ch. 04

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𝐋os dioses no estaban de su lado

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𝐋os dioses no estaban de su lado. De ser así, su cuerpo no estaría rígido y con la mente ocupada.

Habían abandonado Pozo Dragón. Val por fin pudo respirar a grandes bocanadas. Si su señora madre se enterara de ello, ser casi devorada por un dragón, no sabría qué advertencia sería echada encima. Odiaba la idea. No por ser débil, eso ya todos lo sabían. Qué no tuviera control de sus emociones ante una de las criaturas que la sangre de la antigua valyria, la misma que corría por sus venas, era deshonroso y el que no reaccionara debidamente... Val prefería quedarse encerrada en sus aposentos con Jen enseñándole de nuevo cómo las puntadas le servirían en próximas lunas.

Aemond no la soltó en todo el camino hacia la fortaleza. Sólo cuando apareció Ser Harrold Westerling tomándolo por el cuello de su traje de lana verde esmeralda, el frío lo reemplazó como un guante.

Val vio reflejado su rostro pálido en la armadura de plata del caballero. El sonido que hacía al trajinar, la voz con la cual los reñía; sólo significaban malas noticias.

—Mi señora, ¿sabe en qué problemas está metida? —le dijo el Comandante de la Guardia Real, fiel servidor del rey Viserys, abuelo de Val—. Dudo que la princesa se quede quieta. ¡Mire su rostro!

Ella se tensó, pero lo observó mejor que antes. Las puntas de su cabello estaban quemadas, en parte más onduladas que a su aspecto natural, y caían tiesamente por su rostro manchado de carbón. El abrasador de las llamas de Sueñafuego eran más que una advertencia.

Oyó a Aemond objetar. Ser Harrold lo zarandeó por el cuello de su traje, trayendo a la luz a su madre:

—Su majestad tampoco estará dichosa, mi príncipe. Será mejor que encuentre una excelente excusa esta vez.

No era la primera vez que Aemond descendía hacia las fauces de los dragones, Val observó la manera en que esquivaba su mirada.

Estaban llegando a la Fortaleza Roja. Tan carmesí como la sangre que Maegor el Cruel, hijo de Aegon el Conquistador, derramó para ocultar los secretos de su construcción, se alzaba sobre la colina más empinada. En lo alto ondeaba el estandarte de los Targaryen: un dragón tricéfalo de gules en campo de sable.

Las pequeñas y escuálidas piernas de Val se movían lo más rápido que Ser Harrold le permitía con su caminar maduro. La tenía agarrada desde la zona baja de su hombro, apremiándola que se apresurara a por llegar por los Maestres.

Guardias notaron sus presencias y, con la voz alta y tajante del Comandante, abrieron las puertas de bronce. El terreno vacío, con aroma a ganado y hierro. Carruajes partir y arribar. Todos la veían como una busca-problemas. No lo era. Desde el principio se lo hizo saber a su tío, pero él hizo oídos sordos. Ahora estaban en problemas. Él irá a ver a su madre, la reina, mientras que ella a la suya, la princesa y heredera al trono. No sabía quién lo pasaría peor, o si es que dentro de un tiempo sería capaz de verlo.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora