturas.

Sopesé la velocidad con la que tenía que cargar el arco, girarme y dispararle en comparación con su velocidad de reacción; nunca fui buena en matemáticas pero esta vez pude ver claro que llevaba las de perder. Mi única esperanza era que el compañero de Distrito de Rue apareciera, si es que Cato no lo encuentra antes, y me ayudara... Algo complicado después de dejar que Rue muriese, probablemente me guarda algo de rencor.

Afiancé mi agarre al arco y disparé todo la rápido que pude, aunque como esperaba Clove fue todavía más rápida en esquivar mis flechas y correr hacia mi. Puse todo mi empeño en cada una de las flechas que le lancé intentado frenarla, pero ninguna le dio. A cada paso que daba hacia mi dirección y cada flecha que gastaba, más esperanzas perdía; le hice una promesa a Peeta difícil de cumplir. Hasta que Clove pareció distraerse con algo, una luz cálida que se reflejaba en sus ojos pareciendo cegarla.

Dejó caer el cuchillo al suelo y se llevó las manos a los ojos para evitar aquella luz cegadora, mi momento de contraatacar había llegado. Ahora era yo la que corrían en dirección a la otra con sed de sangre, sin ninguna flecha en el carcaj aunque recogí alguna que había utilizado anteriormente por el camino. Una vez que hube llegado a su altura me encargué de empujarla hacia el suelo con toda la ira que había guardado estos días, nunca antes me había sentido tan bien al empujar a alguien.

Forcejeamos durante unos minutos en el suelo por ver cual de las dos se hacía con el control de la situación hasta que ella acabó subida en mi regazo sujetándome ambas manos mientras que con la mano que le quedó libre examinaba la insignia del Sinsajo de Katniss. La luz cálida que le había cegado. 

- ¿Cómo han dejado que lleves esto? - susurró con la voz entrecortada como consecuencia del forcejeo. Me retorcí en un intento de desequilibrarla, ganándome un puñetazo en la mejilla como respuesta - Este es tu final, chica en llamas

Realmente llegué a pensar que ese era mi final, morir a manos de Clove; los espectadores estarían todos pegados a sus pantallas observando el combate tan esperado, incluidas las tres mujeres que había considerado mi familia por tanto tiempo. Mi único pensamiento fue Peeta, estaría esperándome durante a saber cuanto tiempo y después saldría de la cueva a esperar a Cato para que lo matase. No se decir cual de nuestras dos muertes va a ser más patética, el Distrito Doce acabado por el Distrito Dos. Menuda mierda. 

Había perdido todas las esperanzas en la situación una vez que Clove se puso a elegir meticulosamente el cuchillo con el que iba a acabar con mi patética vida llena de disgustos y amargura allá por donde mirases.

- Hazlo lento, por favor. - susurré sorprendiéndola al instante. Si iba a morir que por lo menos le sirviese a Peeta para conseguir patrocinadores, aunque fuese por el estereotipo de débil con el que he estado luchando estas semanas.

- Así que Cato lleva razón, te gusta que te hagan daño.

- Pero más me gusta hacérselo a los demás. - reuní toda la saliva y sangre, proveniente del golpe anterior, y lo escupí con toda la rabia del mundo hacia su cara de arpía. Habría pagado millones por poder volver a ver su cara de asco y sorpresa.

- Oh, si que va a ser lenta tu muerte, igual que tu amiguita Rue.

Pude notar como la hoja de su cuchillo se deslizaba levemente desde la ceja derecha hasta el labio inferior, provocando que la cantidad de sangre fuera más escandalosa que el corte, además de nublarme la vista por un lado. No noté nada más hasta que Clove fue apartada brutalmente de mi; solamente la escuché gritar. No tuve tiempo de reaccionar ante aquella amenaza invisible para mi, aunque podía escuchar los gritos de Clove llamando a su compañero de Distrito.

Una vez que conseguí apartar aquel líquido espeso de mi campo de visión, me incorporé torpemente para descubrir al chico del once sujetar a Clove a treinta centímetros del suelo. 

- ¿Qué le has echo a la niña? - me sobresalté al escuchar aquel tono de voz tan grave como alto - ¿¡La has matado!?

- ¡No! ¡Fue ella, la zorra del doce!

La furia que me recorría el sistema sanguíneo en esos momentos era indescriptible; tensé los músculos por si el chico se creía aquella mentira tan poco elaborada. Ambos miraron hacia mi dirección antes de seguir con el interrogatorio.

- ¡Mientes! Te he escuchado mencionando su nombre.

Mientras que el compañero de Rue decidía el destino de Clove me dediqué a recoger algunas de las flechas más cercanas a mi posición. Una vez que hube terminado mi misión, anduve con pasos lentos y cautelosos hacia donde ellos se encontraban con una flecha tendida hacia él.

- Por ella.

Al principio no pareció pillar la idea, pero pasados unos segundos aguantó a Clove entre su brazo y pecho para dirigirme un gruñido y agarrar la flecha. En menos de un latido de corazón Clove yacía muerta en la pradera con una flecha atravesándole el cráneo; no la había matado yo, pero si una de mis flechas. Suficiente para calmar mi conciencia.

- ¿Era verdad? - me devolvió la flecha impregnada en sangre de Clove, aún manteniendo las distancias. - ¿Eráis aliadas tú y Rue?

- Formábamos un equipo. Volamos las provisiones de los profesionales pero el chico del Distrito uno llegó antes que yo, y... le canté hasta que... se fue. - intenté explicarle lo más rápido que pude, todavía con algo de miedo de que yo fuera la siguiente - Si vas a matarme prométeme que también matarás a mi compañero, Peeta Mellark.

Apuntó un dedo acusador hacia mi.

- Tu y yo estamos en paz, no nos debemos nada ¿Entendido? - agarró la bolsa de su Distrito además de la de Cato  y emprendió una corta caminata antes de girarse y decir: - Por la niñita.

Recogí el resto de las flechas y emprendí el viaje de vuelta hacia Peeta satisfecha por la situación. Quedamos cinco; un enemigo claro y dos neutros. Un aliado incapaz de sobrevivir por su cuenta y una gran herida en mitad del rostro retrasaban con creces mi camino hacia la victoria, porque a no ser que el contenido de la bolsa sea milagroso dudo que Peeta aguante un par de días más.

Y Cato. Podría estar en mi busca o tanto como en la de Peeta o como del chico del once, incluso podría estar a punto de descubrir a un indefenso Peeta adormilado todavía en las primeras horas de la mañana. Aceleré mi paso canal arriba por el río mientras limpiaba cuidadosamente toda la sangre. 

La presión en mi pecho se aligeró levemente al encontrarme todavía a Peeta dormido en la cueva, sano y salvo. Una vez en la comodidad de la cueva abrí la mochilita naranja para descubrir una caja delgada y una aguja hipodérmica; sin vacilar se la introduje a Peeta en el brazo ganándome un leve gruñido por su parte.

Intenté pensar en alguna manera más de ayudarle o ayudarme, pero por ahora lo mejor iba a ser descansar un poco, recobrar todas las horas perdidas vigilando a Peeta respirar. Me dejé caer en su regazo empapándolo levemente con la poca sangre que todavía quedaba, su brazo no tardó en abrazarme por la cintura y atraerme hacia él.

- Me alegro de que hayas vuelto.

- Y yo de estar de vuelta.

Lo último que recuerdo es de la manera que Peeta jugaba con mi pelo tan desinteresadamente, como si no acabara de salvarle la vida.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now