𝐂omprendió porqué nunca era bien recibida con los lores o ciertos altos mandos. O porqué la reina nunca le causaba gran impresión; insinuaba hechos de ella y sus hermanos, comportándose segura de que cosas que sabía y que otros ignoraban. ¿Correspondía seguir actuando como había hecho hasta ahora, sin importar los rumores confirmados?
—Buenos días, princesa.
Los sirvientes no tenían ese problema sin importar el tiempo transcurrido; sin embargo, siguió deambulando por los pasillos del castillo, deseando que la sensación cosquillosa de sus hombros y piernas se detuvieran; una sensación de pisar clavos oxidados y su cuerpo tornando de vuelta a su quejumbroso ser.
Se preguntaba hasta cuándo durarían aquellos dolores como pinchazos.
No todo estaría de su lado, la Fortaleza Roja se encontraba en movimiento desenfrenado. La reina organizaba un banquete. Los preparativos se llevarían a cabo desde temprano, creando de nuevo aquel ambiente tenso entre su señora madre y la reina verde en lo que comenzaría la noche. Nadie quería decirle la razón, más bien, la verdadera razón. Por más que oyera «un simple banquete para olvidar las tristezas» oía la voz de la reina Alicent mofarse por detrás por la despedida de Sir Harwin.
Para la mujer la verdad tras el nacimiento de Val era una burla, sabía su debilidad. Pero no le preocupaba. Tenía a su madre, la heredera al trono de hierro. Sólo debía ser paciente para que todos los rumores, burlas y quejas hacia su nombre y la de sus hermanos terminasen.
Lo único emocionante de ello era que se presentarían todos. Todos los invitados de la reina, por consigna, del rey.
Así que, como era costumbre de todos los días y a la misma hora, se presentó a sus labores. No estaba Jen para que la guiase, no había oído nada de ella desde que la reina la mandó a llamar por dejarla en Pozo Dragón junto al incidente que casi le costó la vida. Cuando lo consultó con las otras criadas le dieron aquella mirada donde las palabras no necesitaron explicar. Jen no volvería a estar a su lado, dentro de poco alguien ocuparía su puesto.
—¿Qué historia tocarán hoy, mis princesas? —preguntó una voz conocida, por encima de ella.
Sólo estaba acatando con sus responsabilidades, así que podía decir cualquier fácil composición, pero los dedos de Val se movieron sin dejar respuesta a su tía Helaena en una tonada suave, lenta y muy melancólica que las criadas demoraron en salir de la sugestión.
Helaena fue la única que se dignó en aplaudir, sin parpadear en modo que parecía estar en un sueño.
—¿Ha pensado en tocar en el banquete de hoy, mi princesa? — La voz de la mujer encargada de sus clases de arpa era amable, Aalis siempre lo era con ella—. De seguro traerá alegría a todos si decide tocar una historia más festiva. La gracia de sus dedos no debe tocar ese tipo de melodías...
La sonrisa de Val había decaído. No encontraba para nada lo que Aalis decía como de lo que estar de acuerdo. La tonada de como Ioszat Vesperon se enamoró de una mujer que su familia no aceptaba provocó una guerra interna que, por más que fuera una causa perdida, no se rindió hasta encontrarse moribundo. Era una historia que había leído en una de sus clases, un extracto no muy conocido que se expandió más allá del centro y que no estaba segura de sentirse capacidad de ser quien lo leyera; los Vesperon eran conocidos por ser voraces con sus propios miembros, si uno era ridiculizado, todos lo devolverían con la misma mordida.
Su madre le había hablado de ellos también, y era un rasgo que respetaba. Por lo que, Ioszat Vesperon fue un hombre deplorable que luchó años en el pasado por un amor que no logró ver el amanecer. Era una historia digna de tocar para concienciar al resto de la corte, el apoyo de su madre estaba más que claro.
—¿Dices que una canción de un miembro de la casa Vesperon no es digna de ser tocada en un banquete donde, posiblemente, uno de sus miembros se presente? —Val miró los ojos pardos de Aalis. Se vieron agrietados por un instante ante la insinuación.
—Mi princesa, no era mi intención...
Los dedos de Val acariciaron el cuerpo del instrumento y lo reposó sobre el regazo de su tía, quien era su turno de practicar. Un mal comentario no dejaría que su actitud flaqueara, seguía siendo una princesa, se despidió como tal.
Sus hermanos se encontraban en sus propias labores del día, que iban de clases con espadas a montar con sus dragones junto a la práctica del Alto Valyrio. Siempre se llevaban la diversión, Val era más pequeña pese a ser mayor junto a Jace, pero parecía que a ninguno iba a superar por tener un cuerpo débil.
Los pasillos de la fortaleza se lo recordaron; en la presencia de sus hermanos, era más fácil avanzar porqué se encontraba obligada a ir a su caminar, recibiendo ayuda de ellos o de algún sirviente, pero estando sola, vagando sin nadie monitoreándola, parecía nunca terminar de caminar.
Lo recompensaba la vista al exterior.
El campo de armas se veía lucía más abajo, unos simples puntos negros que iban de izquierda a derecha debían ser uno de sus hermanos. Los estandartes de la casa Targaryen adornaban las paredes de piedra rojo claro, resaltaban por encima del cielo, pero no del mar; una basta corriente que reflejaba apenas los rayos del sol. Una seda tan profunda que se comparaba con el que Val llevaba encima aquel día. Era una vista que parecía comerla a cada segundo, hasta que vio una sombra pasar no muy lejos de ella, sorprendiéndola.
—¿Quién anda allí? —alzó la voz.
Por supuesto, nadie contestó. Pero hubo un movimiento. Un brazo apareció detrás de un pilar, llamando su atención. Un traje verde... apareció un chico de cabello y rostro pálido, con una herida en aquel rostro delicado y ojos índigos desolados...
Aemond estaba herido nuevamente.
—¿Mis hermanos...? —No terminó de preguntar, no tenía sentido ante tal obviedad.
Jace y Luke estaban devastados por la despedida de Sir Harwin, al igual que ella, pero no era excusa. No existía alguna que dejaran a su tío de aquella manera. Eran barbaros que le entregaban a la corte más razones para escudriñar en su linaje.
No se molestó de inmediato, primero llevó a Aemond a curar sus heridas.
Agradeció a los dioses de encontrar a un Maestre rondando en los pasillos, los atendió inmediatamente sorprendiéndose de la apariencia del joven príncipe.
—No es necesario... —la voz de su tío salió después de respirar profundamente—. La costumbre me está haciendo más fuerte.
—No digas eso —Val detestaba la actitud que Aemond optaba para no defenderse—. Lo odio, pero ¡si mis hermanos te vuelven a intimidar, solo golpéalos!
—Princesa... —quiso intervenir el maestre, mientras limpiaba las heridas de Aemond. Tenía un labio roto y golpes en las mejillas, y Val no quería imaginar que significaba el polvo de su espalda.
—No digo que muy fuerte —se excusó, recordando de quienes hablaba—. Tal vez sólo un poco. Para que aprendan.
Aemond se limitaba a verla como una atracción, una rara criatura. Era la usual mirada que la reina le dirigía, pero al contrario de ella, que estaba llena de odio y desagrado, la de Aemond no le molestó. Más bien, se alivió que se mantuviera concentrado en ella más que en el Maestre, de modo que se olvidaría del ardor de las heridas y, si servía para contrarrestar las acciones Jace y Luke, lo seguiría haciendo.
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𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotd
Fanfiction𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 | ' el amor más acalorado, tiene el fin más frío ' ‾‾‾‾‾‾‾‾‾‾« en donde Valaena Velaryon quedó marcada en la historia como 'la del corazón roto' por anhelar a su amor que nunca retornó » ‾‾‾‾‾‾‾‾‾‾ ▹ house of the dragon fa...