xi. Peace

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Rue, Peeta y yo nos dedicamos el resto del día a abastecernos de todo tipo de suministros, desde agua potable hasta bayas y animales. Rue recogió varios huevos de sinsajo desde las alturas, me fascinaba la manera tan silenciosa en la que se deslizaba por los árboles, al contrario que Peeta. Él intentó subir para ayudarla, pero acabó siendo el que necesitaba ayuda.

La noche empezaba a caer lentamente, por lo que debíamos de buscar un buen sitio para acampar y esperar a la mañana para realizar mi "descabellado" plan. Rue y yo ya habíamos encontrado el refugio ideal, unas ramas lo bastante anchas como para caber los tres. Pero Peeta seguía sin poder subir.

— Oye, esto no es gracioso.

Rue y yo reímos ante la escena tan graciosa que se planteaba. Nosotras arriba con todas las provisiones y armas y Peeta abajo indefenso y muy cabreado.

— No es tan difícil Peeta. Apoya el pie en ese saliente, y las manos en aquella rama. Después sube la otra pierna e impúlsate.

—  Lo haces ver tan fácil, hermosa — Volvió a intentarlo por décima vez, pero sin tener éxito —. ¿Sabes qué? Que disfrutéis en las alturas, voy a buscar mi propio campamento.

— Como quieras.

Bajé con un puñado de bayas, la pequeña hoja que Clove me había lanzado y un trozo de plástico - para el frío -, para que Peeta estuviese bien abastecido. Le tendí los suministros acompañados de una sonrisa socarrona de mi parte, aunque él seguía cabreado con nosotras.

— Al amanecer aquí.

— Al amanecer aquí — repitió. 

Antes de dejarle ir, posé un rápido beso en su mejilla. Aún estábamos enamorados, por lo menos a ojos de Panem y de nuestras propias familias. Él simplemente asintió y se marchó, y yo volví a subir con Rue.

Rue, el vivo recuerdo de por qué yo estaba aquí, para proteger a Primrose. No es que ambas fueran muy parecidas, pero en sus ojos podía ver ese toque de inocencia característico de la hermana de Katniss. Me preguntaba si es que nadie en su Distrito había sentido lo mismo que yo al ver a Primrose salir elegida, ¿Nadie se preocupaba por esa niña?

— Adhara, ¿Puedo preguntarte una cosa?

— Adelante.

— ¿Tú lo quieres? A Peeta me refiero.

— Es complicado saberlo. — empecé a jugar con el doblez de mi chaqueta — A veces siento que sí, pero después me recuerdo que solo uno puede ganar y me mantengo fiel a mi misma. ¿Puedo preguntarte algo? — El pajarito asintió. — ¿Cómo he llegado hasta vosotros? Lo último que recuerdo con claridad es agarrar el arco.

— Peeta volvió después de haber huido hacia el lago y cargó contigo a través del bosque intentando huir de los profesionales, aunque tú no parabas de gritar. — hizo una pequeña pausa para observar las primeras estrellas de la noche — Paró de correr unos minutos después, y ya bajé yo para ayudarte. Él estaba muy preocupado, creo que incluso lloró.

Las palabras de Rue me pillaron con la guardia baja, haciéndome reflexionar sobre su anterior pregunta. ¿Le quería o solo me gustaba la idea de gustarle? Realmente aquí mi respuesta importaba poco, si el Vigilante Jefe me querría muerta, lo estaría; si la idea de los trágicos amantes del Distrito 12 cansaba a los espectadores, los dos acabaríamos en el mismo lugar. En mi agenda repleta de sed de sangre no había tiempo para amor.

Siempre se me ha dado bastante bien mentir, pero este teatro se nos estaba yendo de las manos a todos. Si Haymitch no se apresuraba en conseguir patrocinadores mientras el teatro siguiese en pie ya no habría otra oportunidad de ganar. Tarde o temprano alguno tendría que morir, ya sea en manos del otro o por un giro trágico de los acontecimientos. Los Juegos ya mismo terminaran en tragedia.

El himno me trajo de vuelta a la realidad, a la arena; haciendo que recordara que había posibilidades de que yo fuera unos de los rostros flotantes en el cielo de la arena, que las dos personas que había asesinado a sangre fría también tenían familias y sueños de ganar y que la chica que se encontraba en el mismo saco de dormir que yo, compartiendo sus gustos, acabaría muerta y nuestra alianza se acabaría. Incluso Peeta podría estar en peligro ahora mismo sin yo saberlo.

Pero por ahora tendría que disfrutar el único momento de paz que había presenciado desde mi llegada a la arena. El escenario incluso se me antojaba irreal; Rue y yo nos encontrábamos tumbadas en la misma rama, compartiendo el mismo saco de dormir, disfrutando del cielo nocturno y de la presencia de la otra. Ella necesitaba alguien que la queriese desde que se alejó de su familia y yo necesitaba ese golpe de realidad que ella me había proporcionado sin saberlo, por ahora ambas nos necesitábamos. Ya veríamos si las cosas cambian cuando nos despertemos.

.       .       .       .

Hacía rato que había amanecido, incluso nos había dado tiempo a desayunar y hablar un rato mientras esperábamos a Peeta. Pero este nunca llegó. Maldecí hacia mis adentros haberlo dejado ir tan fácil anoche.

— ¿Crées que le ha pasado algo? — preguntó Rue preocupada, mientras seguía oteando el bosque en busca de nuestro amigo.

— Peeta es un chico listo, además no hemos escuchado ningún cañonazo.

Agarré el arco y carcaj y comencé a andar hacia nuestra descabellada misión. En parte me alegraba no haber escuchado ningún cañon, porque significaba que Peeta seguía vivo; pero ese era el problema, seguía vivo.

— ¿Recuerdas la señal? — Rue volvió a silbar aquella maravillosa melodía de cuatro notas que hacía que todos los sinsajos cantasen, como para olvidarla.

— Por supuesto — me agaché hasta quedar a la altura de su rostro y la miré directamente a los ojos —. Si te pasa cualquier cosa o simplemente tienes miedo, llámame y saldré corriendo en tu ayuda.

— Se trepar — se defendió a la vez que sonreía enseñando sus pequeños dientes.

— Por nosotras.

Cerré la mano hasta formar un puño para chocarlo con Rue, a lo que ella respondió con mucho entusiasmo. Me fascinaba la rapidez con la que esta chica había confiado en mi.

— Por las sinsajos.

Alboroté su hermoso pelo y nos separamos, cada una en su propia tarea de dejar a los profesionales sin suministros. Joderles para dejarles indefensos y tener ventaja, y matarlos. Sobre todo a esa zorra de Clove, me aseguraría de que tenga una muerte lenta y dolorosa aunque fuese lo último que haga en mi vida. Y le aseguraría la victoria a quien se lo merece realmente, Rue o Peeta.

Aunque seguramente si uno muere el otro se suicide por mal de amor. Espero que Peeta sea chico listo y no vaya detrás mía cuando le deje la victoria, si decidía aparecer de su escondrijo primero, claro.

P E A C E  ▬ Peeta MellarkWhere stories live. Discover now