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Takemichi jadeo por décima vez por algo de aire, sus pulmones le exigían más oxígeno y los músculos de su cuerpo le pedían un descanso. Había pasado una hora y media entrenando con Sanzu y era claro que el peli rosa se tomaba en serio la idea de entrenarlo. Claramente fue más gentil que la primera vez y le explicó que toda luz de la habitación desaparecería para estar en completa obscuridad, sus demás sentidos se agudizarían para no depender únicamente de su vista.

El pelinegro al principio se había enojado de nuevo con Sanzu al notar que sus golpes eran mucho más débiles y sus ataques muy predecibles, lo que ocasionó que se enojará con él y lo obligará a tratarlo de manera justa. Sanzu se enojó consigo mismo al tratar a su reina como débil, así que le hizo caso y aumentó su fuerza. Fueron algunas ocasiones en que Takemichi recibió golpes realmente fuertes que lograron sacarle un poco de sangre, pero no se echó para atrás.

Al finalizar el entrenamiento, el pelinegro se sentía un poco más en alerta, bloquear su vista fue extremadamente duro, depender de su oído y olfato fue más complicado, sin embargo, después de un tiempo su oído se fue agudizando, logrando escuchar las sigilosas pisadas de Sanzu y Abeloth. Aunque las pudiera escuchar no podía bloquear los golpes por lo rápido que llegaban, varios suspiros frustrados salieron de su boca en cuanto alguno de los dos lo interceptaba y lo golpeaba.

Tomo un poco de agua y se limpió el sudor con la toalla que Sanzu le había traído. Acostó su cabeza en el respaldo del sillón negro y cerró los ojos con cansancio. El no hacer ninguna actividad deportiva en aquellos últimos 22 años le habían traído factura en esos momentos, todo su cuerpo le dolía y le temblaba. Su respiración estaba agitada y le dio vergüenza que Sanzu lo mirará con preocupación pensando que a lo mejor lo había golpeado demasiado fuerte. Sin embargo, Takemichi era un desastre porque nunca había hecho ejercicio en su vida, menos el entrenar como si tu vida estuviera en peligro.

Más no le diría eso a Sanzu y lo dejó que divagara en sus propios pensamientos

—Mi reina ¿Lo lastimé demasiado? —Takemichi hizo una mueca al escuchar el apodo y se sumergió en la miseria, aunque habían pasado dos horas desde que lo empezó a llamar así realmente pensó que era una clase de broma, pero al ver la cara seria del otro le hizo darse cuenta de que tendría al loco detrás de él como un perro leal. Le causó un escalofrió al pensar en un Sanzu amable

—Sanzu, ya te dije que no me llames así—Takemichi suspiró cansado sabiendo las palabras que diría el otro

—Lo que diré es una falta de respeto, pero no puedo llamarlo de otra manera. Usted es mi reina—La seriedad en Sanzu hizo que el pelinegro alzara una ceja, así que suspiró por última vez para rendirse ante aquel estúpido apodo

—Haz lo que quieras—Takemichi se levantó de su lugar y caminó hacia la puerta para mirar desde su hombro a Sanzu, quien seguía hincado—¿Qué esperas? Tenemos que ir al claro

Sanzu sonrió con profundidad al ver que su reina lo iba aceptando. Asintió con fervor y casi corrió hacia el pelinegro para abrirle la puerta y salieron juntos de la habitación. Takemichi ignoró las miradas emocionadas que le enviaba el peli rosa para concentrarse en el tablero de números del elevador, sin embargo la insistencia de su mirada logró fastidiarlo.

—¿Qué sucede? —Takemichi volteó a mirar a Sanzu, quien se sobresaltó un poco y lució un poco nervioso, logrando que el pelinegro lo mirará con terror y desconcierto.

—Estoy muy emocionado de acompañarlo a una misión mi reina. Se que lo hará estupendamente, Abeloth también esta emocionado, pero no ha querido salir para demostrarlo—Sanzu frunció un poco el ceño ante lo último y Takemichi parpadeo varias veces para percatarse de que no había visto a Abeloth en las últimas horas, no después de que corriera a esconderse en la sombra de Sanzu.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora