xvi. The lowest point

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La lluvia sobre el techo había provocado que mi sueño se viera interrumpido después de haber pasado varios días sin dormir, no dormía tan bien desde tiempos inmemorables. Las vendas en los brazos no me agobiaban tanto como la noche pasada aunque seguían siendo algo incómodas para dormir, pero más incómodo había sido de la manera que Katniss me había encontrado envuelta en aquel charco de sangre todavía sujetando la pequeña hoja en la mano. Pude apreciar el horror, sorpresa y miedo reflejados en sus ojos aunque no dudó en cargar conmigo a través de toda la Veta hasta su casa donde la pequeña Primrose preguntaba que le había pasado a la pobre Ada. Noté el contacto de la mano de mi amiga acariciar mi mejilla, y aunque necesitaba ese contacto aparté el rostro, todavía avergonzada por lo que había echo. Entonces, me llega una voz, y no la de Katniss, una equivocada.

- Addy - dice -. Despierta Addy.

Si hubiera sabido que me esperaba la misma cueva y el mismo desastre de hace unos días hubiera preferido quedarme en aquel fatídico día. Aunque encontrarme a Peeta de mejor humor me alegró un poquito el ánimo, hasta que noté la venda tapando el lado derecho de mi rostro. Intenté deshacerme de ella y de lo débil que me veía, aunque él me lo impidió.

- ¿Cuánto tiempo llevo fuera?

- No lo se. Anoche me desperté y estabas encima mía y cubierta por una cantidad increíble de sangre. Debo admitir que creía que estabas muerta - dijo acompañado por una sonrisa -. Vi el rostro de Clove en el cielo, ¿La mataste tú?

- Fue el chico del Distrito Once pero con mi flecha - aclaré todavía tumbada - ¿Cómo te encuentras?

- Lo que me inyectaste en el brazo hizo efecto, ya no tengo la pierna hinchada.

No estaba hinchada, pero seguía sin estar todo lo bien que podría, aunque él parecía no notarlo o lo ocultaba muy bien bajo aquella falsa felicidad. Peeta parecía estar mejor que yo. La cabeza me daba vueltas en todas direcciones y me palpitaba un hemisferio de la misma, solamente tenía ganas de volver a dormir para soñar con casa. Era la primera vez desde que llegamos a la arena que se me había pasado por la cabeza esa idea; a lo mejor no vuelvo nunca a casa.

Tenía todas las esperanzas en que iba a ganar, pero ahora viendo a los cinco finalistas no lo tengo nada claro. La chica del cinco iba a ser fácil matarla pero no encontrarla, Cato y el compañero de Rue debían matarse entre ellos; y Peeta... Peeta iba a ser fácil de matar, pero no tanto de olvidar. Debería de cargar con la culpa el resto de mi vida. Y no me encuentro capaz de cargar más muertes a mis espaldas, mis padres y Rue son suficientes.

- Peeta - el susodicho giró su rostro hacia mi - ¿Crees que vamos a ganar?

Pareció meditar seriamente la respuesta, hasta que pude ver un atisbo de preocupación en su rostro tras varios segundos en silencio. Iba a optar por la respuesta fácil.

- Por supuesto. - solamente hizo falta una mirada seria para que suspirara y me diera su opinión de verdad -. Siendo sincero, no. No lo creo. Tú y tus habilidades de militar tal vez pero el chico de los glaseados no lo conseguirá. ¡Sólo tienes que mirarme! ¿Contenta?

Pude notar una ligera punzada en el pecho al escuchar el mote de mi padre salir de sus labios, acompañado por aquellos crudos pensamientos, pero llevaba razón. Si alguno de los dos conseguía sobrevivir a estas grandes heridas, el que más probabilidades de ganar tenía era yo. Sabía que este momento iba a llegar, el tener que imaginarme con un cuchillo ensangrentado entre las manos y el cuerpo inerte de Peeta a varios pasos de mi, un largo viaje hacia el Capitolio y estaría de vuelta en casa; no podría volver a pisar la panadería sabiendo que había roto el trato tan desesperado que había echo. No podría salir de la aldea de los ganadores. Y tendría que entrenar a otros jóvenes para que cumplan el mismo error que yo, matar a compañeros sin saber quien es el verdadero enemigo en esta guerra.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now