ch. 07

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𝐋a escena en el campo de armas parecía ser lo que todos los señores necesitaban para poner en cuestión la relevancia de Val como princesa

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𝐋a escena en el campo de armas parecía ser lo que todos los señores necesitaban para poner en cuestión la relevancia de Val como princesa. Estaba acostumbrada al escepticismo de los altos señores del reino, como también el ignorarlos. Ser Harwin le recordaba que debía hacer oídos sordos, era una princesa, su madre era la futura reina de los Siete Reinos y tarde o temprano todos se arrodillarían ante ella y se les recordaran sus anteriores acciones para indicar lealtad o traición a la dinastía de los Targaryen como regentes.

Volvería a plantearse aquellos pensamientos, las palabras del escudo juramento de su señora madre eran un incentivo para seguir adelante y portar con honor el título de princesa. No debía porqué dudar de palabras al aire, ya tenía un nombre y la importancia de llevarlo en alto. Pero en aquellos momentos, cuando el más lamentable estado del reino rondaba los pasillos y alimentaba los rumores, Val se mantenía en silencio junto a su tía Helaena por la ausencia de éste durante el incidente de aquella mañana.

Más por lo oído del despido por parte de la Guardia de la Ciudad.

Ambas descansaban bajo las hojas rojas del arciano de corteza blanca plantado dentro de los terrenos de la Fortaleza Roja. Su tía recitaba palabras en su lenguaje de rimas y encrucijadas, tanto para sí misma como para su sobrina que, con una expresión ausente, movía las manos para que sus punzadas estuvieran mejores que las anteriores que recopilaba a su lado.

—Las telas fueron mojadas —oyó a Helaena pronunciar. Estaba concentrada en el bicho de sus manos. La tierra se le caía, el vestido se le ensuciaba, pero no le importaba si se entretenía con el arácnido que huía con rapidez—. No volvieron a secarse.

Sus palabras no se vieron por la caída de una hoja roja del arciano, mucho menos porque su sobrina no le prestaba del todo atención. Val estaba sumergida en las puntadas chuecas y débiles que hacía alusión al emblema de la casa Strong. El color azur se inclinaba a los gules, y no quería ni pensar cómo sería coser el sinople.

El pisar de la tierra le distrajo más que los acertijos de Helaena. La pequeña figura de Aemond se asomaba a lo lejos, temiendo acercarse más de lo debido. Val pensó si él creía que eran una clase de pequeños animales temerosos, pero no era así.

Le sonrió levemente, a lo que fue correspondida. Le indicó que podía acercarse, haciéndole un lado en medio de ella y su tía.

Aemond era el hermano menor de Helaena, pero se trataban con un simple asentimiento y poco roce de palabras.

Permaneció en silencio, observando los movimientos de su sobrina y el ceño que se le fruncía cuando una punzada no correspondía a su camino. La comisura de los labios se le elevaba tenuemente ante la escena, Aemond lo encontraba entretenido, como también relajante.

Si su madre la viera..., notó Val la intensa, pero nada incomoda, mirada violácea sobre ella.

—Jace y Luke se recuperarán —soltó luego del silencio—. Son chicos fuertes.

Aemond parpadeó.

—¿Qué?

—Por eso viniste a verme, ¿verdad? Para preguntar por ellos por lo que sucedió esta mañana..., ¿no es así?

El cuerpo de su tío se recompuso. Se acomodó bajo el arciano y demoró en asentir con la cabeza.

—Sí..., por eso estoy aquí.

Val sonrió, sabía que Aemond no era un mal chico, pero no le duró demasiado el alivio.

—¿Dónde está Aegon? Él es quien debería estar aquí...

—¿Por qué? ¿Por qué es el mayor?

La muchacha negó, un poco sorprendida por el repentino tono endurecido.

—Actuó horrible durante el entrenamiento —le recordó—. Al menos, una disculpa a mis hermanos no le vendría mal.

—Él no es de los que se disculpa —Aemond dijo, a lo que Val le encontró razón—. Y, por lo de esta mañana... Hmm... no creo que lo haga.

—Ser Criston esparció mentiras, Aemond —Val lo enfrentó, con un aire de rabia de traer a la memoria la situación—. Es algo por lo que se le debería cortar la lengua, ¡incluso la muerte! Aegon sólo se salva por ser el hijo del rey, así que una disculpa es lo mínimo que puede hacer.

No hubo respuesta. Helaena era la única que cometía ruidos sin ninguna clase de sentido. Murmuraba para sí misma, olvidándose de las presencias de sus dos familiares y encontrando mejor a la de los insectos. La araña había desaparecido, en aquel momento se hallaba enfocada en un ciempiés.

Cuanto más lo observaba escurrirse en las manos de su tía, más desagrado le provocaba. Aunque aquel fuese el caso, Val no podía apartar los ojos de la criatura. El cuerpo alargado y brillante pese a lo oscuro de su cubertura. Helaena hacía un excelente trabajo manteniéndolo apacible en sus manos.

—¿Tú también lo crees? —preguntó ella.

Sabía que su tía no le contestaría inmediatamente con oraciones sanas, así que el único que quedaba era su tío.

—¿Qué cosa?

Val procuró no ver los pasos de las sirvientes o la armadura brillante de los guardias. Era suficiente con el murmuro dentro del castillo, fuera sería una pesadilla constante.

—Sobre nuestra legitimidad. —Las mejillas se le tornaron rojizas como las hojas del arciano en que reposaba. El tema le provocaba vergüenza y la sensación de mandar a todos a las fauces de los dragones—. No es sólo él con aquel pensamiento, pero sí fue el único en ser lo bastante valiente..., o estúpido, de decirlo frente al rey.

Las punzadas en la tela habían perdido su camino. El emblema de la casa Strong no tenía sentido en representar los ríos del Tridente. Mientras empezaba desde el inicio, esperaba la respuesta de Aemond.

Se le apareció el pensamiento de que —tal vez— había puesto una duda no antes pensada dentro de la cabeza de su tío, y que estaba empeorando la situación.

—Pues es mentira, ¿bien? —le recalcó sin darle oportunidad de responder. Aemond, sobresaltado, mantuvo su boca en silencio y la cabeza asintiendo a cada palabra que salía de Val—. Soy una Velaryon. No tengo porqué seguir oyendo blasfemias sobre mí o de mis hermanos. Al próximo que oiga plantar dudas sobre nosotros, yo misma se lo daré de comer a Zeirox.

Era una situación seria con palabras asegurando una matanza; sin embargo, una sonrisa se aproximó en el rostro de su tío. Afilada, pero a la vez amable.

—Tus palabras son de temer —dijo, sin sonar demasiado familiarizado con las palabras—. Con gusto las seguiré.

Con ello, Val se sintió reconfortada. 

Al segundo, no demorando a las palabras de su hermano menor, se encontró con una pregunta cuando la voz de su tía Helaena apareció en la conversación.

—El sinople no cruza los gules, pero sí el azur.

Val miró la tela de sus manos. ¿Se refería al emblema de los Strong?

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora