Capítulo XV.

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Era la segunda vez que despertaba desorientado en un hospital. Todo era casi lo mismo que la primera: le dolía el cuerpo, estaba confundido, no recordaba claramente lo sucedido, estaba solo, y la habitación estaba completamente a oscuras. La única diferencia, era que esa vez se sentía diez veces peor.

Dejó salir el aire de sus pulmones, y extrañamente le dolió. Ignoró ese malestar y prestó atención a sus alrededor: efectivamente, todo estaba oscuro, no podía ver nada a excepción de una máquina extraña que emitía una luz de color azul, y lo único que podía escuchar en la habitación eran unos constantes y tranquilos bip que provenían de algún lugar del cuarto, además de su respiración.

Frank apretó el entrecejo y dejó escapar un jadeo. Mierda, en serio duele, pensó tocándose el costado izquierdo mientras cerraba los ojos intentando soportar el dolor.

—¿Frank? —sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz desconocida de una mujer—, ¿has despertado?

Abrió los ojos lentamente y alzó la vista hacia la puerta; apenas se veía una cabeza con cabellos negros. Pero no es Gerard, aclaró él en su mente de manera rápida.

—Hola —saludó tímida—. ¿Puedo entrar?

—Claro —respondió al momento. Su voz había sonado más ronca de lo habitual y ligeramente cansada.

La chica cruzó la puerta rápidamente, y la cerró detrás de ella de igual manera. Vestía una falda negra y una camisa de botones del mismo color, llevaba unos botines de cuero, y su largo cabello lacio suelto. Tenía el maquillaje de los ojos un poco corrido, pero su rojo labial permanecía intacto.

—¿Nos conocemos? —Preguntó Frank de forma bruta.

—No, no lo creo. Me llamo Lindsey. Soy una especie de... amiga, de Gerard.

—Oh.

—Los encontré a media calle... sangrando —arrugó la nariz— y los traje aquí.

—¿Gerard está bien?

—Pues... No está tan mal como tú.

—Eso no me ayuda —dijo molesto—. ¿Él está bien?

—Podría decirse —respondió encogiéndose de hombros, ignorando el comportamiento grosero del castaño—. Sólo tiene unos golpes y puntadas. Tú fuiste directamente a cirugía.

Repentinamente Frank se sintió mareado y con náuseas. Cirugía. Nunca había tenido una en toda su vida. Bueno... Eso explica el dolor, se dijo. De repente recordó qué había pasado la noche anterior. Un lar de balas habían entrado a su cuerpo, y lo último que recordaba era a su novio llorando frente a él, pidiéndole que no se rindiera.

—¿Estás bien? —preguntó Lindsey, viendo cómo Frank contraía de forma extraña varios músculos del rostro—. Te has puesto amarillento.

—Ten más tacto la próxima vez —susurró. Ella se rió.

—¿Quieres que vaya por Gerard? —preguntó alejándose de Iero, yendo hacia la puerta.

—Por favor.

Ella sonrió una última vez y desapareció de su vista. El avellana tuvo que esperar varios minutos para que entrara Gerard por la puerta, sonriendo y con el rostro un poco hinchado.

—Pensé que te perdería —se apresuró a hablar el castaño.

—Imagínate cómo me puse yo —susurró el mayor sentándose en la camilla, a un lado de su amado. Se inclinó con extremada lentitud y delicadeza plantando un beso en la cabeza de este, aspirando con alivio su dulce aroma—. Te amo.

Trastorno de Identidad [TID]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora