XIX

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El sol comenzaba a salir, asomándose detrás de las espesas nubes que cubrían el cielo, los pequeños rayos de sol comenzaban a filtrarse en la ventana del pelinegro. Takemichi miró solamente la escaza vista que podía ver. Tenía una hora de que se había levantado, apenas eran las 7 de la mañana, pero el ojiazul no pudo evitar levantarse temprano al escuchar a Mikey diciéndole que en la mañana Sanzu iría por el para entrenarlo.

Takemichi estaba medio dormido cuando Mikey dijo esas palabras así que no le tomó mucha relevancia, hasta que su cerebro y su ansiedad trabajaron en conjunto para levantarlo a las 5 de la mañana y empezar a sobre pensar. El pelinegro tomó una ducha para intentar calmar sus nervios, obviamente estaba demasiado preocupado.

¿Por qué de la nada Sanzu quería entrenarlo?

No tenía sentido y lo único en lo que podía pensar era en que el peli rosa al fin lo iba a golpear por andar molestando a Mikey. Takemichi vistió su conjunto deportivo que Koko había escogido por él, esperaba algo extravagante, pero se sorprendió al ver la ropa que el peliblanco le compró, todo era acuerdo a su estilo y no pudo evitar sonreír ligeramente al ver ese pequeño detalle. Se aseguraría de darle las gracias a su nuevo amigo.

El ojiazul vistió el conjunto deportivo, que era una playera mitad roja y mitad negra, en la parte izquierda había una pequeña figura de una cara sonriendo y e pants era del mismo estilo. Se sintió bastante cómodo usando aquella ligera pero cálida ropa. En cuanto estuvo vestido salió al balcón para sentarse en la pequeña silla que se encontraba ahí y se dispuso a observar el lugar, el frio lograba estremecerlo y no pudo evitar pensar en que el otoño ya estaba en Tokio.

Sus ojos se cerraron e ignoró la gran ventisca que apareció y se concentró en los eventos que habían sucedido en esas semanas. Realmente estaba demasiado cansado aun cuando durmiera en un lugar cómodo, recibiera comida extravagante y le dieran algunos momentos de relajación, pero eso no significaba que no estuviera tenso. Desde que había hecho el pacto con Mikey intentó ignorar la creciente migraña que tenía.

Todo el caos del descendiente, de las ruinas, de su pasado, de Kisaki y por supuesto de Mikey lo traían bastante alterado. Acababa de hacer una misión en aquel lugar deshabitado en donde su mejor amigo y él tuvieron grandes heridas, para que nuevamente tuviera otra misión en la que no sabía que peligros le esperaban.

Takemichi sabía que era un imán de problemas, Chifuyu siempre se lo recalcó al estar metidos en medio de un conflicto. El pelinegro abrió los ojos y pensó seriamente en ir a un templo a limpiar sus malas energías.

Un sonido en la puerta lo distrajo y supo de inmediato que Sanzu había llegado, soltó un quejido de inconformidad mientras ocultaba su rostro en sus manos. No quería ir a su muerte

Otro golpe sonó en la habitación y Takemichi arrastró los pies hasta la puerta con unas pequeñas lágrimas en sus ojos, al llegar a la puerta suspiró fuertemente y limpió sus ojos con agresividad para abrir la puerta y encarar su destino.

Le agradeció en su mente a Chifuyu por ser su mejor amigo. Realmente no esperaba salir ileso de aquel entrenamiento, el hecho de que Sanzu pidiera entrenarlo era lo peor que le podía haber pasado. El tan solo pensar que un Kurayami lo entrenaría sus energías desaparecieron.

Era imposible

Los Kurayami daban miedo y eran los más aislados de todos los Junkei. Incluso los otros clanes usaban a los Kurayami en los cuentos de terror para espantar a los niños. Takemichi recuerda al director contarles como una sombra se tragaría su cama y estarían en completa oscuridad si no se portaban bien.

Takemichi desde ese día trató de cumplir con las normas del orfanato. Ningún niño dudaba que un Kurayami fuera tras ellos para comérselos.

Claro que el pelinegro sabía que los Kurayami no comían Junkei, pero sí podrían torturarlos hasta la muerte y Sanzu era un claro ejemplo del resentimiento. Era imposible que el peli rosa olvidara todas aquellas veces que Takemichi humilló y molestó a Mikey.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora