xii. Insane in the brain

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Cato, Marvel, Clove y otro chico que no llego a reconocer se encuentran delante mía, siendo únicamente separados por un enorme claro. La pila de suministros no pasaba desapercibida tampoco. La misión parecía fácil en un principio, pero había algo que se me escapaba. La distancia, una red cubriendo la pirámide y la presencia del otro chico. Mientras trato de adivinar la trampa que me esperaba, Cato grita algo. Señalaba lejos en el bosque, Rue ya había encendido la primera hoguera.

Después de una larga pelea sobre si el chico debía quedarse o no, los cuatro tributos se alejaron de la nueva Cornucopia, esperando encontrar a Peeta o a mi en esa hoguera. Nadie se esperaba que el pequeño pajarillo hubiera decidido arriesgarse. 

Estaba a punto de salir cuando la chica del cinco apareció, arrastrándose con cautela. Cuando se percató de que no había peligro, empezó a correr hacia el alijo posando sus pies en sitios muy específicos y sin dejarlos mucho ahí. Llenó su mochila y volvió a repetir el mismo baile de antes, saliendo sana y salva. Hurra por el chico del tres - por fin me acordé de él - y por su destreza para reactivar minas, y chafar planes. 

¿Y ahora qué? Mi plan inicial había sido desmontado por completo. Volví la vista hacia el bosque, para descubrir que la segunda fogata ya estaba encendida, me quedaba sin tiempo. Observé el alijo por última vez, para volver a trazar un plan. Apoyé una rodilla en el suelo y afiné la puntería, máximo cuatro flechas. La primera rasga la bolsa, provocando un agujero de tamaño considerable en el fondo, pero todavía era demasiado pequeño para que las manzanas cayeran. Inspiré hondo y volví a probar suerte, esta vez consiguiéndolo. 

El impacto con el duro suelo de la llanura me dejó sin aire, además del incansable pitido que mis oídos repetían a causa de la explosión. Definitivamente explotar sus provisiones iba a ser más definitivo que quemarlas. El suelo siguió temblando varios minutos, mientras yo me tomaba el lujo de observar como la pila de suministros salía por los aires, marcando así el verdadero inicio de los Juegos del Hambre para los profesionales.

Hablando de ellos, acababan de aparecer por el mismo sitio por donde se fuero anteriormente. Cato se veía realmente enfadado, hasta tal punto de agarrar al chico del tres por el cuello de la camisa y levantarlo del suelo, creía que había sido su culpa. Cato agarró su cuello y lo estrujó contra su pecho. Así de rápida fue la muerte del chico del Distrito tres.

Por lo menos no tenían ni la más mínima sospecha de que hubiera sido yo, por fin algo bueno. Aunque se me acabaría la suerte si me encontraran tirada entre los arbustos lindantes con la llanura, moriría igual que el chico del tres. Espero pacientemente a que el mareo desaparezca y después comienzo a andar, conforme me alejaba de la llanura mi velocidad iba aumentando. Tenía que encontrar a Rue, o a Peeta.

Todavía algo aturdida y sin escuchar nada por el oído izquierdo, llego a la tercera hoguera, nuestro lugar de reencuentro. De la manera que las ramas y hojas están colocadas me dan a entender que Rue ni siquiera había pasado por aquí, un dato alarmante. Esperé varios minutos, pero la paciencia no es uno de mis fuertes, así que finalmente salí en su búsqueda.

Llevaba ya varios minutos en su búsqueda cuando un grito profirió la paz del bosque. Un grito infantil, de niña, y en la arena no puede pertenecer a nadie más que a Rue. Empecé a correr en su dirección, sabiendo perfectamente que podía ser una trampa de los profesionales, pero a estas alturas ¿Qué más da?

- ¡Adhara, Adhara!

- ¡Rue! - respondí, para que supiesen que estaba cerca, que la chica que les había atacado con rastrevíspulas y que había conseguido un once inexplicablemente estaba en su camino hacia ellos - ¡Ya voy!

Lo primero que vi al llegar al lugar de donde procedían los gritos fue a Rue atrapada entre el suelo y una red. Sin dudarlo me abalancé sobre ella y utilicé una de las flechas para rajar la red y sacar a mi aliada, no pudo agradecérmelo cuando tenía una lanza clavada en el estómago. Me levanté todo lo ágilmente que pude y corrí hacia Marvel, lo tiré al suelo y empecé a perforarle el cuello y pecho con la misma flecha de antes. La sangre salía por cada uno de las perforaciones que le había causado, cubriéndome como en mi último día en casa.

No paré hasta que la tenue voz de Rue me llamó, recordándome de que se estaba muriendo. Solté la flecha ensangrentada a un lado y acudí a su tenue llamada, todavía sin poder creer lo que estaba pasando. La única persona que realmente me había ayudado desde que abandoné mi hogar se estaba muriendo en mis brazos, y lo único que yo podía hacer era observar.

- ¿Tuviste éxito? - fue lo primero que susurró.

- Hasta el último pedacito ha sido destrozado  - asentí aguantándome las ganas de llorar hasta que me muriera por deshidratación.

- Vas a ganar.

- Lo haré, por las dos. Por las sinsajos - le prometí. Justo se oyó un cañonazo, debería de ser por Marvel.

- No te vayas. 

- Me quedaré todo el tiempo que haga falta.

Me acerqué más a ella y le apoyé la cabeza en mi regazo. Después aparté unos tupidos mechones de pelo oscuro de la cara y se los recogí detrás de la oreja. Justo en ese momento Rue susurra algo muy bajo, obligándome a acercar mi oreja a su rostro.

- Canta.

Asentí mientras que unas lágrimas rebeldes escapaban de mis ojos, siendo apartadas más abajo por la mano ensangrentada de Rue. Busqué en mi memoria una de las muchas canciones que el padre de Katniss y el mío cantaban en los días libres, cuando íbamos de paseo. Aclaré un poco mi voz y empecé a recitar mi favorita.

»Profundo en el prado
bajo el sauce
una cama de hierba
una suave almohada verde

Recuesta tu cabeza
y cierra los ojos
y cuando abren
el sol subirá

Rue acababa de cerrar los ojos. Todavía se le movía el pecho, pero cada vez con menos fuerza. Dejé que el nudo de mi garganta se deshiciera y que las lágrimas corrieran libres, ya no había ninguna necesidad de seguir fingiendo. Recobré un poco el aliento para terminar la canción, para ella.

Aquí es seguro
aquí hace calor
aquí las margaritas te guardan
de todo daño

Aquí tus sueños son dulces
y mañana los trae verdad
aquí está el lugar
donde te amo

Todo se sumió en un tranquilo silencio; entonces, de una manera casi inquietante, los sinsajos repitieron las notas de la canción dándole un toque especial. Observé la manera en la que mis lágrimas empezaban a cubrir el rostro de Rue, mientras procesaba todo lo ocurrido sin ni siquiera haber sido medio día. Después de esa pausa abracé su cadáver por última vez, sintiendo como su calor se desvanecía. Me permití el lujo de un desgarrador grito para desahogarme, pero no funcionó.

- Lo siento, lo siento, lo siento... 

La dejé reposar lentamente sobre el manto verde, como si no quisiera despertarla. Me incorporé a recoger unas flores moradas preciosas para después entrelazarlas entre el pelo de Rue, dándole una muerte digna y memorable. En lo único que podía pensar en ese momento eran los desvaríos de Gale sobre el Capitolio. 

"Somos piezas de su juego, nos hacen creer que el enemigo es el vecino, pero en realidad son ellos" dijo él un día de caza que no consigo ubicar en el tiempo.

"Yo no me dejaría convencer" contesté convencida de mis propias palabras, que ilusa era.

"Tienes que encontrar una forma de demostrarle al Capitolio que no le perteneces, que eres algo más que una pieza de sus juegos"

Por primera vez, entendí el significado de las palabras de Katniss. El simple echo de haber puesto esas flores ahí ya les demostraba que no era partidaria de su juego, aunque hubiera matado a tres personas a sangre fría anteriormente...

Yo he matado a mis vecinos en la arena, pero siempre con la idea de que el verdadero enemigo aquí es el Capitolio; aunque la idea de venganza me había cegado.

El cañonazo se escuchó a la vez que alzaba mis tres dedos centrales al aire. Ya no pertenezco más a vuestro juego.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now