004 | syrka

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capítulo número cuatro:
syrka

Rhiannon siempre opinó lo mismo, las actividades que una princesa, una dama o una mujer en general debía hacer eran aburridas

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Rhiannon siempre opinó lo mismo, las actividades que una princesa, una dama o una mujer en general debía hacer eran aburridas. Siempre era lo mismo, ser instruida para aprender a coser, aprender alguna habilidad como lo es tocar algún instrumento o mejorar su voz y leer, leer y leer hasta que ya no pudiera más. Aunque ella tenía clases de Alto Valyrio, las cuales tomaba junto a Helaena Targaryen ─ junto con la otra mitad de sus actividades ─, pues la septa había acomodado los itinerarios de las princesas para que hicieran todo juntas.

Todos los días después del desayuno tenían que encerrarse durante casi todo el día, hasta que la hora de comida llegara en la biblioteca gigantesca que se encontraba dentro de la fortaleza roja, esa donde habían miles de historias sobre la dinastía Targaryen.

Las dos jóvenes escuchaban aburridas las palabras de la septa, les leía un fragmento de un libro sobre lo que era Desembarco del Rey antes de la conquista de Poniente a manos de su familia. Helaena se encontraba sumida en sus pensamientos, fingiendo que prestaba atención, pero en realidad estaba matándose las neuronas, repitiendo una y mil veces los sucesos de sus sueños, pues la princesa sufría de premoniciones, aunque nadie le creía.

Por su lado la pequeña Rhiannon apoyaba su cabeza sobre su puño cerrado, intentando dejar de cabecear, no había dormido nada bien la noche anterior pues Lucerys había entrado en medio de esta llorando porque se había orinado mientras dormía, mojando toda su cama y haciendo que fuera imposible dormir en esta, por lo que su hermana mayor tuvo que cambiar a su hermano de ropa y haciéndolo dormir con ella.

A la mañana siguiente cuando las niñeras entraron a la habitación quedaron sorprendidas, pues el pequeño niño ya no tenía permitido dormir en la misma habitación que su hermana, Rhaenyra Targaryen lo ordenó en un intento de que sus hijos no fueran más codependientes el uno del otro.

La castaña cerró sus ojos color aceituna por un segundo, intentando descansar su vista, pero en realidad estaba a nada de caer sobre los brazos de Morfeo y cuando estaba a punto de que su cabeza cayera sobre la mesa de la biblioteca sintió un fuerte golpe en esta, haciendo que de forma inmediata abriera los ojos para sentarse derecha. A su costado Helaena hizo lo mismo, desviando su mirada hacia la septa, la mujer entrecerró los ojos.

Aquella mujer había educado a Rhaenyra Targaryen hasta que tuvo que dejar de hacerlo pues la mujer ya estaba casada y con Jacaerys en camino, ahora educaba a la única hermana de la princesa y a su única hija que era como tener dos copias de la joven, solo que eran más calmadas, no tan feroces y rebeldes como la princesa, lo único que hacían las niñas era sumirse en su propio mundo y fingir interés en las clases.

─ Princesas, es necesario que presten atención. ─ La voz de la septa era la voz de una mujer adulta, casi todas ellas eran mujeres de edad avanzada.

Y eso solo hizo que una duda se creara en la mente creativa e inocente de la castaña. ¿Habían septas jóvenes? ¿O todas eran igual de grandes y gruñonas que esta?

YES TO HEAVEN ─ house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora