ch. 06

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𝐃e camino al patio de armas Ser Harwin se hallaba paciente, recto como las murallas de la fortaleza, con la intención de guiarla a una posición cómoda para el avistamiento de la fricción entre el hierro y el sudor de los aprendices

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𝐃e camino al patio de armas Ser Harwin se hallaba paciente, recto como las murallas de la fortaleza, con la intención de guiarla a una posición cómoda para el avistamiento de la fricción entre el hierro y el sudor de los aprendices.

Con porte de gracia, Val le siguió el paso hacia las afueras de los pasillos. El balcón de piedra al que se les abrió camino le envolvió en una brisa helada, con el ruido de las espadas de madera golpearse, pasos violentos y respiraciones agitadas.

El aroma del día, despejado y cautivador, indicaba buen tiempo.

—Su majestad —notificó Ser Harwin—, la princesa Valaena está aquí.

Val sonrió y reverenció al estallido de una risa pasada por los años.

—Princesa —reverenció el hombre de la derecha, al lado de su majestad.

La Mano del Rey, lord Lyonel Strong, padre de Ser Harwin, le mostró el respeto que correspondía. Era igual que su hijo en cuanto a corpulencia, a excepción de la escasa mata de pelo castaño de su cabeza. Hablaba en tono bajo y tranquilo, siempre teniendo su respectivo comportamiento en cuanto a cualquier tema que ronde en los Siete Reinos.

El cuerpo del rey Viserys no se giró para hablarle. Se mantuvo al frente como una estatua.

—¡Valaena, ven aquí! —la carcajada de su abuelo descendió al tornarse hacia ella. La silla le pesaba, su cuerpo apenas se erguía, Ser Harwin mostró su consideración y la giró levemente—. Oh, gracias, Ser Harwin.

—Su majestad.

El caballero reverenció, despidiéndose con miradas compartidas y descendió escalones abajo hacia el campo de armas. Val captó la reunión con sus hermanos, quienes se mostraron plácidos con su presencia, a diferencia que con Ser Criston.

—Valaena, querida, acércate.

Ella asintió sin más. La silla se volvió al frente con la fuerza de la Mano. El campo debajo era espacioso, el polvo levitaba como niebla. Los quejidos de los chicos practicar eran cada vez más pesados. Al lado contrario, Val contempló los arrebatos de Aegon por golpear los sacos con golpes aleatorios y brutales.

—¿Qué opinas, mi dulce niña? —le preguntó—. ¿Llegarán a convertirse en honorables caballeros?

Ser Criston repartía consejos solamente en dirección a los estudiantes de verde. Aegon y Aemond obedecían, con Jace y Luke, torpemente, contemplando y siendo derribados por los mayores.

Val no era una mentirosa.

—Los caballeros son más que espadas, su majestad, si me permite decir —dijo, con las manos juntas y en su vientre—. Sé que mis tíos y hermanos sabrán ejercer muy bien los deberes que les corresponderán.

La mirada del rey le provocaba una sensación fría, no podía objetar nada ya que no era en mal sentido. Como no era mentirosa, tampoco se permitía opinar sobre los demás en apariencia. Había oído que su abuelo era conocido por su generosidad, era querido por todo el reino. Recordaba que le enseñaba sobre historia de manera gráfica, como también le cantaba y constantemente, cada vez que se veían, repetía lo mismo de siempre:

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora