22. ¿Sera-t-il si difficile de nous trouver?

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25 de diciembre, 1945
Moscú, Unión Soviética

Hacía frío. Demasiado frío.

Era un tipo de frío que Jimin nunca había sentido en toda su vida. Ni siquiera en las heladas que llegaban a azotar a Corea durante las temporadas más difíciles del invierno.

Él estaba rodeado por un gran abrigo acolchado, una gruesa bufanda y un gorro cubierto de tela afelpada en el interior. Estaba cubierto de pies a cabeza, envuelto por todo ese montón de cálidas telas.

Pero aún así seguía teniendo frío.

Había abierto sus ojos debido al sobresalto que su cuerpo sufrió después de haber despertado con los latidos acelerados y un nudo en su garganta dificultando su respiración.

Todo por ese sueño.

Jimin parpadeó ligeramente, intentando hacer que sus ojos cansados y ligeramente adoloridos enfocaran lo suficiente como para darse cuenta de su alrededor, intentando distraer su torturada cabeza de aquello que estaba persiguiéndolo como un ente que deseaba clavar sus filosas garras en él y hacerlo sangrar hasta que su cuerpo quedara inerte.

Sin embargo, lo primero que notó su mirada, fue el cambio de ropa que ahora mismo hacía el pobre intento de mantener su calor corporal y evitar que su corazón se detuviera por una hipotermia.

Aquello lo confundió.

Era extraño.

Las prendas que estaba vistiendo eran extrañas. No pudo reconocerlas, por más que las mirara y rebuscara en sus memorias para saber si le pertenecían o no.

Tardó solo unos segundos, pero pronto, Jimin llegó a la conclusión de que las prendas ni siquiera eran suyas. Él recordaba haber estado usando otras ropas, unas que eran completamente distintas a lo que ahora cubría su piel pálida.

Su piel más pálida de lo normal.

Más específicamente, él había estado usando un conjunto que una estilista había escogido para él antes de subir a la tarima para conversar con cientos de seguidores y firmar decenas de libros.

Jimin mantuvo sus ojos abiertos por un segundo antes de rendirse ante el cansancio extremo que sentía en su cuerpo y volver a cerrarlos para intentar conciliar el sueño que había sido interrumpido por su propia mente unos momentos atrás.

Estaba mareado, sus ojos dolían y su cuerpo pesaba como si éste estuviera hecho de metal. Casi se sentía como si hubiera recibido un golpe en la cabeza y hubiera estado inconsciente durante mucho tiempo antes de tener ese sueño en el que se negaba a pensar y el cuál había sido el motivo por el cuál había despertado, con el sudor cubriendo su piel fría y su corazón latiendo tan fuerte adentro de su pecho que parecía que éste iba a escaparse en cualquier momento.

Ni siquiera podía recordar que había pasado antes de despertar en ese lugar, por más que lo intentara.

No tenía ni la más remota idea de cómo es que había llegado ahí.

Ahí, a esa habitación oscura, apenas iluminada por una vela a medio consumir, acostado entre un montón de colchas usadas y remendadas, y con un intenso olor dulzón en el ambiente.

La ley del todo o nada [kookmin] (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora