69. Cuando el alma muere

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Despierto por la helada brisa que recorre mi piel y se eriza al producir un fuerte escalofrío que me recorre todo el cuerpo.

Me siento desconcertado al sentir mi cuerpo completamente desnudo y suspendido en el aire al estar atado con mis brazos hacia arriba.

Abro trabajosamente los ojos; al principio, mi visión es borrosa y nublada, pero a medida que recobro la conciencia, mi sentido de la vista recupera claridad, permitiéndome ver una tenebrosa imagen ante mí: en medio de este lugar oscuro y poco iluminado, hay un pilar en el cual se haya un hombre sentado con las piernas encogidas de frente hacia mí, sin ropa y con una soga tanto en sus tobillos como en las manos atadas a su espalda que lo mantienen pegado al poste.

No reconozco a la persona sino hasta que mis ojos recorren su cuerpo esbelto repleto de atroces cicatrices en forma de X que lo cubren completamente desde el empeine de sus pies hasta los hombros.

Expando mis ojos con horror al reconocer a Adrián que mantiene la cabeza baja, imposibilitando divisar su rostro escondido.

No había visto las marcas que la tortura había dejado en él desde que lo encontré en la fábrica, muribundo, desnutrido y deshidratado, maltrato de una de las maneras más inhumanas que había presenciado; esas mismas marcas que ahora habían cicatrizado y marcado su cuerpo para siempre.

— ¿A-Adrián? —intento moverme, sólo para darme cuenta que mis muñecas están atadas con una soga que es sostenida por un gancho de res que cuelga del techo.

No sé en dónde estamos pero parece una especie de vivienda vacía y abandonada, sin albergar nada más que tres pilares más y espacios desconocidos a la vista por la oscuridad. De las diez lámparas que cuelgan del agrietado techo, sólo funcionan dos y eso a duras penas. Las ventanas están selladas con maderas y clavos. Sólo parecemos estar nosotros dos.

No...

De repente, siento que me falta el aire al encontrarme atrapado en lo que parece una pesadilla. Si tan sólo así fuera...

— Adrián, ¡Adrián, despierta! —lo llamo preocupado por si se encuentra herido, hallando un pequeño alivio en medio de la macabra situación cuando su rostro adormilado se alza hacia mí.

— ¿Arthur? —parpadea con pesadez entre quejidos.

— ¿Estás bien? —pregunto tembloroso.

— ¿Dónde... ? ¿Dónde está Any? —sus ojos finalmente logran enfocarme, quedando absorto mientras intenta procesar lo que ocurre y cuando lo logra, se despierta de golpe, removiéndose e inspeccionando temeroso sus alrededores.

— ¡¿Qué demonios?! ¿En dónde estamos?

— Bienvenido otra vez, Arthur —un estremecimiento agudo me recorre cuando percibo desde la oscuridad, un cortés llamado, destilado con dulzura y veneno.

Mis ojos amedrentados se dirigen hacia un espacio negro de las instalaciones donde percibo escasamente una silueta en las profundidades de la penumbra, mismo espacio de donde un zapato de charol color vino, surge seguido de un traje completamente negro y la figura del hombre que ha protagonizado mis fantasías así como mis pesadillas.

Nicolás aparece ante nosotros con una mirada muerta, iluminada por una sonrisa macabra que le da una apariencia demoniaca que me acojona.

— Hola, hermanito —hace un ademán con la mano saludando de forma amigable pero misteriosa mientras sus pasos lo llevan hacia mí.

Luce aún peor de lo que recordaba.

Hago un esfuerzo por hablar pese a sentir mi corazón hasta la garganta.

Mi demonio Nicolás [  VOLUMEN 3 ] DISPONIBLE EN AMAZON MXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora