Agua

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Los pulmones de Takemichi ardían a cada paso que daba, sus débiles piernas trataban de correr lo más rápido que pudieran soportar, aún si llevaba un gran peso extra. Un peso que había resultado ser una persona moribunda que luchaba entre la vida y la muerte con aquella profunda herida en su cavidad torácica. En cuanto Takemichi lo vio tirado en ese oscuro callejón al salir de cenar con su amigo, sin dudarlo corrió a su ayuda. Cuando lo toco, vio el motivo de su herida y asustado de que aquellos mafiosos siguieran alrededor, cargo con la persona desmayada hasta su casa.

En la mente de Takemichi sonaba estupendo el plan, hasta que unos gritos lo detuvieron, dio la vuelta y se encontró con los tipos que habían herido a aquel hombre alto con un gran tatuaje en su cabeza.

Asustado por la nueva compañía, les aventó una bolsa de basura para distraerlos y disponerse a huir

Takemichi solo soltó un quejido enojado al tener que huir de esos mafiosos y tener a una persona a punto de morir a sus espaldas. Grito enojado al cielo, mientras sus rostro y ropa eran bañados por la intensa lluvia

¿Cómo había terminado de esta manera?

¿Cómo había terminado de esta manera?

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2 horas antes

—¡Takemichi!

El nombrado alzó la cabeza con pesadez para mirar a su jefa mirarlo de forma despectiva. De nuevo se había quedado dormido al regar las flores.

—Es la tercera vez en la semana que casi ahogas a las pobres Petunias, si algo les pasa, de una vez te advierto Hanagaki, que tú serás quien compre la nueva mercancía—Su nueva jefa lo volvió a mirar mal antes de irse farfullando de lo molesto que era tenerlo ahí.

Takemichi soltó un gran suspiro mirando de reojo si su jefa lo había escuchado, al no verla en el local, miro con cansancio aquella petunia que tenía enfrente de él. Su antigua jefa era mucho más amable con el pelinegro, al ser una persona mayor lo consentía dándole de comer o regalándole dinero extra por su gran trabajo con ella. Takemichi siempre se sintió en deuda con la señora y antes de que pudiera agradecerle, llego sin previo aviso su hija a tomar el negocio de la florería y llevarse a la anciana al campo. Aun cuando la abuela le había contado que su hija odiaba estar con ella y rodeada de flores, era bastante claro que quería quedarse con el negocio que a través de los años se volvió muy concurrido por la variedad de flores que se exponían.

Takemichi solo sonrió fugazmente ante aquellos días tranquilos, donde solo eran ellos dos platicando sobre banalidades. Ahora con la señora que rondaba en el establecimiento, Takemichi no tenía un minuto de tranquilidad antes de que empezara a molestarlo o criticarlo.

Trató de salvar aquellas petunias de morir ahogadas cambiándolas de macetas y cuando termino fue al mostrador para continuar con su turno, aunque realmente no esperaba que llegaran clientes al ver que ya eran las cinco de la tarde. Miró de nuevo el reloj con pesadez al ver que todavía le faltaban dos horas para salir y como si el destino quisiera ablandarse con él, un tintineo sonó por el establecimiento indicando la llegada de un cliente. Takemichi alzo la cabeza con una fingida sonrisa amable para recibir a la persona que acababa de llegar.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora