02. Je veux retourner

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1899
Castelnou, Francia
Condado Caléndula

Estaba volviéndose loco, no había otra explicación válida para expresar la enajenación que estaba viviendo en esos momentos.

Loco, demente, desquiciado. Más safado que una cabra. Todos los tornillos de su cabeza habían desaparecido.

Por un momento su mente se quedó en blanco sin saber que hacer y un segundo después Jungkook se encontraba corriendo.

Corrió sin mirar atrás aún cuando podía escuchar los gritos de Jimin llamarlo. Aún cuando sabía que se encontraba en un lugar totalmente distinto al que él pertenecía y podía estar dirigiéndose a un lugar en el cual peligrara su vida o la poca cordura que le quedaba.

Tenía miedo y jodidamente quería regresar.

¿A dónde?

¿Cómo podría saber a donde quería volver si ni siquiera sabía en donde se encontraba?

No supo cuanto tiempo permaneció huyendo. Sus pies comenzaban a doler y su cabeza se sentía a punto de explotar. Se detuvo cuando el camino por delante de él se acabó. Dejó de correr cuando un gran cuerpo de agua dulce se le atravesó enfrente. La luz de la luna alta en el cielo se reflejaba sobre el agua cristalina. Era una imagen hermosa para admirar, pero para él no significó nada más que un recordatorio de la pesadilla que estaba viviendo.

Los pasos apresurados que lo seguían a una distancia considerable se detuvieron un segundo después de que él lo hizo. El silencio fue el único testigo de la incertidumbre que rodeaba a ambos hombres.

El primero por no saber donde se encontraba y el segundo por no saber quien era la persona que conocía desde que tenía memoria y había compartido un sinfín de momentos a su lado.

Su respiración era acelerada y parecía que su corazón quería salirse de su pecho, incluso sus piernas ardían, pero absolutamente nada de lo que estaba sintiendo físicamente se comparaba con la angustia que estaba desgarrando en su pecho.

En silencio, Jungkook se arrodilló en la hierba húmeda y con ambos puños aplastó y arrancó el césped mientras negaba repetidas veces con su cabeza.

Loco, loco, loco.

Jimin se quedó de pie a sus espaldas solo mirándolo, sin entender que es lo que estaba ocurriendo en la cabeza del contrario. Estaba tan o más confundido que el chico tirado en el suelo.

Hizo un magnífico trabajo ignorando la angustia que se estaba arremolinando en su pecho, pues nunca había desobedecido las órdenes claras de sus padres acerca de no internarse al bosque contiguo a su hogar pasada la media noche.

Las razones nunca le fueron explicadas, pero la prohibición siempre había sido clara.

Sin embargo, al ver a su amado en tal estado, ninguna de las advertencias pasadas fueron importantes. Todas las palabras se convirtieron en algo insignificante. Su corazón le rogó seguirlo, se negaba a dejarlo a la deriva justo en ese momento donde tan perdido parecía.

Poco sabía que la razón por la que se le fue prohibido entrar al bosque durante la madrugada era para alejar la desgracia en su vida.

La ley del todo o nada [kookmin] (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora