Capítulo IV.

180 21 2
                                    

Frank se encontraba caminando rumbo hacia el parque central de la ciudad para hacer algo seguramente nada productivo. No tenía nada importante para hacer ese día, bueno, realmente nunca tenía nada importante para hacer. Había decidio perder el tiempo viendo los patos increíblemente gordos que solían nadar en el pequeño lago que ahí se encontraba, en lugar de ir a buscar algún empleo y dejar de andar pidiendo dinero prestado a gente peligrosa.

La tarde estaba calmada. Había nevado un poco cerca de las siete de la mañana, pero solamente un pequeño rato. No había rastros de nieve en ese momento, e incluso hacía un poco de calor, por lo que no llevaba suéter ni nada pesado, solo unos jeans ajustados color negro, y una camisa sin mangas y con cuello redondeado que él mismo había cortado.

Estaba caminando frente al edificio número cuatro, cuando recordó a un tipo extraño que le había dado su dirección. "Edificio tres, departamento 27, en el cuarto piso. La puerta es azul". Eso sonaba como una invitación a pasar el rato, ¿no?

Lo pensó durante un momento, y luego se dirigió a la entrada del edificio número tres. Tal vez sería buena idea hacer un nuevo amigo, o mejor dicho, un amigo; uno de verdad que no quisiera asesinarlo por las deudas que tenía acumuladas. Aquellos hombres y mujeres con los que solía salir a divertirse no eran nada más que simples conocidos de vista. No sabía el nombre de más de tres, a lo mucho.

-Más vale que no seas un drogadicto -suspiró bajo a punto de subir las escaleras dentro del edificio.

Se planteo la idea de un drogadicto. ¿Y si fuera cierto, qué tenía de malo?

-Como si nunca las hubiera probado -rió bajo y comenzó a subir.

Tranquilo y esperanzado que tampoco fuera un asesino o algo similar, recorrió el pasillo del cuarto piso en búsqueda de una puerta con el número 27. La encontró hasta el final del pasillo. A falta de una placa de metal con los números, éstos estaban rayados perfectamente con una pintura color negro.

-¿Tan mal vives?

Torció el gesto, dudando que realmente fuera la dirección correcta. Vamos, el sujeto con el que había hablado parecía la clase de hombre jóven con buena vida, tal vez hasta de dinero.

Temeroso de que abriera un hombre viejo y gordo con planes asquerosos para el pequeño Frank, tocó solo dos veces con los nudillos. Estaba decidido a intentarlo solo ese día. Si no respondía, se daría por vencido a tener una amistad real.

Atendió el tipo con afro que había acompañado al pelinegro a la cafetería esa mañana.

-Hola. ¿Qué necesitas?

-¿Eres algo de Gerard? ¿O me equivoqué de dirección? -dijo haciendo una mueca y entrecerrando los ojos.

-¿Tú eres quién le compró el café, cierto?

-Sí. ¿Eres algo de Gerard? Digo, creí que él vivía aquí...

-¿Tan gay luce que crees que somos algo?

-Yo decía por... Eh... -comenzó a ruborizarse-. Olvídalo.

-Lo siento. No, solamente pasé por su billetera, la necesita al salir de su cita. Estaba a punto de llevársela.

-Ah, genial... ¿A qué hora regresa?

-Espera. ¿Quieres hablar con Gerard?

-Él me invitó a venir.

-Maldito homosexual fácil -susurró para sí, pero Frank lo había escuchado.

-¿A qué hora regresa? -repitió ignorando lo que había dicho el otro.

Trastorno de Identidad [TID]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora