ch. 08

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—Señorita, la princesa Rhaenyra requiere su presencia

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—Señorita, la princesa Rhaenyra requiere su presencia.

Val se concentró en el guardia del castillo, procesando la repentina aparición y también llamado de su señora madre. Se despidió de sus tíos y siguió la enorme figura del uniformado en hierro a través de los pasillos.

El cielo oscurecía lentamente que, en momento de ver por última vez a Helaena y Aemond el cielo pintaba de un cálido anaranjado y, al encontrarse en los aposentos de su madre, rápidamente se tiñó de un azulado grisáceo como reflejo del bravo y guerrero mar por fuera de la ventana.

El guardia la dejó enfrente de las enormes puertas y se alejó con pasos firmes. Valaena entró con una actitud curiosa, pero silenciosa al cuarto.

Oyó un agudo sonido en el extremo de la lujosa habitación. Jake y Luke estaban también allí, con el portar sus respectivas pijamas ligeras. Debieron ser llamados antes que ella, por consigna, los sollozos de su hermano menor no tendrían otra explicación.

—Madre, ¿qué sucede?

No comprendía porqué de repente el ambiente se tornó con una seriedad en cuanto chocó momentáneamente con la mirada de la mujer; no dejaba de mecer en los brazos a Joffrey como distracción. Una, dos, tres... hasta cuatro veces la mujer esquivó su mirada, no dejándole más opción que socorrer a los pardos de Ser Harwin.

Val dio un paso en falso, recordando la tela de sus manos. La ocultó detrás de la espalda; no quería arruinar la sorpresa sin antes finalizarla como correspondía. Así que, comportándose como la enseñanza de sus primeros años, avanzó a paso lento y elegante como la suavidad de las olas tocar la arena en la orilla.

Brillaba expectante.

Entonces, oyó las noticias.

Sintió cómoda las manos del caballero sobarle el cabello hasta sus mejillas a punto de mojarse en lágrimas, pero no las reconfortaban. Por dentro su cuerpo era un huracán: ¿qué significaba aquello que acababa de oír? ¿Ser Harwin los abandonaba?

—¿Es porqué grité en el patio? —consultó, con nulo éxito en mostrarse impecable—. ¿Es por qué no actué como una dama?

El calor de las mejillas empezaba asfixiarla junto a sus lágrimas.

Ser Harwin negó, deteniendo el viaje de más llanto. Tomó su rostro con ambas manos, acariciando con los pulgares la enrojecida respuesta a su partida.

—Ninguna de esas, mi princesa.

—Entonces, ¿por qué...? ¿Por qué nos dejas?

El silencio de Ser Harwin fue tomado por Joffrey y sus lloriqueos. Val no era la única que empezaba a romperse, pero su hermano menor tenía una excusa: era un bebé, ella no. Sabía que debía portarse como correspondía, sólo que cómo hacerlo cuando la única persona que estaba a su lado decidía abandonarla.

—Madre —miró a la mujer en el fondo. Cargaba al bebé en silencio, aspecto cansado y sin humor para relucir alguna emoción—. Madre, puedes detener esto.

Su señora madre era buena hablando, sabía que qué palabras escoger. Le había dado a Val una idea para nombrar a su dragón, como ideas para no aburrirse en sus aposentos y cómo era el ejemplo que quería dar cuando tuviera la mayoría de edad.

—Es una decisión ya tomada —contestó la mujer, derribando los muros de su hija—. Ser Harwin debe cumplir con su papel como heredero de Harrenhal. Estoy segura de que comprendes la responsabilidad que conlleva eso.

El peso de la tela se había hecho más pesado detrás de su espalda.

—Sean buenos con su madre, niños, y cuiden de su hermana —Ser Harwin se concentró en los dos muchachos, tímidos y también reacios a la idea—. Los visitaré cuando pueda. Pero podría tomar tiempo.

—Val.

Corrió a los brazos de su madre. No era justo.

Oyó los pasos del caballero. Eran como mazos golpear las tabletas.

—Regresaré.

Val miró al otro lado. Jace tampoco hablaba demasiado. Ambos tenían una expresión decaída y a punto de querer estallar.

—¿Lo prometes? —inquirió ella con anhelo.

Él caballero de su madre sonrió suavemente. Era la usual sonrisa que le dedicaba sin importar lo que hiciera. Detestó que decidiera dársela en aquella situación, hacía que hiciera las cosas más difíciles para ella.

—Te lo prometo.

Ser Harwin la miró durante un largo tiempo. Recorrió con los guantes el mechón de cabello platinado que Val tenía hasta concentrarse más arriba, donde su señora madre sostenía a Joffrey.

Luke llegó al lado de Val. Deslizó su mano hacia la suya, ocultándose detrás de su pequeño cuerpo.

Ser Harwin depositó un delicado beso en la cabeza del bebé. Un sonido que perduró en la cabeza de Val.

—Seré un desconocido cuando nos volvamos a ver.

El silencio que su madre proporcionó se alargó. No dijo palabras de despedida o agradecimiento por cuidar de ella y sus hijos. Nada. Se mantuvo meciendo a Joffrey para calmarlo, dejando sin opción al caballero de retroceder y dar un ultimo vistazo a la habitación como sus habitantes.

Tomó la espada y el bolso sobre la espalda. Su gran figura desapareció por las puertas.

Jace desenfrenó por verlo partir. Val también quería verlo por última vez. La enorme espalda del caballero sólo era una sombra oscura convertida en mancha hasta el último escalón. El sonido de su trajinar se evaporó como el brillo de sus rizos ondear.

Sus manos se secaron por la tela. La miró y lamentó no habérsela entregado cuando debió.

—No es justo —murmuró ella junto a su hermano de misma cuna.

Delicados pasos venían hacia ellos.

—Enviaremos cartas con un cuervo, ¿no será divertido?

—¿Harwin Strong es nuestro padre? —En cambio, Jace preguntó abiertamente.

Era un tema delicado que Val nunca se había atrevido a cuestionar. Era imposible de traer a la mesa, menos a la habitación cuando las paredes eran delgadas.

No se sintió extrañada por la pregunta. Lo presentía.

Su señora madre no respondió de inmediato, fue cuando Jace la encaró con fuerza:

—¿Somos unos bastardos?

Val miró a su madre como comprobaba que Luke o alguien lo oyera.

—¿Lo somos, madre?

Con una mano sostenía a Joffrey y con la otra acarició la cabeza de sus dos otros hijos.

—Son unos Targaryen —asintió—. Es todo lo que importa.

Y les besó la frente siendo la hora de dormir.

Jace tomó de la mano de Val para tener algo de ánimo. Una pizca que le diera fuerza para avanzar a la cama y no mirar a su hermano menor con la gran mentira de sus vidas.

Porque acababan de confirmar lo que eran dentro de la fortaleza, bajo aquellas miradas inquisidoras.

Su madre no lo había confirmado, pero tampoco negado. Logró cambiar el rumbo de la pregunta, algo que Val admiró a secas, pero que también le proporción la información que necesitó.

Ella y sus hermanos eran bastardos.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora