ch. 11

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𝐕al bebió del jugo de damasco que Aemond le ofreció

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𝐕al bebió del jugo de damasco que Aemond le ofreció.

Era una suntuosa celebración en la corte de la nobleza. Nunca había danzado enfrente de tantas personas, menos su familia; su señora madre le sonreía con gracia y parecía alabarla a la distancia, aunque de no ser por las insistencias de los lores en seguir la conversación, estaba segura de que le aliviaría diciendo que había hecho un excelente trabajo y podía descansar.

Fue cuando pensó que sería buena idea retomar la mano de su acompañante y volver a jugar con su suerte. El aliento le faltaba, se trabó con el jugo atrayendo la mirada de su tío. Pasó los labios por la manga del vestido y se mantuvo de piedra para regular su alterado cuerpo. Esperaba fervientemente que ningún noble hubiera presenciado el incidente, y menos aún que las lenguas afiladas de las damas difundieran la noticia de que la hija de la princesa Rhaenyra carecía de modales y era un malgasto de alimento y ropajes.

—Ten.

Miró a Aemond, quien le ofrecía una tela. Blanca y puntas verdes.

Contuvo la curiosidad de porqué un príncipe tenía encima un pañuelo, lo aceptó, notando su suave fragancia que la tranquilizó momentáneamente.

—G-Gracias —dijo débilmente.

—¿Te sucede a menudo?

Val observó con cautela a su alrededor. Su madre le había advertido, aunque no explícitamente y nunca frente a sus hermanos, sobre la necesidad de cuidar sus palabras, ya que podrían ser usadas en su contra. Era conocido en los pasillos de la fortaleza que Val no era una niña muy entusiasta ni parlanchina, excepto con aquellos de su círculo más cercano. Aemond se había convertido en uno de ellos, y ella confiaba en él.

—Sígueme —dijo Val, tomando la mano de su tío y guiando a través de la sala central.

Se desenvolvieron por las telas caras y coloridas de los lores y de las damas que se movían para impresionar a sus próximos esposos. El tintineo de las copas capturaba la atención de los invitados, mientras las joyas de rubíes y esmeraldas se escabullían fuera del foco que iluminaba al rey y a la reina. Los cuerpos menudos de Val y Aemond se perdieron entre los títulos nobiliarios de los Siete Reinos, ocultándose finalmente tras unas cortinas que separaban la vista de la silenciosa ciudad del bullicio de los adultos.

El color rojo de la tela de las cortinas combinaba con el vestido de Val y con sus mejillas, que se habían sonrojado tras quedarse sin aliento. Aemond la miraba en silencio, mordiéndose los labios mientras pensaba en sus próximas palabras.

—Madre dijo que no debo mostrar debilidad ante nadie, pero... —Val comenzó a hablar primero, buscando valor en los ojos violáceos de su tío— no quiero ser una molestia para ti.

—No eres una molestia —respondió Aemond de inmediato.

Val sonrió, satisfecha con la respuesta de su tío. Entre los hijos del rey y la reina verde, sabía que Aemond era distinto a ellos. No solo por no poseer su propio dragón, sino porque la miraba con un sentimiento que solo veía en los altos lores hacia sus señoras esposas.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora