Capítulo XII.

190 20 8
                                    

Gerard no dejaba de mover frenéticamente los brazos mientras caminaba a mitad de la calle para que, con suerte, algún automóvil que pasara se detuviera y los ayudara a él y a su novio, quien permanecía boca arriba unos cuantos metros atrás.

Cuando finalmente una camioneta apareció luego de unos minutos, parecía que ésta no iba a detenerse, incluso que el conductor no veía a Gerard, quien estaba justo en medio de su camino.

Es una Toyota Rav4, no pudo evitar notar Gerard; su padre había tenido una igual cuando vivía con su familia en New York. Lucía asustado, pero no se movió ni un centímetro.

***

A cargo del volante, y única persona a bordo, iba una mujer joven. Parecía que había llorado, y lucía muy distraída. Llevaba sonando una agrupación de música alternativa que no llevaba mucho tiempo en el ámbito musical y que ni siquiera era del gran agrado de ella, pero en ese momento le ayudaban a desahogarse.

No era una conductora profesional, pero era muy buena y sabía qué hacer y qué no hacer cuando manejaba. Una cosa muy diferente, es que en aquél momento no quería demostrarlo. Miraba su teléfono y apretaba teclas sin parar llena de furia con una sola mano; "Muérete, maldito hijo de perra", fue lo que envió antes de levantar la mirada hacia la carretera.

—¡Carajo! —maldijo entre dientes frenando con toda la fuerza que había en su pierna entera.

Había sido muy repentino, por lo que parte de su cabellera se encontraba ahora en su rostro, y se mantenía formando una O con la boca por la impresión.

—Maldición, maldición —repetía mientras trataba de relajarse—, que no esté muerto, Dios, por favor, que no esté muerto.

Tenía los ojos apretados fuertemente, evitando mirar lo que sucedía en la vida real. Se mordió el labio inferior y abrió los ojos de golpe, lista para la verdad. El hombre no estaba frente al auto.

—Mierda —susurró, cryendo que lo había atropeyado.

Giró la cabeza hacia la izquierda para salir, pero saltó del susto y casi le dio un infarto. Una figura sombría y de cabellera desordenada se encontraba de pie al lado de la puerta.

—¡Ayuda, por favor! —gritó Gerard golpeando desesperadamente la ventanilla.

—Aléjese de mi auto —gritó ella con voz temblorosa—. No lo conozco.

—¡Por favor! ¡Mi amigo se está muriendo! —Había evitado decir "novio" por miedo a que la mujer fuera homofóbica y se negara a ayudarlo—. ¡Está más adelante, en el suelo!

Le tembló el brazo, pero bajó la ventanilla rápidamente. El hombre le parecía familiar, pero estaba despeinado, lucía desesperado, e incluso tenía sangre sobre sus ropas.

—Por favor —dijo él más tranquilo.

Ella entrecerró los ojos, dudando que aquello fuera cierto. Volteó la mirada hacia el frente y agudizó su vista; pronto vio un cuerpo agonizante sobre la acera.

—Dios mío —susurró preocupada.

Rápidamente se quitó el cinturón de seguridad y acompañana del otro hombre corrieron hasta el cuerpo tembloroso del pequeño. Ella se hincó al lado del herido y trató de ver qué tan mal estaba; fue muy obvio que se encontraba terrible y tal vez con un hilo de vida.

—¿Qué les pasó? —preguntó ella mientras ayudaba al pelinegro a poner de pie a su compañero.

—Asalto a mano armada. —Dijo bajo, apretando los dientes por la fuerza que hacía para levantar a Frank; él no era fuerte y en ese momento estaba un poco más débil, y el otro inconsciente no ayudaba.

Trastorno de Identidad [TID]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora