Capítulo XI.

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—¡Gerard! —escuchó una voz gritarle desde alguna otra parte del departamento.

—Mierda... —susurró adormilado y se movió como gusano por entre las almohadas y sábanas.

Dormía tranquilamente, teniendo un sueño estupendo, recordando cómo casi había obligado a Frank a quedarse a dormir en el departamento del más grande.

—¡Gerard! —se escuchó nuevamente la voz de Frank.

Maldito enano hijo de puta, déjame dormir.

—¡Ya voy, amor!

Sí, como esas veces que piensas algo y dices o haces una cosa totalmente diferente, Gerard salió de la cama a regañadientes y caminó dando bostezos hasta llegar a la cocina, donde Frank estaba sentado en una silla, recargando los codos en la mesa, con las manos quietas y apretando sus mejillas.

—¿De qué te burlas? —preguntó el castaño, observando cómo su novio sonreía ampliamente.

—De nada. Luces adorable con los cachetes así.

Inmediatamente Frank retiró las manos de su rostro, y las posó en su regazo. No soy adorable, pensó.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Iero de pronto.

—Domingo. Y muy temprano. ¿Qué hora es, por cierto?

Volteó hacia la pared para ver el reloj que estaba colgado arriba del marco de la puerta. 06.27AM. Miró al pequeño entrecerrando los ojos, Maldito.

—No te alteres —sonrió desde su asiento—. ¿Sabes qué día es hoy? —repitió.

—Domingo, hijo de perra. Es domingo y me has levantado a las seis de la mañana. Te va a ir mal.

—Por favor —rodó los ojos—. Cumplimos dos meses.

—¿De qué? —preguntó frunciendo el ceño.

—De novios, idiota.

Gerard rió. Frank sólo se puso más serio y lo miró cauteloso.

—¿Qué?

—Se escuchó raro, pero lindo —se encogió de hombros sin dejar de sonreír—. Es la primera vez que alguien me da quejas por no recordar el maldito mesiversario.

—Está bien —dejó caer los hombros, relajándose.

—¿Quieres salir?

—¿Por qué otra razón te despertaría tan temprano?

—Una emergencia, algo importante, el cumpleaños de Obama... No sé —se encogió de hombros—. ¿A dónde?

—Tú vas a pagar, tú decide.

Gerard rió. Caminó hasta estar al lado del menor y besó su cabeza. Se sentó a su lado, y lo miró con detenimiento pensando a dónde llevarlo.

—Iremos a ver una película. Luego te llevaré a un lugar y finalmente volveremos aquí, para hacer actividades extras.

—¿Las actividades extras incluyen sexo? —preguntó ligeramente sonrojado. No habían tenido relaciones juntos nunca.

—Eso depende. Si no tengo sueño y estás de acuerdo, sí. Si tengo sueño y sigues de acuerdo, también.

—Genial —rió bajo—. Iré a mi departamento.

—Te acompaño.

—No. —Gerard lo miró alzando una ceja—. Necesito... Pensar cosas.

Trastorno de Identidad [TID]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora