Capítulo III.

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Raymond comenzaba a irritarse. Parecía que hablaba solo. Lo intentó una vez más:

-Tierra llamando a Way, ¿me escuchas?

Movió la mano frenéticamente frente al rostro de su amigo antes de estallar y estamparla cotra la nariz del copiloto de manera agresiva. Incluso para reaccionar ante el golpe, Gerard fue lento.

-Lo siento -se disculpó al ver como se retorcía de dolor en el asiento-. Tengo más de cinco miutos diciéndote que ya llegamos.

Señaló con el dedo índice el edificio número tres de color carmín que se veía por la ventana de Gerard. Suspiró al ver aquel conjunto de diminutos departamentos, y volteó a ver al chico de cabello rizado.

-Gracias.

-Ya sabes. ¿Qué pasa contigo?

-¿Conmigo?

-Estás como distraído.

-Ah, sí, lo siento.

-¿Es por el tipo aquel? -Gerard lo miró aún perdido-. El de la cafetería, el tatuado... ¿Sí notaste que estaba tatuado?

-Sí.

Y que tenía dos perforaciones en el rostro, ojos de color entre café claro y verde oscuro, quizá avellana, cejas delgadas, nariz curiosa, un ligero rastro de barba, y olía a tabaco, pensó Gerard.

-Pareces idiota -dijo comenzando a reír.

No lo había notado, pero gracias sus pensamientos, tenía una sonrisa estúpida en la cara. Se dio una bofetada mental, y salió del auto a tropezones.

Ignorando las diculpas de Raymond, entró al edificio y subió cuatro pisos por las escaleras, ya que el elevador se había descompuesto. Al estar frente a la puerta roída de su departamento, sitió una fuerte punzada en la cabeza. Trató de ignorar aquél desesperante dolor y siguió empujando para poder entrar y descansar un rato más.

Había tomado un par de pastillas para la migraña antes de irse a la cama con toda la ropa puesta.

Estaba teniendo un sueño extraño, rodeado de cientos de personas, todas tratando de aplastarlo, según parecía por como se colocaban a su alrededor. Inconscientemente comenzaba a agitarse y a moverse de manera desesperada en la cama, incluso soltaba un par de manotazos al aire. Sentía que estaba a punto de asfixiarse. Habría la boca de manera casi exagerada, buscando el apreciado oxígeno, pero este se negaba a entrar. Seguía sumido en aquella pesadilla que se había tornado tan real. Con los dedos ligeramente temblorosos, se tocó el cuello, y luego comenzó a rasguñarlo desde la barbilla hasta las clavículas. Necesito aire, era lo único en lo que pensaba. Pareciera que haría un agujero si era la única manera de poder respirar. Cuando una de las personas se le acercó con mirada rabiosa, comenzó a poder respirar, pero se detuvo de inmediato al tener las manos del hombre envolviéndole el cuello con fuerza y odio. Lo último que vio antes de que todo se pusiera negro, fueron los ojos avellana de su atacante.

Se sentó de golpe en la cama, llenándose los pulmones de todo el oxígeno que fuera posible. Estaba bañado en sudor, y tenía la respiración agitada.

-No más medicametos -se dijo en voz baja mientras se apretaba el puente de la nariz con un par de dedos.

Minutos más tarde se encontraba desnudo en el pequeño baño blanco de su habitación. "¿Qué iba a hacer?", y la respuesta fue casi inmedita de parte de otra voz: Bañarte, imbécil. Apretó fuertemente los ojos, furioso.

-Íbamos tan bien hoy.

Y era cierto. No había escuchado nada y se sentía de perfecta forma, hasta ese momento.

-Sé que me extrañaste -habló el reflejo en el espejo sobre el lavabo.

-No realmente -respondió seco.

Suspiró y trató de mantener la calma, para después introducirse en la lluvia fría que caía en la ducha. Otra falla en el edificio, por eso estaba fría, seguramente.

-¿Hace cuánto que no te lo meten? -preguntó burlón la misma voz.

Gerard no respondió. Siguió retirando el shampoo de su cabello, tratando de ignorar los comentarios ofensivos provenientes de alguna parte de su cabeza.

-Seguramente lo extrañas... Marica.

-Déjalo tranquilo -lo defendió otro-. Se lo meterán pronto. -Y un coro de risas resonó.

Pero era imposible.

Cerró la llave, harto de escuchar todo aquello. Estaba molesto, frustrado por no poder hacer nada para que aquellas voces se fueran de una maldita vez. Se envolvió en una toalla, y salió goteando hasta estar frente al televisor. Nuevamete olvidó qué iba a hacer. Bufó y se quedó de pie, tratando de recordar qué iba a hacer. "Llamar a Ray", supo de golpe. Tomó su móvil y marcó de forma rápida el número. Timbró más de cuatro veces cuando escuchó la voz que esperaba.

-Hola -Gerard sonrió, feliz de que hubiera atendido-, habla Raymond. Lo siento, pero no estoy libre en este momento. Deje su mensaje luego del bip y yo le llamo...

Torció la boca, decepcionado pero no derrotado. Marcó nuevamente y timbró esta vez solamente dos veces.

-Toro -dijo con voz formal y decidida.

-Vaca -respondió con el mismo tono de voz.

-¿Gerard? Idiota, este es el número del trabajo. Sabes que tienes que llamarme al otro cuando quieras joder.

-¿Coger? No quería nada más que una amistad contigo.

Rió fuertemente ante su propio comentario. Era difícil creer que estaba hecho una fiera hacía menos de un minuto.

-JODER. Molestar, pues. ¿Qué quieres?

-Eh... ¿Recuerdas lo del viernes? Aquello que me habías dicho de tu amigo Robbie...

-Robert. Y sí. ¿Qué pasa con él?

-Quiero ir antes. Hoy mismo si es posible.

Raymond se quedó congelado del otro lado de la línea. No podía creerse las palabras del otro chico. Normalmente se negaba a ir con cualquier clase de doctor, incluso con el mismo Raymond. Comenzó a balbucear una respuesta, pero no era nada entendible.

-¿Qué dices? Estoy harto de las voces...

-¡Por supuesto! Eh... Lo llamo ahora mismo, seguro acepta. No te preocupes, paso por ti en media hora para ir. ¿De acuerdo?

-Claro. Gracias.

Colgó sin esperar la respuesta de su amigo.

Arrojó el teléfono en la cama, y se acostó con los ojos fijos en el techo. No podía creerlo. Había aceptado y adelantado la cita. Pero estaba feliz, esperanzado de que el tal Robert acabara con su tortura diaria.

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Nuevo capítulo.
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xoxo

Trastorno de Identidad [TID]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora