xviii. Hide and seek

31 4 0
                                    

Por primera vez en mucho tiempo se podría decir que dormí a gusto, sin haber tenido que presenciar la muerte trágica de algún ser querido o algún mal presagio para el futuro. Nada, y eso en verdad me aterraba. No haber soñado nada significaba que me estaba empezando a acostumbrar a la compañía de Peeta en la noche, lo que significa que cuando no esté las pesadillas volverían aún peores. 

Ya se, estoy siendo muy negativa, ¿Pero quién no lo sería en mi situación?

Esto de ganar en equipos no se había dicho nunca antes en ningún Juego anterior, ¿Por qué lo iban a hacer ahora? Estaba bastante claro que era un estrategia para no perder audiencia, casi todo Panem estaba atento a los trágicos amantes del doce. Todo esto de los amantes se estaba acercando casi al límite de pesadez; al principio era como mi dedicación en la arena, pero ahora que estaba empezando a sentir algo por Peeta me incomodaba tener que fingirlo, me estaba empezando a cansar esta idea.

Abrí los ojos sobresaltada, corazón en garganta, al escuchar el himno romper el silencio en el bosque. Peeta pareció notar mi repentino sobresalto y se despertó también, me miró confundido mientras que yo recogía nuestra provisiones rápidamente.

- ¿Qué haces? - preguntó con la voz más grave de lo normal al estar recién levantado.

- ¡No hemos quedado dormidos un día entero!

Mis movimientos eran lentos, pesados mientras recogía el trozo de plástico que nos había mantenido calientes durante todo ese día que hemos dormido, Peeta todavía procesando la información. ¿Cómo es que los vigilantes nos habían dejado dormir tanto tiempo? Solo se me ocurrieron dos posibles respuestas; o bien Cato había estado a punto de encontrarnos múltiples veces y querían darle tensión al asunto, o nos habían dejado una pequeña tregua. La calma antes de la tormenta.

Bajamos de la copa de aquel árbol tan pronto como nuestras adormiladas articulaciones nos permitieron, intentando estar alerta por si Cato o alguna sorpresa de los vigilantes decidía aparecer. Se podía notar la sorpresa de ambos al haber dormido tanto y tan seguido, sin siquiera notar toda la luz solar que había durante el día... Estábamos atónitos.

- Coge nada más lo más importante, esta va a ser nuestra última noche aquí.

Le susurré a Peeta mientras observaba el denso bosque sumido en la oscuridad, arco cargado en mano y preparada para atacar en cualquier momento. Dejamos el trozo de plástico y algunas provisiones mayores colgadas en el tronco del árbol, lo suficientemente a la vista para que Cato las pudiera ver. Una vez ya preparados, avanzamos por el frondoso bosque hacia el claro; Peeta empuñando mi machete de hace un par de días y yo con el arco.

Nunca antes en mi vida había agudizado ni odio tanto como esa noche, ni los días que nos faltaba comida para llegar a fin de mes. Levanté la mano y la cerré rápidamente dándole una señal a Peeta para que parara de andar, juraría haber escuchado una rama romperse a lo lejos, tal vez quince metros a nuestra derecha, no más. Peeta pareció captar mi inquietud y se recostó sobre el tronco de un árbol cercano, dirigiendo la mirada hacia donde me había parecido escuchar el sonido.

Imité su estrategia nada más escuchar otra vez ese sonido, esta vez más cerca. Asomé mi rostro ligeramente por el lateral del tronco, haciendo contacto visual directo con Cato, aunque para mi sorpresa él pareció no verme. Ahora podía escuchar su respiración agitada, la manera tan ruidosa en la que tragaba saliva, el machete que escogió el primer día silbando al ser balanceado; todo apuntaba a que Cato sabía perfectamente que estábamos ahí. Y las palabras que susurró al aire solamente hicieron que mis sospechas se confirmaran, erizando mi piel.

- Jugando al escondite en el bosque anocheció - había algo en su tono de voz que le daba un tono lúgubre a esa vieja canción infantil -, y el cuco cantando el miedo nos quitó. Lobo, ¿Dónde estás?

Hubo un silencio sepulcral en la arena en aquel momento, incluso los pájaros dejaron de cantar junto a los insectos. Contuve la respiración sabiendo perfectamente que parte de la canción venía ahora.

- Estoy tumbado y descansando.

Su machete golpeó unos de los árboles contiguos donde nos estábamos ocultando Peeta y yo, ambos temblando en nuestros respectivos escondites. Peeta agarró su arma con fuerza esperando para entrar a su juego, aunque me observó intentando controlar mi respiración y se apaciguó al momento. Cato volvió a repetir las dos primeras frases de su teatro. 

- ¿Lobo donde estás?

- Estoy poniéndome los pantalones.

Susurré para seguidamente asomar el arco y disparar hacia su dirección esperando que, por un milagro, incidiera en alguna parte crítica de su cuerpo. Pero solamente sirvió para que pudiera saber con más exactitud hacia donde tenía que atacar. Intenté pensar en un plan de huida rápido, lo que le proporcionó tiempo de sobra a Cato para terminar aquella canción.

- ¿Lobo donde estás? - recalcó todas y cada unas de las sílabas de aquellas tres palabras. Dirigí mi rostro hacia Peeta, indicándole que tenía que hacer cuando yo diera la señal.

- ¡Ahora me veréis y os comeré! 

Peeta y yo nos alejamos de las sombras para pasar al ataque directo; una ráfaga de flechas sorprendió a Cato, aunque tuvo la destreza mínima para golpearlas todas con su machete. Lo que no vio llegar fue a un furioso Peeta corriendo hacia su dirección, hundiendo directamente la hoja en su rodilla. Cato intentó devolverle el golpe a Peeta, aunque para cuando se recuperó ambos ya estábamos de camino al claro donde todo empezó, y donde todo iba a terminar.

Mis pies se movían a una velocidad a la que yo nunca imaginaría que pudiera llegar, concentrada en no tropezar y no perder a Peeta en el camino; podía escuchar su agitada respiración y lo pequeños quejidos de dolor que liberaba al aire, probablemente nuestras heridas en la pierna hubieran empeorado a causa de esta carrera, aunque yo no la notaba. Conseguimos llegar al claro antes de lo previsto, aunque todavía con el presentimiento de que Cato podría habernos seguido y aparecería en cualquier momento. Observé por unos segundos el inmenso claro, hasta acabar con la mirada fija en la brillante Cornucopia a causa de la luz de la luna, probablemente los vigilantes hayan aumentado su brillo para que la gente pudiera ver bien la última pelea.

- ¡Hay que subir! - grité mientras seguía corriendo hacia nuestro objetivo. Subí hábilmente por el metal para después ayudar a Peeta, Cato todavía sin aparecer - ¿Cómo te encuentras?

- La pierna me va a matar.

- ¿Te ves capaz de aguantar el último asalto? - posé una mano en su hombro derecho, mirándole directamente a los ojos - Si no lo ves claro, intercambiamos armas. Yo ataco y tu me proteges la espalda.

- Puedo... Puedo terminar - lo dijo tan convencido que casi lo creo, si no fuera por la mueca de dolor que apareció en su rostro poco después.

Unos gritos provenientes del bosque nos pusieron alerta a ambos, esperando encontrar a Cato; aunque no íbamos del todo mal, pero lo que venía detrás suya era mil veces peor. 

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now