XVI

827 103 42
                                    

—¿Te han dicho lo guapo que eres? —Takemichi reprimió rodar sus ojos, pero le fue inevitable ante la misma pregunta que le hacia el peliblanco cada vez que estaban solos. Takemichi no entendía si lo decía en serio o era una clase de broma, porque era todo menos guapo. Mikey rio divertido ante las acciones del otro y acarició con suavidad los cabellos negros de su acompañante.

Después de una larga sesión de besos, caricias y ligeros chupetones. Los dos se acostaron en la cama, Takemichi tenía su cabeza recargada en el pecho del peliblanco, escuchando los suaves latidos de su corazón. Mientras que Mikey lo tenía abrazado por debajo de su cadera y con la otra acariciaba su cabello.

Takemichi se sintió un tonto al estar en esa nube caramelizada. Mikey era alguien peligroso y posiblemente su enemigo. Pero en cuanto el peliblanco lo miraba o le daba algunas caricias, el ojiazul se derretía ante ese toque o mirada. Caía sin poder evitarlo en los brazos del otro.

Había algo en el de ojos ónix que atraía a Takemichi. Algo que lo atraía cada vez más aun cuando en su mente se pusiera miles de reglas, restricciones o recordatorios de quien era Mikey.

Quería odiar a Mikey, de verdad que quería hacerlo.

Pero no podía

Aquel sentimiento de culpa lo asfixiaba todas las noches, noches en las que lloro por traicionar a su raza al estar desarrollando sentimientos afectuosos por el peliblanco.

Ciertamente no había muchas razones para ese enamoramiento. Takemichi sabía que él fue secuestrado, obligado, humillado y muchas cosas más por Mikey. Pero había momentos en el que el peliblanco se portaba de manera diferente con él. Takemichi nunca le había gustado a alguien, nunca había probado los suaves labios de otra persona, nunca se había sentido deseado.

En sus adentros se regañó y burlo mentalmente, por caer como un virgen inexperto que caía enamorado ante las más mínimas cosas. Posiblemente lo era, pero el ojiazul sabía que había algo más, no era tan idiota para caer rendido ante el otro solo por unas miradas o toques calientes. El ojiazul había visto en esos ojos negros un grito de ayuda.

Aquellos ojos negros parecían vacíos y sin expresión, pero desde la primera vez que se conocieron, en su antiguo departamento en ruinas, en cuanto Mikey lo miro a los ojos vio desdicha, soledad y esperanza.

Chifuyu siempre regañaba a Takemichi por meterse en lo que no le llamaban, decía que tenía un gran corazón y siempre procuraba proteger a los más débiles aun cuando el mismo ojiazul fuera más débil que los demás. Chifuyu le decía con una suave sonrisa que era un héroe llorón

Y Takemichi no lo negó. Podía ser cobarde la mayor parte del tiempo, pero siempre terminaba haciendo las cosas, ponía su vida en peligro cuando sus seres queridos estaban de por medio. Como aquella vez, en la que Chifuyu y Takemichi estaban en un parque e iban a bajar las escaleras para ir al siguiente segmento, pero un niño sin percatarse empujó al de ojos turquesas, Takemichi sin dudarlo corrió para abrazarlo y protegerlo de los golpes. Fue así como los dos terminaron rodando por la escalera con un Chifuyu ileso, pero con un Takemichi lleno de golpes y fracturas.

Takemichi haría lo imposible para proteger a sus escasos amigos. Dentro de él nacía esa necesidad de ayudar a los demás, fue por eso que desde que vio los ojos negros de Mikey, decidió ayudarlo. El ojiazul ahora no se consideraba como rehén, ya que había aceptado trabajar para Bonten y ayudar en secreto a Mikey.

A liberar aquellas cadenas que lo ataban.

Eso no quería decir que estuviera de acuerdo con él y sus acciones. Podía gustarle Mikey, pero no lo perdonaría por hacer sufrir a su raza por más de 400 años. El ojiazul tenía claro que Mikey no iba a cambia por él.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora