Probablemente esa había sido la noche más larga en mi estancia en la arena, ya que no pude dormir ni una hora completa por temor a que los profesionales atacaran. Podía escuchar sus respiraciones, y los pasos del que estaba haciendo guardia, Peeta.
En esas interminables horas, evalué los daños que el pequeño cuchillo de Clove le había provocado a mi pierna. Aunque no sintiese dolor ninguno, sabía que si no reaccionaba podía incluso llegar a perder la pierna, por lo que la cubrí con un trozo de tela de mi camiseta. Esperaría a que Haymitch me enviase algo para remediarlo, seguro que lo haría. Pero hasta entonces tendría que sobrevivir con el contenido de mi mochila.
— ¿Cómo tienes la herida? — el susurro de la voz de Peeta me sorprendió en mitad del silencio de la noche, se estaba jugando la vida por hablar conmigo.
— Profunda, la zorra ha acertado de lleno, pero sobreviré.
— Adhara — asomé la cabeza para poder verle, él se encontraba justo al lado del tronco, mirándome —, te prometo que la haré pagar por lo que te ha hecho.
Una nueva faceta de Peeta desbloqueada. No sabía que el chico de los glaseados podía llegar a contener rencor detrás de esa sonrisa tan dulce y ojos marrones sinceros. En casa deberían de estar asombrados por nuestra conducta aquí, parecía que la arena nos estaba consumiendo poco a poco, convirtiéndonos en piezas de su juego.
— Se valerme por mi misma Mellark, no necesito que nadie hable en mi nombre. Te hace ver débil.
Aún estando a varios metros de altura pude escuchar su característica risa, si tan solo pudiera bajar para verla una última vez... Y para mi sorpresa unas ramas crujieron a unos árboles de distancia, provocando que saliese de mi ensoñación y me pusiera alerta. Peeta debió de hacer lo mismo.
— ¿Has escuchado eso? — susurré.
Automáticamente me relajé cuando vi el pequeño rostro de la chica que me había ayudado a encontrar a Peeta días atrás, la del once - sí, todavía no me sabía su nombre -. A pesar de la poca iluminación que la noche proporcionaba, pude ver que venía en son de paz en su rostro.
— ¿Quién es Adhara? — preguntó Peeta. Suponía que desde su posición no podía ver a la niña de piel oscura apoyada en las ramas de los árboles como si de un sinsajo se tratase. Inconscientemente llevé la mano al broche dorado.
Ella, sin decir nada, señaló un nido que había pasado desapercibido hasta ahora. ¿Qué quería que hiciese con él? Volvió a mover su mano, hasta señalar la hoja que sobresalía de mi mochila, ¿Quería que lo cortase? Avancé con mucho cuidado hasta poder verlo con más detalle, eran rastrevíspulas. Unos rayos rosados empezaron a aparecer por el este, tenía que actuar ya.
La niña del once había desaparecido, pero Peeta seguía alerta abajo.
— Voy a sembrar el caos — le avisé, pero él fue lo suficientemente insensato como para no huir.
Apoyé la hoja en la rama y empecé a deslizarla lo más delicado que pude, no quería que esos odiosos insectos me picaran. Una vez, en el bosque de caza con Katniss, le picaron a ella. Estuvo inconsciente por varios días, y con la cara hinchada por otros; y solamente le había picado una. No quiero pensar lo que me pasará si me pica un enjambre entero.
Las rastrevíspulas empezaron a brotar, algo atontadas, de su enjambre; dejándome con menos tiempo para llevar acabo mi misión. Algunas iban escalando por mis brazos, pero sin picar, hasta que llegaron al rostro y me empezaron a atacar como si la vida les fuera en ello. El nido y yo caímos al suelo con varios segundos de diferencia, haciendo que los insectos se fijaran más en los profesionales que en la que estaba medio muerta, yo.
Pude notar los pasos apresurados de algunos, intentando llegar lo más rápido posible al lago para dejar a las rastrevíspulas detrás. Pude notar también como alguien se retorcía de dolor en el suelo, esperaba que fuese Clove, se merecía una muerte dolorosa. En mi mente desorientada se encontraron dos pensamientos, tenía que conseguir el arco y correr antes de que el veneno me afectase demasiado.
Tanteé con las manos el suelo, buscando el cadáver de alguno de los profesionales para saquearlo. Toqué algo con muchos bultos que sujetaba algo frío y brillante en las manos desfiguradas. Le rompí varios dedos a esa persona para conseguir el arco y el carcaj, pero mereció totalmente la pena. Ahora quedaba la parte más complicada del plan, coordinar mis piernas para avanzar.
Alguien llegó a mi lado, estaba húmedo y frío. Cargó de mí como si fuese un bebé que todavía no sabía andar y comenzó a correr entre los árboles que se doblaban hacia mí, ya habían comenzado las alucinaciones de las que Katniss me había hablado. Me obligé a intentar ver el rostro de mi salvador, pero este cambiaba constantemente de persona a causa del veneno. Mi padre, Katniss, Peeta, Haymitch, la chica del once, la señora Everdeen, incluso juraría haber visto al presidente Snow.
— Quédate conmigo — hasta la voz de mi ángel de la guarida estaba distorsionada, seguía sin saber quien era.
Los párpados me empezaron a pesar demasiado y las ampollas de la cara empiezan a quemar de una manera inhumana, sentía como mi rostro se empezaba a derretir mientras que mi salvador seguía corriendo a través de a saber el qué. Alguien gritó, un grito agudo que no se interrumpió para respirar; tuve la vaga sensación de que era mío, pero estaba demasiado concentrada en no morir que no me importó.
Y dé repente, todo se convirtió en una masa de piedras que me engullía y me llevaba a mi mayor miedo, estar bajo tierra.
. . . .
Después de una interminable sucesión de horrores - por qué eso era lo que hacía el veneno, atacaba con tus propios miedos - las piedras que me ahogaban desaparecieron, dejándome despertar poco a poco. Pude escuchar voces muy cerca mía, pero estaba demasiado cansada como para atacar, solo quería un momento de paz; y si la muerte me lo proporcionaba allí iría yo.
Verde, todo a mi alrededor era bosque, así que no estaba muerta. Unas hojas en mi rostro se interponían entre mis ojos y el cielo, así que decidí apartarlas, pero unas manos las volvieron a poner ahí.
— Déjalas en su sitio, te ayudarán con la inchazón.
La voz era vagamente familiar, pero mi mente seguía dando demasiadas vueltas para pararse a analizarla. Aún así hice caso omiso a la orden y las aparté. Lo primero que vi fue a Peeta y la niña del once enfrente mía, comiendo y hablando como si fuesen aliados. ¿Lo eran? ¿Eso me convertía a mi también en su aliada?
— Buenas tardes — me saludó el pequeño pajarito —, tenemos comida, ¿Quieres?
— ¿Cuántos tributos han muerto?
— Dos — contestó Peeta a la vez que me ofrecía un poco de lo que parecía ave —, Glimmer y el chico del tres.
Quedamos diez; nosotros tres - suponiendo que éramos aliados -, tres profesionales y cuatro supervivientes.
— ¿A qué estamos esperando? Vamos a atacar, ¡Hay que hacer algo!
Intenté levantarme del suelo, pero un gran mareo me atacó, dejando por los suelos mi maravillosa propuesta de atacar. Peeta fue el primero en reaccionar, se levantó y me agarró de la cintura para que no cayese al suelo.
— Todavía tienes veneno dentro, esperaremos un poco.
— ¿Dónde están los profesionales?
— Han montado un campamento cerca del lago, allí tienen una pila de suministros.
— Hay que atacarla — dicté a la vez que me volvía a sentar.
— Es una misión suicida.
— Yo estoy de acuerdo con Rue.
Rue, así que así se llamaba el pajarito.
— Por eso me gusta, porque es suicida — volví a levantarme, pero esta vez sin caer —, voy a dar una vuelta.
Mientras me alejaba de ellos, llegué a captar unas frases de su conversación.
— Tu amiga está loca.
— Lo sé, por eso me gusta.
Aunque le estaba dando la espalda, pude notar la ancha sonrisa de Peeta.
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P E A C E ▬ Peeta Mellark
Fanfiction|| 𝙿 𝙴 𝙰 𝙲 𝙴 𝘈 𝘗𝘦𝘦𝘵𝘢 𝘔𝘦𝘭𝘭𝘢𝘳𝘬 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤𝘵𝘪𝘰𝘯 . . . 🏹🔪 𝘋𝘰𝘯𝘥𝘦 la suerte del tributo femenino del distrito doce cambia el día de la cosecha ó 𝘋𝘰𝘯𝘥𝘦 el tributo masculino del distrito...