capítulo dieciséis:
no mucho, sólo para siempre
Los gritos resonaron durante horas por las cuatro paredes, la sangre escurría de las piernas de la princesa mientras sus doncellas y el maestre intentaban auxiliarla de alguna forma, apretando dientes y aferrándose al barandal de la litera.Vestida con un camisón repleto del color rojo de la sangre, oliendo a cobre oxidado, llena de sudor, con el corazón roto, gritando maldiciones al mismo tiempo que lloraba. Rhiannon se sentía perdida, le habían quitado todo, su esposo mato a su hermano y ahora había entrado en labor de parto, aún cuando le faltaba un luna y media para completar el ciclo.
Su esposo estaba en la sala de estar de la gran habitación, caminando de un lado a otro con el cabello alborotado, llorando con las manos sobre su rostro, vestido en ropas de dormir mojadas, maldiciéndose internamente por todo lo que había hecho.
Escuchando los gritos desgarradores de su amada Rhiannon, la madre de su heredero.
Una de las doncellas puso su mano sobre la espalda de la princesa cuando esta se sentó en la orilla de la cama, apretando los lazos de tela blanca que le habían dado para tener estabilidad, pujando ocasionando que solo cayera un cúmulo de líquidos con coágulos de sangre de color café y roja.
─ Puje, princesa. ─ las doncellas la escucharon gritar con fuerza, haciendo que las lágrimas instalaran sus ojos.
El parto de Maegor también había sucedido en una tormenta, con las gotas cayendo como una corriente de agua en un río, con los gritos de una Rhiannon de diez y cuatro escapando de sus labios que estaban amordazados por un pedazo de tela que se le proporcionó para morder, lágrimas con palabras cortadas que pedían a su madre.
Pero no era igual que este parto, este estaba lleno de una nube gris, con cada grito se demostraba que la princesa estaba destrozada, cada lágrima que corría por sus mejillas era una clara demostración de lo dolida que estaba y cada palabra donde pedía ver a Luke era un recordatorio para Aemond, él había provocado todo esto.
Soltó la tela cuando sus fuerzas se perdieron, haciendo que se recostara sobre el colchón con la ayuda del maestre, este se sentó detrás de ella, apoyando la espalda de Rhiannon en su pecho, con las doncellas abriendo sus piernas de lado a lado, doblándolas para observar si ya se veía la cabeza del bebé, pero nada, solo había sangre allí dentro.
El maestre pasó un trapo de agua fría sobre su frente, pidiéndole que siguiera pujando, pues la princesa se había rendido, dejando de pujar, solamente respirando pesadamente, tragándose sus lágrimas, sollozando y murmurando palabras inaudibles.
Un grito salió acompañado de la sangre corriendo por la entrepierna de la princesa, cayendo sobre la sábanas blancas y haciendo que el príncipe Aemond mirara con preocupación, dando pasos hacia ella sin pensarlo dos veces, lo que ocasionó que su esposa protestara, mordió su labio inferior hasta que sangró para gritar.
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YES TO HEAVEN ─ house of the dragon
FanfictionYTH | Rhiannon siempre fue la debilidad del príncipe Aemond, no importaba que a sus ojos y a los de su madre fuera una bastarda, ella era diferente a cualquiera de su familia, siempre haciéndolo feliz, aunque esta lo odiara. Él siempre amaría a Rhia...