ch. 12

113 13 0
                                    

𝐀quellos encuentros clandestinos no fueron los últimos entre tío y sobrina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝐀quellos encuentros clandestinos no fueron los últimos entre tío y sobrina. La Fortaleza Roja, con sus laberínticos pasillos y rincones oscuros, ofrecía múltiples refugios donde los secretos podían permanecer ocultos. Nadie se aventuraba a explorar cada sombra, cada recoveco, permitiendo que Aemond y Val encontraran lugares apartados donde podían reunirse sin temor a ser descubiertos.

No era como si estuvieran haciendo algún daño. Era un simple juego de niños. Val sentía una cercanía hacia Aemond, alguien con quien podía hablar sin recibir críticas sobre sus horas y horas de narrar historias y datos históricos que no estuvieran siempre centrados en conversaciones sobre dragones y duelos de espada.

Aemond, por su parte, encontraba en Val una compañera que comprendía su soledad y su ansia de conocimiento. Las sombras de la Fortaleza Roja se convirtieron en su refugio.

Sus encuentros, aunque inocentes, llevaban consigo la carga de lo prohibido, una tensión sutil que ambos sentían, pero rara vez expresaban. Se miraban de vez en cuando, tras una caricia en el rostro, preguntándose hacia dónde avanzaba todo ello... o si es que había empezado en primer lugar.

Val prefería no indagar demasiado. Durante sus labores como dama, comenzó a distraerse, ansiando los encuentros con su tío, lo que le valió más de una llamada de atención y las burlas de sus hermanos. Sus pensamientos divagaban hacia los momentos compartidos en los rincones oscuros de la Fortaleza Roja, donde la presión del mundo exterior se desvanecía y solo quedaban ellos dos, envueltos en una intimidad furtiva y silenciosa.

Aemond, por su parte, notaba las mismas distracciones en sus propios deberes. La presencia de Val en su mente era constante, una fuerza que lo arrastraba hacia esos encuentros prohibidos que tanto anhelaba. Cada mirada y caricia intercambiada era una promesa tácita de que, a pesar de las imposiciones de su madre y las expectativas de la corte, había algo más profundo e inefable entre ellos.

«Aegon tiene a Helaena...», pensó Aemond mientras se preparaba para sus labores como príncipe, «¿por qué yo no puedo tener a Val?». El pensamiento era tan persistente como inquietante, una sombra constante en su mente que lo acompañaba mientras asumía sus responsabilidades diarias.

Aemond no comprendía muy bien sus sentimientos; solo sabía que deseaba la cercanía de Val en todo momento. Estar junto a ella le proporcionaba una sensación de bienestar, como si en su mirada solo existiera él y nadie más. Aemond adoraba ese sentimiento, haciéndolo casi sonreír en más de una ocasión.

Gran error. Su hermano mayor, Aegon, lo notó.

—Veo que te has encariñado bastante con nuestra pequeña sobrina —dijo Aegon con una media sonrisa, observando a Aemond con una mezcla de curiosidad y diversión.

Aemond tensó la mandíbula, intentando mantener la compostura. No podía dejar que Aegon percibiera la profundidad de sus sentimientos. En la corte, las emociones eran armas, y Aegon no dudaba en usar cualquier ventaja que pudiera encontrar.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora