XXVI

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Inupi miró el panorama con tranquilidad, observando el bello paisaje, a sus espaldas podía escuchar a los gemelos gritar y correr como desquiciados pero decidió ignorarlo. Estaba demasiado cansado, estresado y molesto para poder controlar a esos demonios. Generalmente ese fue el trabajo de Takemichi, siempre estaba al pendiente de cada uno de ellos.

El rubio soltó un suspiro demasiado cansado y cerró sus ojos para evitar que las lágrimas que se estaban formando en sus ojos cayeran. De verdad estaba cansado, desde que se separaron los 5, la vida había sido demasiado caótica, peligrosa y... en general triste. Inupi buscó, indagó e investigó sobre los paraderos de sus 3 amigos y su querido príncipe, tardo años hasta que pudo encontrar a los gemelos. Aún recuerda haber llorado al verlos peleándose en un restaurante en Hungría, los abrazó hasta que los pulmones de los gemelos pidieron auxilio y se sentó a platicar con ellos hasta el amanecer. Inui se volvió más cauteloso y protector, era el mayor de los 4 guardianes, su deber era proteger a todos.

Aunque había fallado.

Todos se habían separado e incluso dos de ellos habían sido heridos en tal proceso. Inui sabía que Koko había sido gravemente herido y pensó que estaba muerto y sin olvidar el sacrificio que había hecho su querido príncipe para protegerlo...aún si eso le costó su memoria.

Inui se sintió el peor guardián del mundo, muchas veces pensó en el suicidio, pero siempre se golpeaba la cabeza al pensar en eso, Inui nunca se rindió, luchó, peleó, vomitó sangre, pero nunca se dio por vencido en encontrar a su príncipe. Ese pensamiento lo motivó a no rendirse y cada día se levantaba más motivado que el día siguiente, siempre visualizando el escenario donde se encontraban con Takemitchi.

Inui podía ver en sus sueños aquellos recuerdos de su infancia, siempre lo solían abrumar, recordando aquellos bellos momentos donde todos jugaban juntos, donde lo protegían de peligros ridículos, donde... eran una familia. El rubio nunca se rindió, porque ese era su papel como el mayor de los guardianes.

Pero en cuanto abrió los ojos, aquellas esmeraldas dejaron de brillar. Seishu sabía que siempre aparecían problemas y claramente eso nunca lo detuvo. Pero...

Estaba cansado

¿Cuántos años más tendría que soportar aquella gran decepción, ira e incompetencia hacia si mismo?

El rubio vio los grandes campos verdes y las grandes estructuras blancas a su alrededor. No estaban en Japón.

Estaban en Grecia.

Ran se jalo de sus trenzas con fuerzas mientras se arrodillaba sobre el pasto mojado y miraba al cielo con odio mientras vociferaba con ira—¡¿Por qué mierda no estamos en casa?!

Por otro lado, su gemelo Rindou, se quedó inmóvil viendo la espalda del rubio, esperando que dijera algo. Su cara estaba totalmente estoica y apenas si parpadeaba. Esperaba que Seishu hablará para poder calmar aquella ira que tenía en el pecho. —Inup...

—Cállense, por favor. Solo un minuto—El rubio se cubrió la cara y dejó de escuchar a Ran gritar, lo único que captaron sus oídos fue el tranquilo sonido del viento golpear sobre la gran llanura y sobre las ruinas de los templos griegos. Los grillos y otros animales se podían escuchar a lo lejos, logrando tranquilizarlo un poco

Respiró con fuerza y dejó de cubrir su cara con sus manos. Abrió los ojos y con un suave movimiento con sus dos manos, las cuales giraban en direcciones contrarias y se expandían para volver a unirse y finalmente formar un círculo dorado el cual lo aventó sobre el aire a unos metros de él.

Necesitaba conservar la calma, era el más inteligente, calculador y pensaba con la cabeza fría antes de actuar. ¿Estaba a punto de tirar la toalla y rendirse? Nunca.

Henko; MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora