VIII

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Takemichi abrió los ojos con pesadez cuando sintió unos movimientos bruscos a su lado, antes de que pudiera moverse, una mano se estrelló en su cara. Soltó un pequeño grito y se sentó con rapidez en la cama, sus ojos azules miraron enojados al culpable de tal acción.

Chifuyu se había dado la vuelta mientras abrazaba una almohada con su mano libre, la otra buscaba algo a que aferrarse, como si necesitara de alguien. El ceño del ojiazul dejo de fruncirse para soltar una risa ligera. Volvió a recostarse con cuidado para no despertar a su mejor amigo mientras lo veía dormir. Una sonrisa extremadamente feliz se estaciono en el rostro de Takemichi, estaba más que feliz de tener a su mejor amigo ahí, junto a él.

Con su ayuda, podía hacer las cosas con confianza.

Noto que Chifuyu babeaba un poco mientras murmuraba cosas como: "Kei, PJ es nuestro hijo" o cosas como "Tengo que comprar manga" , la risa divertida de Takemichi resonó en toda la habitación e intento cubrirse la boca para dejar de soltar aquellas carcajadas, pero un ligero golpe en la puerta lo puso alerta. Dejo de reír para levantarse con cuidado y caminar hacia la puerta.

-¿Q-quie...

-Hanagaki, muévete. Hay cosas que el rey quiere hablar contigo-Aquello voz había interrumpido de manera brusca al ojiazul, quien salto ligeramente al escuchar la voz molesta de Sanzu-Te espero en 5 minutos en el elevador

Takemichi deformo su rostro en una mueca de terror, su frente choco con la puerta y soltó un lastimero sonido, con todo su pesar corrió hacia su ropero, el cual estaba lleno de la ropa que Koko le había escogido. Rápidamente agarro una sudadera verde con rayas blancas, un pantalón color crema y unos tenis verde con blanco, para posteriormente correr al pequeño escritorio que había en su recamara y dejarle una nota a Chifuyu.

Cuando dejo la nota en su almohada, miro rápidamente a su mejor amigo mientras le sonría tiernamente.

-Ahora regreso Fuyu

Takemichi camino deprisa hacia la puerta para abrirla y ver como la peli-rosa tenía una mirada de muerte mientras que su mano estaba levantada, con toda la intención de golpear la puerta. En cuanto vio como el pelinegro salió de la habitación solo chasqueo la lengua con molestia.

-Vamos-Sanzu hablo entre dientes como si la presencia de Takemichi le molestara en demasía. El pelinegro asintió asustado y cerró la puerta con cuidado para comenzar a caminar junto al de ojos turquesas.

Takemichi empezaba a sudar frio, el estar encerrado en el elevador junto a Sanzu lo alteraba en todos los sentidos, sus ojos azules nunca dejaron de ver las puertas de aquella máquina, esperaba que en cualquier momento se abrieran y lo dejaran libre de aquel Kurayami. Pero la vida no era tan justa con el pequeño pelinegro porque una espesa nube negra empezó a invadir el elevador.

-¿Sabes que los Mizu no son los únicos en manejar el cuerpo humano? -Sanzu hablo en voz baja, pero estaba cargada de molestia. Takemichi trago fuerte su saliva, su cuerpo empezaba a temblar al ver como ese humo se movía a su alrededor formando la figura de un armiño. El pelinegro sabía muy bien que no solo los Mizu podían controlar a un ser humano. El hecho de que su clan prohibiera los hechizos de sangre era por la crueldad que implicaba usar aquellos hechizos que lograban dominar a un ser humano. El clan Mizu siempre abogaba por la paz y estaba en contra de hechizos deshumanizados.

Pero ese no era el caso del clan Kurayami, un clan que generalmente era rechazado por los demás clanes por su crueldad y deshumanización. Su dios era el dios de la oscuridad, un dios que era conocido por ser el causante de diversas guerras, logrando manipular a los seres humanos y haciéndolos caer en la profunda desesperación, le gustaba experimentar con los mortales, logrando crear a los Myunta, seres mutantes que atormentaban a todos los seres vivos en el planeta. Los Myunta eran combinaciones de seres humanos, animales y materia oscura.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora