59. En llamas y en pedazos

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*Arthur en imagen*

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[ 2 años después... ]

El fuego nos rodea al igual que el calor abraza nuestros cuerpos. Nicolás y yo nos miramos a través de los huecos de nuestras máscaras mientras bailamos lentamente acorde a la satánica melodía del violín que suena en la habitación.

Nuestros pies se mueven coordinadamente viajando entre los cuerpos ensangrentados de nuestros conocidos mientras las llamas se agitan melodiosamente: el de Greg, Gerard, el de Adrián, Anderson, Sailas, Jordan, Wendy, Nina, Robert...

Ignoramos los cadáveres sumergidos en nuestra lenta danza, enfocados en el mundo que se había reducido sólo a nosotros dos.

Cuando la música satánica está por terminar, mi hermano se aproxima a mi oído y me susurra con la voz más romántica y a la vez tétrica que en mi vida escuché.

"El infierno por fin es nuestro"

Abro los ojos abruptamente con mi corazón palpitando agitado tras despertar de la misma pesadilla de cada noche, la que comencé a tener desde el día en que nos mudamos aquí.

Desorientado, mis ojos repasaron los alrededores donde me di cuenta que ya era de mañana.

Estaba acostado semidesnudo boca abajo en el sillón de la sala con Nicolás encima de mí. Nos habíamos quedado dormidos después de que ayer él llegara cubierto de sangre, forzándome a hacerlo como cada vez que él lo desea.

La noche anterior, había acudido a un enfrentamiento para proteger la mercancía robada por los Savage. Ellos se enteraron de aquel lugar gracias a mí y hasta ahora, nuestro acuerdo había funcionado bien sin que nadie se enterara.

Me removí queriendo salir de su regazo. Necesitaba bañarme y cambiarme de ropa después del desastre que había hecho conmigo anoche.

Sentía su semen esparcido por todo mi trasero y la sangre seca sobre la piel de mi espalda, pecho y abdomen.

A él le encantaba que nos revolcáramos en nuestra propia sangre, pero también un poco en la ajena.

Me liberé escurridamente de su yugo y pude alcanzar el piso con mis manos, cayendo de frente por el maldito dolor de mi espalda.

Joder, cómo me dolía... A veces perdía el control de su fuerza sobrehumana y terminaba lastimándome, pero el maltrato físico y emocional eran algo a lo que estaba más que acostumbrado a estas alturas.

Caminé torpe y silenciosamente hacia el cuarto, pasando junto a la cocina donde me fijé en el calendario colgando de la puerta: 16 de Octubre.

Fui al baño de la habitación a tomar una ducha caliente.

Mientras el agua caliente del grito golpeaba mi rostro, la sangre y el semen de mi cuerpo caían junto con los chorros de agua hasta irse por la coladera en lo que acariciaba mi cuerpo para quitar la suciedad de él.

Después de media hora, salí del baño con una bata puesta y una toalla con la que estaba secándome el cabello.

Tenía la intención de preparar mi desayuno, por lo que me dirigí a la cocina y al pasar por la sala de estar, me percaté de un sillón vacío. Frené mis pasos sumergiéndome en un profundo e inquietante silencio.

Me quedé quieto agudizando mi sentido del oído para percibir cualquier sonido que me indicara en dónde se había metido, pero no escuché nada.

Jadeé de la impresión cuando unos fuertes brazos me atraparon desde atrás, rodeándome completamente hasta aplastar mis brazos contra mis costillas.

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