27. Le fil qui saigne est raccourci

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15 de enero, 1946
Moscú, Unión Soviética

La luna se estaba escondiendo detrás de las nubes.

Era una noche oscura, casi tan tenebrosa como aquella primera en la que había abierto los ojos y se había encontrado con nada más que una tormenta de nieve azotando las ventanas de la pequeña cabaña destartalada a la cual no sabía cómo había llegado a parar.

En esa ocasión, Jimin abrió los ojos por vigésima vez.

Veinte días.

Llevaba veinte días en ese lugar.

Sus ojos violetas parpadearon un par de perezosas veces para acostumbrar su visión cansada a la tenue luz que provenía de una brillante y cálida vela encendida sobre el mueble al costado de la cama donde se encontraba acostado.

De la cama de la que ya se había hartado, pero a la que estaba tan acostumbrado.

Inhaló profundo y soltó un suspiro pequeño, apenas audible, pero que contenía perfectamente toda la frustración que estaba sintiendo.

Estaba seguro de que había dormido más de ocho horas, pero aún se sentía agotado.

Pero Jimin estaba aprendiendo algo nuevo.

No era agradable en lo absoluto, pero un aprendizaje era un aprendizaje.

Quizá ahora Jimin podía entender perfectamente lo que ciertas personas tumbadas en camas de hospitales podían sentir.

Pensó que quizá, cuando volviera a su vida normal -si es que lo hacía-, tendría una excelente experiencia para narrar en alguna de las futuras historias que se le ocurriera escribir.

Jimin estaba seguro de que sí.

Ya podía imaginar la reseña de la novela en la que trabajaría después de la publicación de su mas reciente libro.

Quizá comenzaría la historia narrando desde la perspectiva de un joven adulto fuerte y sano que debía cumplir sus obligaciones con su país en medio de un mundo envuelto en cientos de conflictos bélicos por todos lados, y después, daría in increíble giró a la trama que seguramente haría que todos sus lectores quisieran arrancar sus cabellos uno por uno.

¿Y qué mejor que alterar un pequeño detalle tan banal sobre la vida de este joven adulto como lo es su salud?

Jimin ya estaba planeándolo.

Ese joven adulto fuerte y sano, crecería y sufriría, y justo cuando pareciera estar encontrando un poco de paz, todo le sería arrebatado y reemplazado por enfermedad y debilidad.

Estaba seguro de que no había forma de darle un final feliz al chico, a menos que su historia se clasificara dentro de un mundo de fantasía y que mágicamente su mortal enfermedad desapareciera tras beber una pócima o recibir un beso de verdadero amor.

Agh, tan fantasioso.

Pero no lo haría. Después de todo, eso no era ser realista.

Y para Jimin, no había nada más realista que lo que estaba sintiendo en esos momentos.

Después de todo, la historia de ese joven adulto, no sería nada más que su propia historia.

O al menos, la historia de ese él en ese mundo en el que había ido a parar la noche de Navidad.

No podía escribir que el chico al final encontraba su calma después de la tormenta, vivía sin preocupaciones, se enamoraba y moría con una sonrisa en el rostro.

La ley del todo o nada [kookmin] (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora